Sábado, 17 de Agosto de 2019.

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-¡Fuego! ¡Fuego!
-Bajad todos.
-Apagad el fuego.
Los gritos se confundían en la oscuridad, la única luz eran las llamas que se apropiaban del edificio.
Desde aquel día, nada fue como antes.
Cuando pudieron volver los propietarios a sus casas, todas las noches se les aparecía la muerte para llevarse a uno de ellos.
El edificio fue quedándose sin vecinos, todos la veían aparecer, desde la mirilla, asustados, cerrando sus casas con llave.
Hasta que llegó, a mi casa, por abrir la puerta cuando se llevaba a uno de mis vecinos.
-Hola, amigos míos.
Se apareció detrás de nosotros, en el oscuro pasillo, y mi madre cerró la puerta rápidamente.
-¡Es la parca!
-Sí, soy yo, encantada de conoceros.
Tenía aspecto de mujer, con el pelo negro, liso aunque enredado, tapándole la cara.
Era una figura alta y delgada.
Se acercó a mi padre, que estaba en el extremo derecho.
El tenía una expresión de miedo en la cara,ella iba acercando su mano cada vez más a su corazón hasta que aparece una chica, con aspecto angelical.
-Espera, hagamos un trato.
La parca se giró nerviosa y bruscamente, se veía seriedad en su expresión, casi tapada por el pelo.
-¿Que tipo de trato?
-Te doy el secreto de la felicidad, y dejas el edificio.
-No puedo hacer eso.
-¿Estás segura?
Se quedó pensativa, la verdad es que hacía tiempo que había perdido la felicidad, ya no recordaba nada positivo, solo oscuridad y pesimismo.
Había olvidado hasta lo que significaba, y si alguna vez lo había sentido.
-Acepto.
La chica con aspecto angelical, de piel blanca y pelo castaño lacio cayendo por los hombros se llevó a la parca a la cocina.
Sacó una taza, puso agua del grifo y hizo té, le dio una taza a la parca.
Mi madre estaba nerviosa, le llamó la atención por darle una taza llena por si no le gustaba.
Ese enfado cubría el miedo de que a la parca no le gustara.
Pero al probar el té una sonrisa asomó, se apartó un poco el pelo de la cara, y el pelo enredado ahora parecía perfectamente peinado.
Mientras se dirigía a la puerta, después de decidir no llevarse a mi padre, yo la paré.
-Por favor, igual es mucho pedir, pero me gustaría ver a mis abuelos.
Ella asintió, y al salir se dirigió a la puerta de enfrente para devolver los vecinos que se había llevado.
Así pasó el tiempo, hasta que un día normal, en el que ya no recordaba nada, vi una pareja de ancianos a lo lejos en el supermercado.
Su figura me enterneció, pues parecían mis abuelos, hasta que me acerqué, y me acordé de lo que pasó después del incendio.
-¡Abuelos!
La parca me había hecho un gran favor, y no sólo a mí; mi padre, mi madre y mi hermana, también podían verlos.
La emoción nos llenó, y yo no pude hacer más que correr a los brazos de mi yayi, la sentía más nítida que en otros sueños, podía verle cada arruga, podía sentir su abrazo, con sus manos calentitas, la fuerza al sujetarme fuerte contra ella, las dos nos abrazábamos, después de un largo tiempo de espera.
-Yayi te quiero mucho.-Le decía entre lágrimas.
Y luego vi a mi abuelo, estaba como siempre, alto y musculoso, con su barriguita y aspecto serio.
Mi hermana antes lo abrazó, y ahora lo abrazaba yo.
Pero después de verlos a los dos, se fueron haciendo menos nítidos, más borrosos.
Se fundían más con la luz del ambiente, y el ambiente cada vez se volvía más blanco.
Blanco hasta volver a mi estado consciente.
Tumbada, en el sofá, una noche de verano, había tenido el tercer sueño con el que me reencontraba con mi yayi, y el primero para reencontrarme con mi abuelo.
Y esta vez, probablemente, había sido la vez que más real parecía.

I'M CANDELADonde viven las historias. Descúbrelo ahora