Capítulo 1 - Morgan

22 3 1
                                    

Tras un par de horas interminables de hacer autostop y aguantar la irritante música de mi hermana pequeña, llegamos a lo que podría ser una maldita pocilga, nada tenía que ver con nuestro lujoso apartamento de Nueva York.

Ahora entiendo el porqué mamá insistía tanto en que mantuviéramos la calma al llegar a nuestros pequeño "paraíso" al sur de Virginia.

Mientras yo bajaba cuatro pesadas maletas, de las cuales sólo una era mía, Veronica salió disparada como una flecha al interior del pequeño hostal, y por sus gritos de horror creo que las advertencias de nuestra madre no sirvieron de mucho.

Tras instalarnos en lo que parecía un laberinto, y cito textualmente laberinto, porque para llegar a la minúscula habitación que compartíamos Veronica y yo había que pasar por un bar y unos cuantos pasillos, nuestra madre fue a saludar a la tía Mary y después empezó su turno en el embarcadero turístico. No era un gran trabajo comparado a la antigua empresa. Tendría que implicarse más.

—Morir en la horca hubiera sido menos doloroso que dejar Nueva York—. Cómo no, mi dramática hermana siendo tan positiva como siempre. En estos momentos no necesitábamos más malos rollos, pero ese comentario quejoso de Veronica me arrancó una carcajada.

—La verdad, me sorprendió que no le arrancases los ojos a mamá y papá tras darnos la noticia—. Le respondí yo con mi habitual tono sarcástico, Verónica puso sus ojos en blanco.

—¿Sabes? aún sigo esperando a que papá nos diga cuando van a llegar nuestras tarjetas de crédito—. Ronnie como siempre, pensado en su próxima adquisición. —La tienda de ropa más cercana está a unos treinta minutos en coche, así que dudo que te vaya a servir de mucho—.

Entonces el sonido hueco de unos nudillos tocando a la puerta cortaron nuestra conversación.

Miré a Veronica extrañada a lo que ella me respondió encogiéndose de hombros e invitó a pasar al desconocido. —Adelante, puedes pasar—. Al abrirse la puerta apareció un chico apoyado en el marco que dejaba todo su peso sobre una pierna, era alto y moreno, y aparentaba unos diecisiete años más o menos.

—Bienvenidas—. El chico se fijó detenidamente en nuestras maletas y toda la ropa esparcida por la cama. —Veo que ya os habéis instalado—. Al terminar la frase paso dentro, y se sentó en la cama, al lado de Veronica, seguidamente ella se apartó, lanzándole una mirada desafiante, de esas que te hielan la mente y hacen que un escalofrío recorra tu columna. Personalmente, creo que ese tipo de miradas deberían llevar su nombre.

Tras asimilar la gélida mirada de Veronica se presentó. —Soy Jake, vuestros primo—. Dijo carraspeando. Nuestras caras de sorpresa fueron dignas de una foto. Mamá nunca mencionó la existencia de ningún primo. Jake siguió hablando.

—Parece que ahora vamos a vivir juntos— dijo este. Pensé que a Veronica se le iba a dislocar la mandíbula de lo mucho que abrió la boca. Solo llevábamos aquí un par de horas y parecía que todo eran problemas.

—Puede que sea por la edad, pero parece que empiezo a tener problemas auditivos, porque acabo de oír que has dicho que vamos a vivir juntos—. Contesté sarcásticamente. —Has oído bien, vais a vivir conmigo y con el resto de huéspedes—. En ese mismo instante fue cuando Veronica entro en pánico. Echó de la habitación a patadas a un Jake bastante sorprendido y asustado. Se giró para mírame con el ceño fruncido y la mandíbula tensa, y se dejó caer de espaldas a la cama.

—Mátame, por favor—. Suspiró, y se tapó la cara con la almohada. No pude reprimir las carcajadas, que se escaparon por mi boca.
—¿Como diablos puedes estar tan calmada sabiendo que vamos a convivir con una panda de desconocidos?— Me dijo girándose hacia mí. —Tomándomelo con humor, porque si no lo hago yo, ¿quien lo va a hacer?—

En ese mismo momento mamá nos llamó para que fuéramos a cenar. —Aún no te puedes morir, no te atrevas a dejarme sola para la cena—. Le amenacé en broma. Veronica gruñó bajo la almohada. —¿Que harías sin mí?— dijo en tono compasivo.
—Seguramente, vivir más tranquila—. Respondí entre dientes, y ambas salimos en dirección al bar.

La cena estaba siendo todo un cliché, hablando de lo mucho que habíamos cambiado y lo grandes que estábamos.
—Hacía diez años que no nos veíamos, Linah, tus hijas han crecido mucho, prácticamente ya ni se parecen—. Dijo la tía Mary. Y ciertamente era así, Ronnie tenía el pelo corto y de un tono rubio ceniza, en lo único en lo que nos parecíamos era en el color pardo de nuestros ojos, herencia de nuestra familia materna. En cambio, mi pelo era incluso más corto que el suyo, y anaranjado.

—Bueno, es cierto, pero Jake también ha crecido, la última vez que lo vi no era más que un bebé regordete —. El comentario inocente de mamá causó una ola de carcajadas que avergonzaron a Jake, que estaba visiblemente ruborizado.

Después de esta extraña e incómoda cena, cada uno nos dirigimos a nuestras respectivas habitaciones con la esperanza de despertar a la mañana siguiente en Nueva York.

ParallelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora