8. Sentimientos y joyas reales

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Victoria se delineó los ojos con cuidado y atomizó un poco de perfume en sus muñecas. Esos eran los últimos toques que le faltaban para completar su arreglo de esa noche. Alisó un poco su vestido verde mar y salió de su habitación. Sherlock y John estaban en la sala; el detective, pensativo como siempre, y el doctor, leyendo la prensa. Ambos miraron durante un momento a Victoria, aunque Sherlock lo hizo de reojo.

—Estás hermosa, Vicky —elogió John.

—Gracias, Johnny —dijo Victoria alegremente.

—Supongo que vas a salir con el riquillo drogadicto —soltó Sherlock de modo apático.

—Su nombre es Harry, no puede ser más vicioso que tú y sí, me ha invitado a su casa —resopló Victoria bastante molesta.

—No creo que sea tu tipo de hombre —masculló Sherlock.

—Tú no tienes ni idea de cuál es mi tipo de hombre.

—No es difícil deducirlo. Las mujeres siempre quieren a un hombre que las proteja y que las haga reír, algo así como un payaso ninja.

—Tú no sabes nada de mujeres —gruñó la joven y se marchó dando un portazo.

—Sin duda, nunca entenderé por qué buscan hombres así —susurró Sherlock, haciendo una mueca despectiva.

John lo miró con extrañeza; pero, aunque tenía una duda atragantada, optó por quedarse callado a vista de la imposibilidad de recibir una respuesta satisfactoria.

«¿Qué pasa entre esos dos?»








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Victoria salió de la habitación bien vestida a pesar de lo temprano de la hora, sorprendiéndola encontrar a un visitante que era atendido por Sherlock y John en la sala de estar.

—Creo que ya conoces a mi hermano Mycroft, Victoria —habló el detective.

—Sí, aunque no tuviese la educación de decirme su nombre —dijo Victoria un poco picada.

—Era un problema de seguridad —se excusó Mycroft, encogiéndose de hombros—. Como el que he venido a plantearle a Sherlock, que podría suponer un escándalo nacional.

—¿Qué pasó? ¿Se le perdió la tiara a la reina? —preguntó Victoria en tono de broma.

—No, Mycroft aún no ha perdido su tiara —dijo Sherlock—. Lo que se ha perdido es la corona de berilos.

—Ah, ¿tanto jaleo por eso? Yo pensé que solo te interesaban los casos singulares, Sherlock, no vulgares robos de joyas —replicó Victoria con un claro tono de decepción.

—No es cosa para tomar a bromas, señorita. La corona de berilos es una de las más preciadas posesiones del imperio británico —aclaró Mycroft con voz severa.

—No sé por qué la gente le da tanta importancia a unos pedruscos de colores sacados de la tierra —afirmó Victoria con gesto despectivo—. ¿Y qué tiene que ver tu hermano con las preciadas posesiones del imperio británico, Sherlock?

—¿Alguna vez te mencioné que él es el gobierno británico? —indagó el detective.

La quijada de Victoria cayó hasta el suelo.

—¡¿En serio?!

—Así es —replicó Sherlock, sin darle importancia—. Además, el caso ofrece uno o dos detalles de interés. ¿Vas a salir con tu novio Henry?

—Su nombre es Harry y no es mi novio— explicó a regañadientes Victoria.

—No llegues muy tarde. Probablemente esta noche tendremos que ir a rescatar esa corona.

Razones para contradecir su lógica [Sherlock - Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora