#Lilian
—Pueden irse en paz, la terapia ha finalizado, que Dios los acompañe en su camino a la curación.
Agh. La terapia... Algo que me atormentaba cada fin de semana, era necesario, según mi madre aquí encontraría la salvación mas lo que ella no sabía era que lo que yo tenía no venía incluido con un paquete de salvación.
Salí lento hacia el auto de mamá.
El día se encontraba nublado sin embargo desde lejos podía divisar la sonrisa de preocupación de mamá.
— Cariño, ¿cómo te fue?, ¿hiciste amigos hoy? — me pregunto mamá emocionada encendiendo el auto.
— No mamá — conteste acomodando mi rubio flequillo de forma que me tapara un ojo para seguidamente ponerme la capucha.
Mamá me miró con desaprobación a la par que negaba la cabeza con ternura.
— Mirate niña, con el pelo tapandote toda la cara, pareces una ladronzuela — río para seguidamente quitarme la capucha y el pelo de la cara.
Me limite a asentir fastidiada, no podía hacer nada en contra a fin de cuentas.
Observé como el paisaje cambiaba poco a poco a la par que avanzabamos rumbo a casa, como las casas se hacían más y más pequeñas y como mis manos temblaban de ansiedad, necesitaba un cigarrillo, ya.
— Prepare una nueva ensalada — dijo mamá mirándome de reojo.
Le devolví la mirada.
No, definitivamente no, a la mierda las terapias, a la mierda ella.
Ya en casa, me dirigí corriendo hacia el baño. Frente a mi, en el espejo se encontraba una chica rubia, la piel pálida y los ojos hundidos, moje mi rostro, bebí un poco de agua y respire, ya está, todo está bien.
—¿Lulu estás allí? ¿Te sientes bien cariño? Dejaré tu ensalada en el refrigerados, debo ir a trabajar.
— Está bien mamá, gracias.
Esperé hasta escuchar como el cerrojo de la puerta sonaba entonces fui hasta la cocina, tomé una bolsa abrí el refrigerador y mire la ensalada durante un momento.
Mi estómago rugio, se veía bien...
Pero no, negué con la cabeza y heche todo a una bolsa.
Mire hacia el piso cuando sentí como algo empujaba mi pierna, era Fifi, una pequeña bolita de pelos blanca que papá me había regalado para mi cumpleaños 16 antes de fugarse con una de sus alumnas de primer año, la tomé en brazos y sonreí recordando como la pequeña Fifi había salido ladrando de una bonita caja roja.
— Ven aquí preciosa — dije para seguidamente tomarla en brazos — ¿Quieres ir a dar un paseo?
Así fue como Fifi y yo terminamos alejándonos de nuestro hogar, bastante, las casas se hacían más grandes a cada paso, los patios más hermosos y el cielo más oscuro.
De pronto paramos frente a una bonita cafetería en un lugar que lograba reconocer.
Todo el mundo se cayó, no podía creerlo, aquel chico de la sonrisa risueña, moreno y con aquel mostacho que me arrancaba una sonrisa cuando sus labios se juntaban con los míos, se encontraba sentado en la cafetería mirando a alguien que reconocí con sorpresa como solía mirarme, la maestra Turner y quien pensé mi novio se daban un tierno beso a la par que salían de la cafetería en la que había pasado tanto tiempo con Jesse.
Fifi empezó a gruñir en su dirección por lo que tuve que agarrarla para que ni Jesse ni la señorita Turner nos vieran.
Entonces corrí, corrí lejos de allí, corrí con lágrimas en los ojos decepcionada de mi misma hasta llegar a mi casa, mi lugar seguro, mi hogar.
Una vez en mi habitación miré a Fifi quién me miraba asustada e incluso podía sentir aflicción en su mirada y la abracé secando las lágrimas que corrían por mis mejillas pensando en que haría.
¿Qué harás ahora Lilian? ¿Qué?
Entonces recordé todos los momentos hermosos que había pasado con Jesse. Como habíamos chocado por casualidad, como me había burlado de su mostacho, todos los momentos felices hasta que empezó a actuar raro. Pero Jesse era popular, y yo, no quería dejar de serlo, estaba a solo un paso de ingresar a la universidad, necesitaba de su popularidad. Esto me había dolido mucho, pero debía pensar en lo mejor para mí, las cosas no son eternas en ningún caso.
Respire, tomé un cigarrillo y me senté en la pequeña ventana de mi habitación que daba al viejo y marchito patio para observar como el sol iba desapareciendo poco a poco, allí en silencio, decidí que estaba tomando la decisión correcta.
No tome noción del tiempo hasta que escuché como alguien ingresaba por la puerta de mi habitación.
— ¿Lulu? Las estrellas están hermosas ¿No es así? — preguntó mamá.
La mire, su maquillaje ligeramente corrido, el pelo recogido en una coleta desordenada y un ceñido vestido negro que se adheria a su cuerpo cual segunda piel el cual emanaba una mezcla entre sudor, cigarrillos y perfume barato.
— No fue un buen día ¿No es así?
Ella me regalo una sonrisa torcida.
— No. ¿Puedo dormir contigo? No quiero sentirme sola.
— Pronto estaremos bien mamá — susurre sonriendo con culpabilidad.
— Claro que si mi pequeño ángel, no sé qué haría sin ti.
— Lo sé mamá, lo sé — respondí en tono de burla.
— Oye, conseguí material para arreglar tu uniforme y una tela hermosa para un nuevo vestido. Si quieres podemos...
Así fue como junto con mamá arreglamos el viejo uniforme de porrista de manera que pareciese nuevo y de la misma forma confeccionamos un hermoso vestido con la tela que había conseguido.
— ¿Qué te pareció la ensalada que prepare hoy para ti? — preguntó mamá una vez que nos acostamos en mi pequeña cama y apagamos las luces.
Suspiré con cierto sentido de culpabilidad e impotencia.
— Estuvo deliciosa mamá.
— Me alegro — susurro ella con voz adormilada —, no me interesa trabajar, el dolor ni la tristeza, todo vale la pena para mí si tú estas bien hija, ahora duerme.
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Devon
RandomJodidamente misterioso, cautivadoramente bello, un alma libre, así era Devon Callister, aquella persona que jamás podré olvidar.