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Arrodillándose al frente de uno de los cuerpos sin vida extendió sus manos con mucha delicadeza, tocó el rostro del hombre, sin creer aún de que su amado había muerto le abrazó con fuerza, así sus orbes grises se cristalizaron.

En silencio lloraba la muerte del hombre al que más amaba, abrazado lo mantuvo toda la noche, empapándose así mismo con la sangre que el cuerpo sin vida del hombre desbordaba.

Al día siguiente sus hermanos mayores fueron tras él, alejando al chico del hombre quien había muerto en guerra, arrastrándose tras el suelo fue siguiendo a su amado, sin siquiera decir una mínima palabra buscaba al cuerpo de su querido.

Los hermanos evitándole que lo volviera a tocar lo sostuvieron, y les miró con tristeza, de sus ojos gotas delgadas de agua caían, resbalándose por sobre los pómulos de sus mejillas.

Ahogó sus gritos sosteniéndose el rostro entre las palmas de sus manos, quejidos fuertes salían de sus labios rosas cual flor naciente, los días de él joven enamorado pasaron hechos un tormento.

𝗕𝘆𝗮𝗸𝗸𝗼 𝘆 𝗘́𝗹 𝗛𝘂𝗺𝗮𝗻𝗼. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora