𝗕𝘆𝗮𝗸𝗸𝗼 𝘆 𝗘́𝗹 𝗛𝘂𝗺𝗮𝗻𝗼.

O3.

A la mañana siguiente despertó con un tono oscuro bajo sus ojos, ojeras, y lo que común mente hacía lo realizaba.

Desayunaba, ordenaba sus cosas e iba por su huerto cortando unas que otras fresas de este, limpió una para poder mordisquearla y así lo hizo, su sabor era exquisito que término de comerla, sin embargo aquella imagen de los ojos que le habían observado la noche anterior volvió.

Llegó a su casa con una sesta de fresas muy bien cosechadas, y esperó a que la noche llegará, estaba dispuesto a saber que era lo que esa noche le había observado, pero ¿y sí moría? Al menos habría muerto sabiendo quien era el que con admiración le miraba, eso era suficiente.

“¿A donde vas?” pregunto el hermano mayor, “Iré a averiguar que era lo que me miraba” respondió decidido “¡Estas loco Ren! ¡No irás!” En negación respondió su hermano mayor a lo que él joven cuestionó con nostalgia “Hermano...quiero saber que es eso que me miraba, no he podido conciliar el sueño por la curiosidad, sí muero al menos sabré que es y tú, tú no puedes llorar sí llegó a morir, debes ser feliz con Min además no es como que tuviera que perder algo sí hace un año lo perdí...” Él hermano mayor no discutió más por lo que el menor le sonrió y salió de casa, al mismo lugar de a noche.

Esta vez sus actos fueron más precisos y coquetos, ahora era el quien deslizaba con delicadeza su kimono por su cuerpo, aquel kimono con tono rosado pálido. Bajo hasta sus pies y con malicia subió sus manos desde sus pies hasta sus caderas, deliniando su figura curvada, era como el cuerpo de una hermosa mujer pero sin pechos y con otro estado ahí entre sus piernas.