¡Que Alguien La Detenga!

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Departamento de Jennie – Viernes a la tarde noche

Jennie y Ella llegaban al fin después de un largo día a la puerta de su casa. La pequeña Ella no sólo había tenido que soportar toda la mañana el acoso de sus amigovios, que si se sienta con Lucas, que si habla con Mara, que si le regala un chocolate a Bella, lo cierto es que de tanto poner en práctica las lecciones de Lisa la niña se había llenado de novias y novios celosos. A esto se le agregaba el interés desmesurado de la Maestra Kim por su madre, que cada vez más le insistía a la niña para que Lisa volviera a dar otra clase. Por su parte Jennie, no sólo tuvo que encargarse de que todo estuviera perfecto para la sesión del día siguiente, sino que tuvo que esquivar a los cientos de periodistas instalados en la puerta de su estudio, sin contar que tanto Jisoo, su abogada, como Irina se la pasaron todo el día contestando y desviando llamadas de la gente interesada en tener entrevistas de ambas juntas. De más está agregar que ambas sufrían de Lisalitis aguda severa, sumado a que por problemas en la línea no pudieron hablar con la rubia después del partido y que para colmo la morena mayor se había encargado de hacerle ver a su niña que no puede jugar con los sentimientos de Lisa aceptándola como madre un día y rechazándola al otro haciendo que la pequeña se sitiera aun peor. Por todo esto se podía concluir que el humor de las Kim no era el mejor.

- Subes a tu cuarto, te cambias y bajas a tomar la media tarde – ordenó con su voz suave y cansada Jennie a su hija mientras abría la puerta de su casa para dejar pasar a la pequeña.

- Mami… - Ella se había quedado quieta. Apenas hizo dos pasos hacía la sala pudo ver dos cajas enormes, una al lado de la otra, envueltas en papel de regalo y con un moño gigante. Una de las cajas decía "Cangurin" y tenía varios agujeritos en la tapa. Y en la otra se podía ver un pequeño cartel con la leyenda "Reina"

Madre e hija se miraron. Por los nombres puestos, no podían ser de otra persona que no fuera Lisa. De repente del regalo de Ella se pudo escuchar un débil ladrido. Jennie no pudo evitar sonreír cuando su hija le agarró la mano temerosa. 

– Cariño ¿por qué no te fijas que es? – la morena ya lo presentía.

- ¿Puedo? – Ella todavía no sabía en que estado estaba la situación con su madre.

- Por supuesto. Anda… ábrelo – la animó su madre. La realidad es que Jen tenía miedo que el perro se asfixiara en la caja.

Pues la pequeña no perdió más tiempo. Se abalanzó sobre el paquete. Sacó la tapa y a los pocos segundos tenía en sus manos un cachorro. 

– ¡UN PERRITO! – el cachorrito café, con el pelo esponjado, miraba a sus nuevas dueñas expectante.

- Tiene una nota en el collar – le dijo la adulta que todavía no sabía si iba a matar a Lisa por esto o a amarla aun más.

- A ver – La niña agarró el papel riendo porque el cachorro aprovecho para lamer su manito – "Me dijo una rubia que puedo quedarme contigo ¿Es cierto? P.D. siempre y cuando tu mamá acepte" - Ella inmediatamente miró a su madre poniendo exactamente la misma cara que tenía el perrito.

La verdad es que a la morena mayor nunca se le pasó por la cabeza decir que no – Por supuesto que si cariño – dio su permiso.

- ¡BIEN! – Festejaba la mini morena saltando para todos lados mientras el animal ladraba – Ahora te toca a ti – le dijo a su mamá señalando el otro regalo y tratando de esquivar los lengüetazos que le tiraba el perrito.

Jennie inspeccionó el paquete, en realidad tenía miedo que no fuera apto para todo público. Esperó a que su hija se entretuviera con el animal pero en vez de eso tanto la niña como el perro la miraban con curiosidad.

Cuándo, Dónde y Cómo el Amor QuieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora