VI

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Por tercera vez en ese instante, vio la hora en el reloj de su muñeca, no podía hacer más que seguir esperando que el minutero diera otras cinco veces más la vuelta. El tiempo nunca le supo más lento..., debería estar sentado en su oficina leyendo contratos, armando tratos no en ese lugar a espera de su antiguo amor.

Su familia era más importante que los negocios. Esa fue la conclusión a la que llegó.

Quería llevarse la mano a alborotarse los cabellos, pero se abstuvo al no querer estropear su peinado, al menos quería mantenerse apuesto para recibir a Asuna, también porque tenía una reunión por la tarde y, Sinon le regañaría por llegar desalineado.

Un pétalo se desprendió de una de las rosas del abundante ramo que compró de camino al edificio. El lenguaje de las flores —aun recordaba el significado de cada una de ellas. Para esa ocasión eligió rosas blancas.

En medio de sus pensamientos, escuchó la puerta abriéndose. Alejó la espalda de la pared y fue directo a dónde la hermosa subcomandante salía.

Asuna estaba preciosa con su falda negra tallada y la blusa celeste, con las mangas recogidas abajo del codo. El rojo en sus labios la hacía ver sensual, el último toque fue en su cabello, se encontraba atado con una cinta del mismo color que la falda.

—Buenos días Asuna.

Ella se mostró sorprendida al notar su presencia, se ruborizó, quizás al recordar el arrebató de anoche. Cerró la puerta antes de devolver el saludo.

—No esperaba encontrarte aquí —dijo sincera.

—Me desvíe de camino al trabajo y aprovechando quise pasar a llevarte a la oficina.

Los ojos de Asuna se engrandecieron, se pasó el bolso a la otra mano, su fleco le cayó enfrente de sus ojos por lo que tuvo que acomodarlo atrás de su oreja.

—Aprecio mucho que te hayas molestado, pero n...

—También te traje esto —le dio el ramo al sentir el rechazo inminente que le daría.

—Muchas gracias —una sonrisa tímidamente se formó en sus labios. —Pero no puedo aceptarlo, Kirito tu tienes...

—Cada vez que veo una flor me acuerdo de ti —habló con la esperanza de persuadirla, el beso de ayer sin dudas la hizo pensar mejor la situación. —Cada vez te traía una diferente, la luz que emitía tu felicidad me hacía el hombre más feliz de la tierra.

La vergüenza que invadió a Asuna era la misma de hace siete años, adoraba verla de esa forma.

—La vez que te di un girasol, fuimos a comer a un pequeño restaurante en Akihabara, necesitaba unos accesorios y tuvimos que llevarlo con cuidado para no lastimarlo.

—Un otaku casi chocaba conmigo cuando salimos de aquella tienda —rio con nostalgia al recordarlo.

Le acompañó en su gracia por un par de segundos más, reduciendo la incomodidad que flotaba entre ellos.

—¿Dejaras que te lleve? —insistió.

Ella respiró profundamente. —No sería adecuado, estás comprometido, además tengo mi propio coche.

—Asuna yo... —quería decirle que iba dejar a Alice pero, si aceleraba todo otra vez, empeoraría la negación de ella. —¿Al menos aceptaras este detalle?

Asuna miró las rosas y a pesar que sonrió, negó con la cabeza.

—Voy tarde, te enviaré la fase dos del proyecto cuando llegue a la oficina.

No Fue Suficiente...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora