7

3.3K 349 33
                                    

Ella me ganó.

Y por mucho.

O bueno realmente no lo sé, después de que me rebasó me detuve y me quedé mirándole nadar. Parecía una sirena, aunque las sirenas no sean de lagos y ni siquiera existan, pero si existiesen me imagino que las sirenas deben ser tan deslumbrantes como lo es Valentina. Llegué mucho después a la "meta" que ella. No quiero hacer tantos comentarios al respecto, pero con su mojado vestido blanco pegado a su cuerpo se le traslucía todo, quiero decir todo y me fue imposible no ver esa belleza. Ella tiene el cuerpo como esas Barbies que le regalo a Mariana, e incluso mejor.

—Oh por Dios— salió de mi boca cuando la vi echar su cabello hacia atrás.

Lo hizo en cámara lenta como cuando en esas películas eres el nerd que está enamorado de la chica bonita y popular, tan inalcanzable, y cuando camina o hace cualquier cosa el tiempo se detiene para que puedas admirar lo perfecta que se ve y sufras por no poder tenerla. Ese no es mi caso claro está.

—Me ganaste, eres muy rápida— dije cuando llegue a la orilla.

Ella se agachó, recogió mi camisa junto con la flor, y me dio una de esas miradas que te roban el aliento ¿Estaba haciéndolo a propósito? Aunque le conocía de hoy mismo sabía que en ella dominaba la inocencia y no hacía nada con ningún propósito que no fuera ayudarme, así que me quité esa idea de la cabeza. Esto es un crush momentáneo, sólo eso, nunca había visto a alguien que fuera tan bella como ella y es la impresión, no me gusta como tal porque a mí no me gustan las chicas.

—¿Podemos ir a tu casa? Dejé mi mochila ahí. Así nos secamos con el viento— sugerí pues era cierto. Estaba ya cayendo la tarde.

—Claro señorita Juliana ¿Quiere que le lleve en mi espalda?

—No Valentina— reí por su invitación—. Yo puedo caminar, de verdad que puedo. Y estamos mojadas, de verdad no me gustaría.

La seguí por donde iba, con su cabello hasta el final de su espalda goteando iba muy tranquila. Admiraba todo a mi alrededor, lo bella que podía ser la naturaleza, es algo impresionante como el mundo funciona. De vez en cuando miraba al suelo porque estaba descalza y sería el colmo tener una herida más en este día tan atropellado. Minina nos seguía a lo lejos, es como un guardaespaldas.

Quería lanzarme a dormir en cualquier lugar, no dormía desde anoche y no me había dado cuenta de todo el tiempo que había pasado aquí con ella, que se sintió como minutos en realidad. Y tenía mucha hambre, en todo el día he comido nada más las frutas que Valentina me regaló porque las mías se estropearon.

Apenas llegamos tomé el libro que me había ofrecido cuando me trajo aquí la primera vez, no lo había detallado bien, ni siquiera había visto el título. 100 años de soledad por Gabriel García Marques. Ese título debe ser una broma. Ojee las páginas rápidamente para ver si encontraba alguna pista de donde ella venía. Nada. Lo coloqué de nuevo en su lugar soltando un suspiro, no había manera de ayudarla con esto.

—Oscurecerá pronto, creo que es hora de que me vaya— colgué mi estropeada mochila en mi espalda.

—Yo le acompaño a la playa si quiere.

—Si por favor, no creo que encuentre la playa pronto, ni sé dónde estamos.

Caminamos de regreso, el trayecto fue muy largo, más de lo que imaginaba y cada vez la selva se veía más oscura. ¿Qué hubiera sido de mí sin ella? Habría muerto eso es lo más seguro. Ojala pudiera hacer más.

—Aquí estamos— ella lucía una sonrisa de boca cerrada.

No muy lejos se veía el yate ya con las luces encendidas. Luis debió haber estado muy asustado con Minina porque se ve que no salió más del yate en toda el día.

Mi Niña Salvaje (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora