Fiesta.

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Dicen que una mente ocupada no tiene tiempo de extrañar a nadie, pero no siempre es verdad, y como prueba, allí estaba ella. La fiesta de quinceaños de su hija llevándose a cabo, cientos de personas alrededor, jóvenes por aquí y por allá, música a todo volumen y ella solo podía pensar en él, en el hombre que le quitaba el sueño, en César, su César. Sabía que la pequeña discusión que habían tenido el día anterior era producto del estrés al que estuvo sometida por la organización de la fiesta de su princesa, pero aún así no dejaba de preocuparla y menos al saber que estaba tan lejos y que no iba a poder volver a la CDMX hasta el lunes en la mañana.

- ¡Eugenia, te estoy hablando! ¿En qué piensas? - le dijo la menor de sus hermanas – O mejor dicho ¿en quién piensas? – lanzándole una mirada juguetona mientras bebía de
su copa.

Victoria solo atinó a regañarla con la mirada.

- Nada, Gabriela, no pasa nada. – bebió un trago de su bebida - Disculpa, me quedé
pensando en un asunto que ocurrió ayer.

- Mmmmm… ¿y ese asunto tiene que ver con un hombre que tú y yo conocemos? – le preguntó Gaby acercándose a su oído para que la escuchara mejor.

Victoria solo suspiró y asintió.

- ¿Qué pasó, mi hermana? ¿Discutieron? – cuestionaba Gabriela mientras le tocaba el hombro en señal de apoyo.

- Sí – respondió Victoria con un mohín. – y lo peor es que fue por mi culpa, yo estaba estresada y lo traté muy mal, Gaby – explicaba la mayor de las Ruffo.

- Bueno hermanita, eso tampoco es novedad, eh – soltó Gabriela tratando de aligerar la situación, pero Victoria ni se inmutó.

- Yo no entiendo para qué me preguntas si no vas a tomar en serio lo que te estoy contando – Replicó.

- Tranquila, fiera. – dijo Gaby. – Me encantaría que me cuentes el chisme completo pero por obvias razones – dijo mientras señalaba el espacio – no puedes hacerlo así que por ahora, cambia de cara, sonríe y disfruta la fiesta junto a los pollitos, y en especial a Vickyta, que la está pasando fenómenal.

Victoria miró a su hermana y suspiró. Ella tenía razón, debía disfrutar la fiesta y olvidarse de
todo al menos por un rato. Ya luego encontraría la forma de solucionar las cosas con César.
.
Paralelamente en CDMX se encontraba César encerrado en su casa, pensando en la mujer de su vida, en la única mujer capaz de hacer que su corazón salte de alegría con solo escuchar su nombre, su Victoria. La discusión que habían tenido tampoco dejaba de aparecer en su mente una y otra vez, y hasta el momento no entendía el por qué Victoria no simplemente se ponía un segundo en su lugar y ya.

FLASHBACK

- Mi amor, yo entiendo que tengas que irte a Pachuca a celebrar a la pollita, pero ¿Por qué no nos vemos un ratito antes de que te vayas? – preguntaba César.

- Lo siento, César, pero estoy muy cansada y el hecho de verte significa que debo quedarme hasta tarde y mañana debo madrugar, mejor lo dejamos para mi regreso –decía mientras terminaba de acomodar algunas cosas.

- Victoria, es solo un momento, es más, yo voy hacia ti para que no tengas que manejar y me voy temprano, lo prometo – respondía César esperanzado.

- Lo siento, César, pero hoy de verdad no puedo.

- Mi vida, hace 3 semanas que no nos vemos ¿no podrías hacer un esfuerzo pequeñito y sacar un espacio para vernos? – cuestionaba.

- Pues déjame decirte que si no nos hemos visto es porque, al igual que yo, tú también has estado ocupado. Además, has estado con tu mujercita de arriba para abajo haciendo sabe Dios qué cosas– resopló.

- Ah, ya sé lo que te pasa, estás celosa y quieres desquitarte conmigo de esta manera –le explicó César.

- No, mi amor, no estoy celosa. Además, tú puedes hacer lo que quieras con tu esposa, al igual que lo hago yo con el mío – dijo Victoria y para César esa fue la gota que derramó el vaso.

- Qué estúpido soy, yo pidiendo un poco de tiempo para vernos y tú me sales con esto. Te estás poniendo en una actitud muy inmadura, Victoria, y no estás pensando lo que dices – resopló a través del teléfono – Si Vivian y yo hemos estados juntos estos últimos días es por Carla, porque necesitábamos solucionar un asunto juntos, como padres de la niña, pero al parecer eso tú no lo entiendes.

- No, claro que lo entiendo, de la misma manera que tú debes entender que yo debo irme a Pachuca, con Omar, a celebrar el cumpleaños de nuestra hija y no tengo cabeza
para absolutamente nada más, así que ve y sigue solucionando tus temas en tu casa que yo me encargo de los míos– dijo.

- ¿Es tu última palabra? – preguntaba César con una clara molestia.

- Sí. Hoy no se puede, César, y disculpa, pero tengo que cortar -explicaba Victoria tratando de ocultar las terribles ganas que tenía de verlo.

- Bien, será como tu digas – y sin darle tiempo a responder, César colgó la llamada.

FIN DEL FLASHBACK

¿Estaba mal lo que había hecho?¿Quizás Victoria tenía razón y realmente no podía ir a verlo? ¿O era él el que estaba en lo cierto y Victoria se había dejado llevar por los celos? Estás y otras interrogantes rondaban en la cabeza de César hasta que sintió que tocaban la puerta de su despacho e indicó a la persona que estaba detrás que podía pasar.

- César, disculpa que te interrumpa, pero Carla me dijo que quiere ir a cenar y pues, quiere hacerlo con nosotros. – indicó Vivian de forma tímida - El doctor dijo que lo mejor para ella es vernos bien, tranquilos, y creo que podemos hacerlo por ella –
explicaba.

César la miró y sabía que tenía razón, debían de darle a Carla toda la estabilidad posible y esta era una forma de conseguirlo, yendo a cenar los tres como los viejos tiempos, así que no lo tuvo que pensar más y aceptó, con el único fin de ver a su hija bien.
….

La fiesta estaba en su mejor momento. Victoria había partido el pastel con sus hijos, les habían cantado las mañanitas y hasta había bailado con ellos algunas canciones. Estaba en la mesa con sus hermanas y algunas amigas, y después de tomarse algunas fotos, se escusó diciendo que iba a verificar un tema con el catering y salió de la zona con su teléfono en la mano. Al llegar a un lugar solitario de ese hermoso lugar de recepciones, sacó su teléfono e instintivamente entró a whatsapp y verificó su última conexión. Había estado en línea hace tan solo un par de minutos así que no dudó en llamarlo, necesitaba hablar con él y pedirle disculpas por sus celos sin sentido y, sobre todo, por no haber acudido al encuentro que él le
solicitó. Un, dos, tres timbradas y él no contestaba.

- Contesta, mi amor, por favor – pedía como si él pudiera escucharla.
Y a la quinta timbrada, cuando ya parecía que la llamada iría al buzón, el auricular se descolgó.

- ¿Bueno? ¿César? – preguntó Victoria extrañada de no escuchar su voz, pero cuando iba a volver a cuestionar, una voz conocida por ella se coló en los auriculares, sacándola de cuadro. “César, te espero en el auto”, exclamó la mujer del otro lado de la línea y dos segundos después la voz de César se hizo presente.

- ¿Aló? ¿Victoria? – cuestionó César sin saber que Victoria había escuchado a Vivian.

- ¿Dónde estás? – preguntó Victoria con coraje. Una película se había formado ya en su cabeza ¿Qué hacía César con Vivian a esta hora y dónde estaban?

- Hola Vicky, qué gusto escucharte, yo muy bien y ¿tú? – le respondió César.

- No estoy jugando, Évora. Dime dónde carajos estás y por qué estás con Vivian –resopló Victoria.

- Estamos saliendo de un restaurant, vinimos a cenar – César omitió el pequeño detalle que su hija estaba con ellos a propósito.

- Hijo de la chin… - Victoria se contuvo porque vio como un grupo de jóvenes pasaba por su lado.

César trató de no reírse, le encantaba escuchar a Victoria celosa, era una de sus facetas favoritas el verla o escucharla hacer corajes de la nada.

- Hey, señora, ese vocabulario – le dijo con un tono burlón.

- Me importa una mierda mi vocabulario, César. ¿Qué carajo crees que estás haciendo? ¿Ahora eres tú el que se está cobrando el que yo no haya ido a verte ayer? ¿Es eso? – preguntaba Victoria alterada.

César levantaba la vista al cielo mientras la escuchaba y pedía a Dios que la ayudara a entender a esa mujer que tanto amaba y lo volvía loco.

- Cálmate, Victoria, que no ha pasado nada – le explicaba.

- ¿Nada le llamas al hecho de que estés cenando con tu mujercita en un restaurant, solos? – Victoria sentía que sus pulsaciones aumentaban a cada segundo.

- Yo de verdad que no te entiendo – le decía César – me reclamas que me vaya a cenar con Vivian y tú estás en Pachuca con Omar, en la fiesta de tu hija y yo no te he dicho absolutamente nada – explicaba.

- No es lo mismo, carajo. Yo estoy aquí porque es la fiesta mi hija, sí, no estoy en una cena romántica con mi marido, a solas – levantaba la voz.

- ¿Quién te dijo que estoy a solas con ella? – le cuestionó – Estamos con Carla, ella quiso salir a cenar en familia y no pudimos negarnos, es necesario para su bienestar.

Victoria resopló y en su mente dijo todas las malas palabras que conocía y las que estaban por inventarse para descargar su frustración de una u otra manera.

- ¿Sabes qué, César? Yo te llamaba para decirte que te extraño, que me disculparas por no haber ido ayer a nuestra casa, que me muero de ganas por besarte y porque estés aquí conmigo, pero veo que no vale de nada porque tú estás jugando a la familia feliz con tu esposa y tu hija – Victoria hablaba rápido producto del enojo – entiendo que Carla está pasando por un mal momento pero eso no es pretexto para que tu
mujercita esté detrás de ti como lo ha estado todo este tiempo. Ahora ya ni en Televisa nos cruzamos porque tu tiempo libre te la pasas con ella haciendo sabe Dios qué – le decía – yo no puedo seguir así.

César escuchaba cada una de las palabras de Victoria y se sentía un poco culpable por no haberle dicho desde el principio que estaban allí con Carla, pero es que ella se había puesto a la defensiva desde el segundo uno.

- A ver, Victoria, cálmate – le pedía César- para empezar, yo no estoy con mi mujercita porque mi mujer, el amor de mi vida y la mujer con la que quiero vivir el resto de mi vida, eres tú – Victoria sonrió un poco ante esto – Segundo, estos días y hoy hemos estado juntos, sí, pero por el bienestar de Carla, el psicólogo indicó que debemos ser muy pacientes y cuidadosos con ella para evitar que caiga en depresión y eso estamos haciendo, nada más, cuidar del bienestar de nuestra hija. Yo no estoy interesado en Vivian ni en una cita romántica con ella porque con la única mujer con la que quiero una y mil noches románticas es contigo, porque te amo, y aunque discutamos por tonterías eres lo mejor que me ha pasado en la vida – le dijo César con la voz más dulce que encontró, tratando de que ella entendiera lo mucho que la amaba.

Victoria escuchó las palabras de César y como por arte de magia el coraje desapareció, y una sonrisa se instaló en su rostro. Su César, su amor, le había reafirmado una vez más lo mucho que la amaba y ella no podía sentirse más orgullosa y complacida de tener un hombre así a su lado.

- Te amo, César Évora. Te amo como jamás he amado a nadie y me aterra el hecho de perderte, de pensar que te pierdo y que vas a correr a los brazos de Vivian o de cualquier otra mujer – explicaba Victoria con la voz entrecortada – Perdóname por ser tan celosa y armar estas escenas, es que en el fondo todavía soy una jovencita inmadura que no quiere que toquen lo suyo, y tú, César, eres mío- sentenció.

- Tuyo, mi amor, soy tuyo. No tienes nada que temer, lo prometo. – le dijo – ahora debo volver a casa porque Carla debe dormir, pero el lunes a primera hora te espero en casa con un desayuno exquisito y una dosis de besos extra grande.

- Estaré esperando ansiosa nuestro encuentro, mi cielo. Te amo, nos vemos el lunes, te mando un beso.

Se escuchó un suspiro de ambos y colgaron la llamada. Al parecer habían dejado la pequeña rencilla atrás y en un par de días les esperaba un encuentro glorioso, en el cual seguramente le sacarán chispas no solamente a sus labios, sino también a muchos rincones de su casa.

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