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De un momento a otro el tigre bajo su gran cabeza y se dejo acariciar por él chico, el pelaje del animal era realmente suave que al joven le gusto acariciarle, y de unos minutos a otros la bestia yacía echada en el piso con él humano a mediación de la pansa.

“¿Como es que a un ser como tú le gusta observar a un humano como yo?¿te gusta mí piel? Puedes tocarme con tus patas” Respondió el joven con una emoción realmente fuerte, así levantándose del lugar en el que se encontraba se dirigió al frente de la bestia y bajo su kimono a mediación de su pecho. Mostrándole sus pezones, hombros y su casi torso completo.

“Mirame” Le pidió con un tono dulce, quería que la bestia le mirará como aquella noche, pero no podría tocarlo con sus patas ya que eran gigantes “¿No quieres verme?” Su tono se desánimo, y volvió a subir su kimono con un poco de tristeza.

La bestia en su interior quería demostrarle lo que con su mirada no podía, quería apreciar aquella piel tan suave de vista y sus pezones rosado, pero los labios rosados en forma de corazón le cautivaban de la misma manera, se sentía un poco culpable por dentro ya que era una bestia no podía hablar con él o tocarlo por su gran tamaño.

Él chico trato de cambiar su humor, y pasarla bien con su ahora amigo guardián del Oeste, toda la noche le platicaba de cuanta tontería se le viniera a la mente, tan así tomó la confianza del animal y amaneció sobre la tierra sin la bestia a su lado. Miró hacía todos lados esperando verle pero jamás apareció, sin más regreso a casa, nuevamente contandoles a su hermano y cuñado lo que había sucedido.

𝗕𝘆𝗮𝗸𝗸𝗼 𝘆 𝗘́𝗹 𝗛𝘂𝗺𝗮𝗻𝗼. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora