Capítulo I

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Era medio dia, la Universidad de Orlando terminaba sus clases y el profesor Oliver Brown,  un hombre de 38 años; cabello marrón oscuro y ojos marrones, iba en dirección a la sala de profesores, fue cuando se topo con una mujer de 38 años, su melena rubia caía por sus hombros y sus ojos eran de un color parecido al ambar, era Sophia Evans, bióloga marina y una gran amiga de clase, de la Universidad.

— ¡Oliver! ¿Que tal? Hacia tiempo que no nos veíamos.

— Sophia, que sorpresa ¿Que haces aquí? ¿ya has vuelto del equipo de expedición al polo Norte?

—Bueno, acabo de dar una charla en la otra punta de la Universidad sobre la contaminación en el mar y sus consecuencias y, pues como ves, si he regresado — respondió a la pregunta de Oliver.

— ¿Y que tal fue la expedición?

— Bueno, como yo sospechaba, la población de especies marinas se ha reducido un 9%,  parece poco pero si hablamos de cuanto es eso en cifras, digamos que es...  Una barbaridad.

— Ya veo... — Murmuro Oliver.

— ¿Vendrás a la cena? —preguntó ella.

Oliver hizo un gesto interrogante, no sabía nada de una cena. Sophia puso los ojos en blanco y suspiro, después procedió a recordarle.

— La cena de antiguos alumnos, ¿Lo recuerdas? Es hoy.

Oliver disimulo su alivio, no le gustaba ese tipo de cena. Intento seguir como si aquello le resultara algo importante.

— Oh, vaya. Debió extraviarse la carta de invitación, he hecho ya planes para esta noche y no las puedo cambiar. Me temo que no podré asistir a la cena.

El rostro de Sophia se ensombreció de tristeza momentaniamente. Asintió, y despidiendose dice:

— Bueno, yo me tengo que ir a casa, nos vemos en otro momento.

Una vez que se despidieron ambos, continuó su camino a la sala de profesores, había llegado un paquete importante hace unas horas y no había podido recogerlo hasta ahora. Al entrar a la sala de profesores, se encontró a Benjamín Patterson. Un hombre de 29 años recién acababa de empezar a trabajar y era sin duda el más joven de todos los profesores, estaba licenciado en letras, era de pelo castaño al igual que sus ojos.

— Oh, vaya profesor Oliver, no le esperaba aqui.

— ¿Que haces aún aquí a estas horas? Las clases han terminado. —dijo mientras se dirigía a su mesa a recoger el  paquete.

— Pues... La verdad es que los de la clase A3 acaban de terminar un examen y debo de decir que como no empiece a corregir ya estos exámenes no los tendré hasta la graduación. —dijo con un tono bromista, a la vez que señalaba al montón de hojas que tenía a su derecha.

Oliver hizo una sonrisa, se arrimo a su escritorio y abrió un cajon, allí estaba el paquete que tanto valor le tenía. Lo sacó y lo examinó, aun llevaba la pegatina que decía:

Para: Oliver Brown
De: Universidad de Texas

— ¿Que es? —preguntó el joven, interesado.

— Una garra auténtica de "Deinonychus" —respondió entusiasmado.

Benjamín mostraba una cara de no haber entendido nada y entonces Oliver procedió a explicarle...

— Es por así decirlo un primo lejano del Velociraptor, y además es más grande, midiendo 87 centímetros de altura y 3'4 metros de largo. Básicamente como un pero mediano.

Benjamín asintió lentamente.

— ah... —comenzó diciendo— Bueno no te entretengo más seguro que debes de tener cosas bastante interesantes entre tu y el "deinochus" ese.

Oliver hizo un gesto subiendo la barbilla como forma de despedida, se dio la vuelta y se marchó por donde había venido.

En la calle aquel día hacia un calor abrasador, de no ser por las casas y edificios juraría que estaba en el desierto. Cruzando la calle de parking, miraría su coche era un Ford 4x4 que ya tendría unos cuantos años, al lado suya se había percatado que había una persona apoyada en el coche que estaba al lado del suyo, no le dio importancia al principio pensando que aquella persona esperaba a algun estudiante de la Universidad, sin embargo, al llegar al coche y abrir la puerta, oyó a aquella persona decir detrás suya...

—Profesor Oliver

Este se dio la vuelta para ver a la persona quien le hablaba. Era un hombre con ojos azules y pelo negro, vestía una ropa bastante costosa, y comprendió que aquel tipo era alguien poco corriente. Aguardó a que el hombre continuará.

—Soy el Doctor Williams, genetista y líder de la empresa Gen. Technology, una de las empresas más grandes acerca de la ingeniería genética, seguramente, usted habrá oído hablar de nuestra empresa.

En aquello acertó Williams, oyó hablar acerca de esa empresa nada más que cuando empezó, Sophia le había contado hace unos años, todas las hazañas que habían logrado conseguir en tan solo los primeros meses después de su apertura.

—Si, oí hablar de su empresa, pero, ¿a que ha venido a hablar con un paleontólogo, cuando su empresa trata de genética?

—Ya veo que usted es de ir al grano —Dijo con una sonrisa el doctor.

—Pues verá, nuestra empresa a progresado durante estos últimos años, descubrimos una isla, se encuentra al noroeste de México, a unos 300 km de distancia...

La cara de Oliver, se puso más sería, esperando a que le dijera de una vez, a donde quería llegar. Williams lo notó al momento.

—Bueno, básicamente la isla esta repleta de huesos fosilizados, da igual por donde escavaramos, estaba repleto de ellos.

—Y quiere que vaya a verlos para que mande a un equipo y los saquemos de allí —adivinó Oliver.

—Exacto

—Lo siento, pero no. —dijo negando con la cabeza.

El hombre mostró una cara de desconcertado.

—¿Có- cómo?

—Lo que he dicho. No voy a ir—terminó diciendo Oliver, mientras se metía al coche y cerraba la puerta.

En ese momento, el empresario dio unos toquecitos a la ventanilla del coche. Oliver suspiro y bajo la ventanilla.

—Puede que ahora este confuso, por si cambia de opinión... —dijo mientras sacaba algo del bolsillo y se lo ofrecía.

Era una tarjeta de la empresa, la cogió y la examinó, observando el número que ponía, después volvió a levantar la vista hacía él.

—No dudé en llamar —terminó.

—Si, claro, lo pensaré.

Depositó la tarjeta en el asiento del copiloto, y arrancó el coche, mientras se alejaba de allí dijo en sus pensamientos...
«Que diga que lo pensaré, no significa que llamaré»

Ya lejos de allí, pasaría por la unas manzanas más a la derecha, pasaría de comer en casa, después de haber visto a Sophia, tenía que también volver a ver a otro gran amigo.

Tuvo suerte en encontrar aparcamiento, salió del coche y se aproximó a la puerta del Museo Paleontólogico de Orlando. Justo en ese momento, había un hombre de piel oscura cerrando el Museo ya que terminaba su turno de mañana. Al darse la vuelta, el hombre no creyó lo que veía, tenía el pelo cortado, y tenía los ojos pardos.

—Bueno, no doy crédito a lo que ven mis ojos. Pero si es Oliver Brown, el mejor paleontólogo del mundo —dijo con una sonrisa

—Oye, no me pongas en un pedestal, se nota que no has cambiado, Andrew.

Ambos se darían se darían un breve abrazo, y después Andrew diría.

—Vamos a tener que ponernos al día. ¿Que tal te ha ido en estos años?

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