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Llevabamos media hora en el coche, las carreteras estaban vacias a excepción de algunos coches, nos faltaba otra media hora para llegar a Toledo.

La chica y Joan iban callados en la parte trasera del coche, el chico no dejaba de llorar, al igual que mi mejor amiga.

–¿Qué vamos a hacer ahora, Natalia?–preguntba Marta.

–No lo sé, Marta, vamos a dejar que las cosas fluyan.

–¿Qué coño quieres que fluya en un puto apocalipsis zombie?–decia Joan inrritado.

–Como le vuelvas a hablar subiendole el tono asi de agresivo te corto los huevos.–dijo Alba mirando por la ventana con tranquilidad.

Miré por el espejo superior al chico y se había callado, pero aún tenía una mueca de enfadado, miré a Marta y estaba con los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás.

–Voy a poner la radio a ver si dicen algo.–hice lo dicho y lo primero que se escuchó es un grito que salia de la primera emisora seleccionada.

Llevamos dos horas encerrados en un supermercado, las ventanas estan por romperse porque los bichos estos cada vez se vuelven más agresivos, estamos desesper...

La voz másculina que hablaba se vió interrumpida por gritos y ruidos de cristales rotos, horrorizada, cambie de emisora y la mayoría no daban señales.

–¿Sabéis cuanto tiempo lleva todo estoy desatado?

–Desde anoche a las una y media.

Pensé en la chica con la que me había acostado esa noche, ¿cómo se habría contagiado? ¿y si me lo llega a pegar a mí? Lo más probable es que hubiera bajado a por algo para desayunar y se hubiera visto sorprendida por uno de ellos.

Pasaron otros veinte minutos y la chica rubia comenzó a mirar a todos lados, buscando algo que no sabía ni lo que era.

–¿Por donde tiro ahora?–pregunté reduciendo la velocidad del coche.

–Hay una casa por aqui que está abandonada, sabía que iba a pasar esto tarde o temprano.–esa última parte la dijo más bajito pero aún así la escuché.– No sé muy bien donde está pero allí tiene que haber, en principio y espero, cuatro amigos.

–Está bien, tú me vas diciendo...–esperé que me dijera su nombre, insinuandole con las cejas.

–Alba.–me miró por un microsegundo que me pareció una eternidad.

–Pues tú me dices, Alba.–noté como Marta me miraba suplicandome que me dejara de tias por un momento.

La miré y le hice un gesto de confusión falsa y ella tornó los ojos hacia arriba, volviendo a mirar por la ventana.

–¡Es ahí!–gritó Joan emocionado.

–Sí, entra a esa finca.

Asentí concentrada en la maniobra que estaba haciendo en ese momento, no sé si Marta y yo nos iríamos después de soltarlos a ellos o que ibamos a hacer.

–Muchas gracias, suerte.–dijo Joan saliendo del coche con rápidez.

Marta se giró molesta al chico, pero ya se había ido y después me miró a mí.

–¿Queréis quedaros aqui también? En compensación por habernos traido, muchas gracias, de verdad.–sonrió amablemente Alba.– Además sois simpáticas.–dijo en plan broma para quitarle hierro a la situación que acababa de formar Joan.

–Si no molestamos mucho nos hariaís un favorazo.–hablé yo al ver que Marta estaba ajena a la situación.

–Venid entonces.–nos bajamos del coche las tres y caminamos por aquel pequeño camino hasta llegar a la puerta de la casa.– Trae, te ayudo con las cosas.

endgame [albalia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora