Capítulo 1

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En el Juzgado...

Aquella mañana del primer mes del año era fría y el jurado declaró inocente al señor Montesco. Giacomo Montesco.

- Su señoría, esto es inconcebible - reclamó el jefe de policías Capuleto - ¡Complot! ¡No es posible que dejen libre a este asesino!

- ¡Señor Capuleto! - el juez golpeó el martillo contra el estrado y el capitán guardó silencio - El jurado ya dió su veredicto, se declara a Giacomo Montesco inocente de los cargos de asesinato y narcotráfico.

- Esto es inaudito... - dijo el capitán para si mismo conteniendo la rabia.

- Tío, ya sabíamos a que nos ateníamos con este caso. - Teobaldo Capuleto sostiene con fuerza el hombro de su capitán - La corrupción reina en esta ciudad.

Ambos, tío y sobrino, dirigieron su mirada a Giacomo Montesco, quien se encontraba sentado al otro lado de la sala con una sonrisa de oreja a oreja.

- Algún día la verdad acerca de ese falso hombre se sabrá, y no sólo caerá él, sino toda su familia - afirmó el capitán Capuleto.

Al día siguiente, cerca a las oficinas del Banco de Estado de Nueva York, Benvolio Montesco estaba retirando dinero de su cuenta bancaria cuando Teobaldo Capuleto, un simple oficial de policía, se acerca a él lleno de furia.

- ¿Más dinero manchado de sangre? - Teobaldo empujó con brutalidad al flacucho joven.

Este se puso de pie al instante y con mucha calma comenzó a hablar. - El juez Escaluz declaró inocente a mi tío. Si no estás contento con los resultados, Teobaldo, reclámale al juez en lugar de desquitarte conmigo.

Las fosas nasales del oficial Capuleto se ancharon, sus ojos se llenaron de cólera y se lanzó a Benvolio con  la mano posada en el arma, pero sin retirarla. Benvolio se mantuvo de pie aunque las rodillas le temblaban, lo este lo miro fijamente.

- ¿Proteger y servir ah? - Benvolio se sentía muy asustado, no obstante, enderezó los hombros con firmeza - No mereces esa placa.

Teobaldo Capuleto alzó el puño y lo dirigió al flacucho Benvolio cuando alguien lo detuvo. Era Mercus Montesco, quien se encontraba apretando con fuerza el puño de Teobaldo Capuleto. Detrás de él, se encontraba Romeo Montesco.

- ¿Algún problema, Ben? - Romeo se dirigió a Benvolio, este casi tambaleando negó con la cabeza.

- ¿Algún problema, Teobaldo? - Mercus esbozó una sonrisa burlona para Teobaldo quién retiro el puño asqueado.

Los Montesco eran conocidos por siempre andar en jauría - Teobaldo lo sabía bien - Los primos eran muy unidos y muy bien parecidos el uno del otro, se caracterizaban por tomar una postura relajada en situaciones desesperadas. Asimismo, poseían una actitud descarada, no era de sorprender puesto que eran osados. Incluso el más enclenque de ellos, Benvolio,  había hecho frente al abuso de poder de Teobaldo. Eso lo enfurecía aún más. Sin embargo, no podía hacer nada contra Mercus, ya se habían enfrentado antes y él no había salido victorioso. Además, el petulante Romeo también estaba presente - un niño bonito con buenos contactos - pensó Teobaldo. Se metería en muchos problemas si le parte la cara, pero valdría la pena. 

Una sonrisa maliciosa se formó en su rostro. Teobaldo estaba a punto de enfrentarse a los tres Montesco, cuando el capitán Capuleto grita su nombre unos metros más atrás.

- ¡Oficial Capuleto! - gritó el jefe de policías - ¡Alejese de esos señores y acérquese!

Los ojos del capitán ardían de furia, pero las llamaradas no iban dirigida a su inepto sobrino, sino para los Montesco, especialmente para Romeo, el único hijo de Giacomo Montesco.

Romeo y Julieta // Besos que matanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora