Sherlock se encontraba examinando un cadáver en compañía del par habitual que le hacía la media en sus innumerables aventuras.
—¿Qué opinas, Sherlock? —preguntó con curiosidad John, quien estaba de pie junto a él—. Lestrade dijo que la habitación estaba cerrada, así que...
—Es obvio que no se trata de un suicidio —lo interrumpió Sherlock, observando con ojo clínico las múltiples y brutales puñaladas esparcidas por todo el cuerpo de la víctima—, así que no había nada que ganar al crear una habitación cerrada.
—Así, pues —razonó John, ladeando la cabeza—, se trata de un error del asesino.
—Esta persona no comete errores, John. Ha limpiado prácticamente todos sus rastros, por lo que no se trata de un error, sino de un mensaje.
—¿Un mensaje? ¿Para quién? Y, sobre todo, ¿de quién?
—Para mí, desde luego. En cuanto a de quién... —Sin desviar la vista del cuerpo, Sherlock sacó una manzana madura con algunos cortes y una corta fusta negra de abajo de la mesita de noche—..., creo que esto podría darte una idea.
John abrió los ojos de modo desorbitado. Recordaba perfectamente la amenaza de Moriarty escrita sobre la manzana, las mismas letras que se veían en esta:
I. O. U
Y... también recordaba esa fusta negra, la herramienta de la problemática dominatrix que respondía al nombre de Irene Adler, quien había jugado con los primeros resquicios de amor que Sherlock había manifestado en su vida –amor por ella– y se había ganado su eterno desprecio.
—¿Moriarty? —balbuceó el doctor, tragando en seco—. ¿La Mujer?
—Efectivamente —asintió Sherlock, volviendo su verdosa mirada hacia su amigo—. Y están aliados.
—Esto será muy arriesgado —susurró John para sí mismo.
En ese momento, Victoria irrumpió en la amplia habitación con el rostro enrojecido por la ira.
—Déjame adivinar: ¿fea discusión con Anderson? —dedujo Sherlock, dedicándole casi inconscientemente una sonrisa de aliento a la joven.
—Terrible —masculló Victoria con la mandíbula tensa—. Sigue plantado en sus trece. ¡Hasta me dio un ultimátum! Si no me mudo con él esta tarde, ya puedo irme despidiendo de la Universidad y de Londres. Argumenta que estar contigo es demasiado peligroso, Sherlock.
—Tal vez tenga razón, Vicky. No queremos meterte en más embrollos —interfirió John, consiguiendo que las miradas de sus dos amigos se fijaran en él, abrumándolo.
—Oigan, no se desharán de mí tan fácilmente. He visto lo suficiente como para saber en lo que me meto. No soy una niña ni una debilucha, John. He aprendido a decidir por mí misma, y esto es lo que escojo.
—Me parece perfecto —aprobó Sherlock—. Mycroft se encargará de pagarte la Universidad, por cierto.
—¿Y eso? —inquirió Victoria, alzando una ceja con extrañeza.
—Mycroft se ha encariñado contigo, pensé que ya lo habías comprendido —respondió Sherlock, encogiéndose de hombros, porque él tampoco entendía del todo esa actitud de su hermano ante la cual John quedó boquiabierto.
—¿Cómo se enteró de mi problema?
—Querida, es el Gobierno Británico. ¿Crees que no se enteraría de los problemillas de una colegiala?
—Por eso; no pensé que se interesaría en algo tan insignificante.
—En los tuyos, sí. Ahora, manos a la obra. Tenemos un crimen sin resolver.
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Razones para contradecir su lógica [Sherlock - Fanfic]
FanfictionVictoria Anderson, una joven común con más de un talento oculto, nunca ha tenido razones para mantener la fe en el amor. Sherlock Holmes, un genio en la lucha contra el crimen, nunca ha creído en tal sentimiento más que como un estorbo. Dos vidas un...