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El caótico ruido usual en las mañanas en esa zona de Tokio empezaba a filtrarse en el interior del pequeño apartamento, ubicado en lo alto de uno de los edificios del lugar, el clac son de un auto, hizo que la joven que dormía tan profundamente iniciara a despertarse, incomoda por aquel persistente ruido que seguramente molestaba a todos los residentes del apartamento.

La joven pelinaranja intentó girarse hacia la izquierda pero los fuertes brazos que le aprisionaban le impedían hacerlo. Sus parpados se movieron despacio hasta lograr visualizar aquello que le impedía moverse con libertad, sonrió levemente al sentir como de esa manera tan sobre protectora Kirito la abrazaba.

El solo sentirse dichosa de estar a su lado, le hizo dejarse querer por otros minutos por su prometido, deseaba darse la vuelta para apreciar su adormilado rostro, aquella actividad que desde sus vida de casados en la cabaña del piso 22 en Aincrad disfrutaba, desistió al no desear despertarlo y reprimió sus impulsos de verle dormir en silencio.

Se quedó en esa posición por otros minutos antes de decidir levantarse al ver lo tarde que se le haría si se quedaba en la cama por más tiempo, con cuidado de no despertar al azabache se liberó de los fuertes brazos del joven para levantarse e iniciar a buscar su ropa, la cual se encontraba tirada en algún lugar. En los últimos días ya se le estaba volviendo mala costumbre despertar con su piel expuesta y lo que paso anoche no fue para menos, aun se apenaba pero le era imposible negar algo que ella también deseaba.

Al no dar con su ropa decidió cubrir su cuerpo con una de sus batas antes de dirigirse al baño para tomar una rápida ducha antes de salir a carreras a prepararse para el gran día que le esperaba en la siguiente mañana. Apenas había podido alejarse escasos treinta centímetros del lugar cuando una de las esquinas de su bata fue jalada, obligándola a detenerse y voltear hacia su captor.

—¿Te irás tan pronto?—la lastimosa voz que utilizó el azabache, le hacía sonar como un niño pequeño, lo cual ya no lo era, ella misma vio cada cambio en ese joven que amaba con todo su ser.

—Tomare una ducha —informó, los ojos de Kirito brillaron de esa manera que tan bien conocía —Y luego llamare un taxi para ir a casa de mis padres —rápidamente la emoción en su prometido se esfumo tras decir esto último.

—Siempre puedo llevarte en mi motocicleta —sugirió no muy convencido de dejarla que un desconocido la transportara por las caóticas calles de Tokio — De momento sería bueno comenzar la mañana bañarnos juntos.

Asuna rápidamente se acercó a él para detenerlo al notar que tenía la intención de quitarse la sábana, única prenda que lo cubría de su desnudes. Sigió reteniéndolo, negando su deseo de verlo bajo la regadera a estas horas de la mañana.

—Kirito-kun, solo tomare una ducha —expresó con decisión, se juró no caer rendida ante él —Cuando la tomamos juntos no hacemos precisamente lo que deberíamos —la pena ardía en sus mejías al decirlo, terminaban devorándose —Será mejor que descanses, acabare en unos minutos y luego puedes tomar una por aparte —aclaró para no darle falsas ilusiones.

El disgusto en el rostro de su prometido le pareció gracioso, pero sabía que solo se comportaba como un chiquillo berrinchudo para persuadirla y lograr aquello que deseaba.

Lo amaba con su alma y le dolía no poder estar con él, quería abrazarlo y cumplirle uno de sus caprichos solo para calmarlo pero, eso sería romper su palabra.

—No es justo —protestó cruzando sus brazos frente a su pecho desnudo —Te irás y me dejaras solo —habló disgustado.

—Es una tradición... —hizo una pausa para reír al ver su actitud infantil tan a flote en ese día —Los novios no deben verse hasta el día de la boda —acarició los oscuros cabellos del joven para tratar de consolarlo.

No Fue Suficiente...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora