Capítulo 9 - Morgan

12 4 0
                                    

Después de pasar la noche en la playa con los chicos, Ronnie y yo volvimos a casa y estuvimos toda la madrugada hablando. Echaba de menos una conversación así con mi hermana. Como ninguna de nosotras teníamos sueño, y mañana era domingo no teníamos ningún tipo de preocupación.

—¿Y por qué no quieres?— Veronica no paraba de insistirme. Me estaba empezando a hartar. —Porque no. Asúmelo, eso no va a pasar—. Dije ahogando un grito para no despertar a nadie. —Te estas empezando a poner roja—. Dijo mi condenada hermana en tono juguetón. —No digas tonterías, a Daniel solo lo veo como un amigo—. Solté intentando hacer que lo entendiera. —No te equivoques. A Scarlett solo la ves como a una amiga—. Me reprochó Veronica. Se estaba entrometiendo demasiado. —Pero si ya sabes todo lo que ha pasado entre Scarlett y yo—. Dije ya desesperada. —Morgan, no te voy a presionar más, pero he visto como lo miras, y sobretodo como te mira él a ti. Sus sentimientos son más que evidentes—. Dijo para finalizar Ronnie en tono sincero.

Estaba totalmente agotada. —Suficiente charla por hoy. Vayamonos a dormir—. Dije bostezando. —¿Te has tomado tus pastillas?— Me preguntó Ronnie tan atenta como siempre. Desde bien pequeña he tenido problemas de ansiedad. Aun recuerdo con claridad mi primera crisis. Veronica solía asistir a clases particulares de patinaje. Un día su profesora llamó para que fuesemos a recogerla porque no se encontraba muy bien. Era una tarde lluviosa, nuestros padres discutían, como siempre. Papá se distrajo un segundo de la carretera y tuvo que frenar en seco para no atropellar a un peatón. Supongo que me asusté, se me acumuló todo y exploté. Y esto solo fue el principio de todo, con los años fue a peor, y progresivamente más a diario.

—Qué cabeza la mía, casi se me olvida—. En fin, recordar cosas importantes no era mi fuerte. —Otra vez. ¿Qué harías sin mí?— Dijo Veronica satisfecha. —Anda, vamos a por tus pastillas—. Dijo abriendo la puerta sigilosamente. Avanzamos entre pasillos para buscar mi bolsa de medicinas. Estábamos casi en el bar cuando oímos un ruido y nos agazapamos para no ser descubiertas. Al ver qué no cesaba este, seguimos avanzando pero arrastrándonos por el grasiento suelo, en plan militar. Veronica iba delante de mí, por lo que yo tenia una perfecta visión de su retaguardia.

—Oye, Ronnie—. Dije susurrando entre risas. —¿Qué narices quieres ahora?— Gruñó ella con asco. —¿Esas bragas son nuevas?— Le pregunté estallando en una carcajada. —Sh. ¿Te parece un momento adecuado para preguntarme eso?— Se notaba que se estaba empezando a hartar de mí. —Odio que me respondas a una pregunta con otra—. Dije haciendo un falso puchero. 

Una vez que llegamos hasta el bar y encontramos la puñetera bolsa de las pastillas cogí un vaso con agua y me tome la dosis prescrita por mí orejuda doctora Samuel. —Adivina a qué me recuerda esto—. Me preguntó Veronica de la nada. —¿A la escena esa tan graciosa de la peli de zombies que vimos ayer?— Le respondí sin pensar. —¿Qué? ¡No!— Dijo Ronnie sorprendida. —Me recuerda a cuándo de pequeñas salíamos en medio de la noche a la cocina a por helado de vainilla—. Dijo Ronnie melancólica. Era cierto. Eso me hizo recordar todos los momentos bonitos juntas. Como cuando estábamos en la montaña, montando a caballo y Ronnie se calló del suyo a un charco de barro. Me hizo llevarla a caballito hasta la cabaña donde estaban papá y mamá. 

La vuelta a nuestra habitación fue un escándalo, a diferencia del viaje de ida aquí no nos importó mucho despertar a alguien. Esto lo digo porqué sin querer le di una patada a una mesita y casi tiro un jarrón de la tia Mary. —Ya me jodería que para ir al bar haya tenido que manchar mi bonito pijama lencero, arrastrándome por el suelo y que tu ahora casi tires la urna de porcelana de la tia Mary—. Me regañó Ronnie predeciblemente, perdía el tiempo la verdad, soy un caso perdido. 

Una vez ya acostadas cada una en nuestra cama me fije en que Ronnie estaba embobada mirando al móvil y con una sonrisilla tonta. —¿Con quién estas hablando?— Dije abalanzándome sobre mi hermana cual liebre.  —Con nadie. Déjame—. Dijo Veronica huidiza. Pero esta vez su modo "déjame-no-tengo-nada-que-contarte" no iba a funcionar. Así que le hice cosquillas hasta que soltó el móvil, me llevé un puñetazo, pero bueno, valió la pena. No podía creer lo que había visto. —¿Pero y esto? ¿Desde cuándo hablas tanto con Ian?— Dije curioseando sus conversaciones. Veronica se puso como un basilisco muy enfadado, saltó de la cama como si tuviera el alma de diablo dentro y me hizo un placaje arrebatándomelo el móvil bestialmente.

—Auch. Para ser una metro y medio tienes la fuerza de un mini Hulk—. Mi medio-hermana-medio-bestia me gruñó como respuesta. Parecía ser siempre su respuesta por defecto para mis tonterías. —Solo me hablaba para decirme que Daniel estaba revelando las fotos de hoy en la playa—. Dijo Ronnie con tono molesto. —¿A las cuatro y media de la madrugada? Tenia entendido que su hora de dormir era a las doce—. Dije medio bromeando. —No seas mala. Tampoco es tan pequeño, solo tiene un año menos—. Me espetó Ronnie defendiendo a Ian. La cosa mejoraba por momentos. —No intentes cambiarme de tema. ¿Desde cuándo sois tan amiguitos?— Le dije con un tono juguetón, especialmente en esa ultima palabra. —No malinterpretes las cosas. Andrew todavía está muy reciente—. Me respondió Ronnie sin mirarme a la cara. —No me cuentes historias, si lo dejaste tú—. Dije reprochándole los hechos.

Que Andrew no me caía nada bien era de lo más evidente. Nunca me llegó a encajar, ni me gustaba para mi hermana. Desde que Ronnie llegó a casa una noche llorando tras una discusión en la que ese cabronazo la había empujado y gritado, tengo ganas de matarlo. Solo el hecho de mencionarlo me ponía violenta, como Ronnie ya sabia eso, me cambió de tema.

—Bueno sí, puede que hable a veces con Ian, pero solo como amigos. No empieces a conspirar, que te conozco—. Mi instinto me dice que mi hermana me esta intentando colar una gran trola, pero si así fuera, la verdad es que no me importaría el hecho de que tuvieran algo. Es más, el yogurín me gusta para Ronnie.

—Sí, claro, te creo. Anda vámonos a dormir—. Dije dandole la razón como a los tontos. —Venga, buenas noches—. Dijo Ronnie girándoselo en su cama. —Que tengas dulces sueños. Con sabor a yogur—. Dije haciendo referencia una broma interna que tengo conmigo misma. Ronnie se giró para mirarme extraña y de su boca salió una risilla.

ParallelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora