Capítulo 59

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Una lágrima rodó por mi mejilla, una lágrima que no pude contener; tan pesada como mi dolor, tan profunda como mi agonía. El taxi se detuvo frente a mi casa, o al menos, la fachada azul ya desgastada que reconocí como tal. Le pagué y bajé para adentrarme a casa. Subí y me tumbé en mi cama, a plena luz del día a llorar. Estaba enloqueciendo, me estaba volviendo un patético desquiciado. Llorar resultaba perfecto estando solo, sin preguntas, sin miradas; incluso la voz en mi cabeza guardaba silencio mientras las lágrimas seguían bajando por mis mejillas y mis sollozos se ahogaban contra la almohada. Y pensar que había perdido a la única familia que me quedaba, JiMin, por una estupidez mía, por un maldito error. En ese momento deseé fervientemente inventar una máquina que volviera el tiempo atrás, así, no iría jamás a Venecia, no hubiera conocido nunca a TaeHyung, no estuviera amándolo con todas las ridículas fuerzas de mi corazón y no estuviera solo en todo el mundo.

Pero era suficiente, ya había llorado mucho y a causa suya. Ya no podía ser tan vulnerable a él, no debía. No cabía duda que todo en este mundo se paga, y a lo mejor era el pago a mi maldad. Lo que yo le había hecho a JiMin, ahora lo estaba sufriendo. Pero no más, no iba a dejar que aquello me tumbara, tenía que vivir con ello de ser posible, pero iba a seguir adelante. Adelante, sin nada más que mi frente en alto. Era una promesa.


•••


Habían pasado tres días, y aunque me negara a aceptarlo y llevara puesta una armadura de fortaleza, mi corazón preguntaba por TaeHyung. Tres días y ¿nada? JungKook me había contado que, por supuesto, él le había preguntado a dónde había ido y cuando los hombros de JungKook se encogieron ante la interrogativa, TaeHyung salió disparado por la puerta, sin señal alguna de Joy.
Pero ya no iba a pensar en ello, o al menos intentaría no hacerlo y no darle más concesión al asunto. Miré a través de la ventana del departamento y visualicé las grandes formas arquitectónicas de los edificios de DaeGu. Tenía pensado jamás volver, quedarme en algún lugar seguro hasta que el corazón sintiera de nuevo. Me preguntaba, ¿hasta cuándo sería libre?, ¿hasta qué punto resistiría él? Mi corazón palpitaba deseoso por sentir, por vivir, por amar; tenía miedo de no encontrar todo eso en alguien más. Andaría lejos, esperando no volver a atrás, no mirar profundamente su fotografía, negándome a todo aquello que aun sentía por él.

Si él apareciera, seguro mi corazón cantaría; pero mientras no lo haga y el tiempo pase; yo me haría más fuerte y evitaría derrumbarme en sentimientos vanos. Lo dejaría libre, para poder ser libre yo.

Los golpes en la puerta interrumpieron mi divagación.

--¿Estás listo? -–la voz de JungKook era un poco reconfortable a todo mi dolor.

Desvié la vista de la vitrina para mirarle y sonriéndole, asentí.

--Vamos.

Tomé mi abrigo y bajé junto con JungKook hasta la recepción del hotel, para dirigirnos a donde volvía a darle vida a “Manuale del proibito”. Había sido un éxito en DaeGu, y ahora, Choi lo había trasladado a Seoul, en donde pidieron que la presentara. Estaba feliz, por supuesto, era el mundo reconociendo mi trabajo.

Cuando llegamos, SiWon ya estaba allí y nos regaló una extensa sonrisa al vernos.

--Suban, suban, es en el cuarto piso -–nos dijo, dándonos la mano.

Sin duda era un edificio algo grande, tenía cinco o seis piso, no estaba muy seguro; pero en Seoul todos los edificios eran así.

--Vamos, faltan menos de treinta minutos -–me instó JungKook, empujándome por la espalda.

Al entrar al edificio el aire acondicionado me golpeó el rostro. Afuera ya era frío, ¿por qué no mantenerse cálido adentro? Últimamente así eran mis pensamientos, triviales y sin importancia. JungKook y yo subimos por el ascensor hasta el piso cuatro.

El Manual de lo prohibido [TaeGi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora