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Dmitri comenzó a escabullirse entre las ramas y los troncos de los árboles, dejando atrás a su abuela. Mientras caminaba regreso a casa veía como todo su entorno iba en reversa. Las hojas que una vez se encontraban en el suelo, ascendían y se adherían a las ramas de los árboles. Un búho volaba en reversa y se posaba en una rama. Incluso las hadas que había visto hacían todo en reversa.

Sólo faltarían unos metros más y estaría frente a su casa. Pero un horrible acto lo dejó perplejo.
Se había escondido tras un árbol a ver lo que ocurría.

Divisaba cómo la hermana de Ashley, Madison, que hasta hace unos momentos se encontraba jugando con una cuerda mientras hablaba con su amiga imaginaria, era drogada por un encapuchado. Sabía que no podía intervenir, pues se generaría una paradoja, pero no toleraba el hecho de que alguien hiciera eso, mucho menos a una mujer, muchísimo menos a una niña indefensa.

Arqueó una ceja, y tomó aire, balbuceó unas palabras en una lengua antigua, para después soplar con su mano en dirección de aquél ser.

Una ráfaga de viento logró hacer que Madison se liberara del agarre de la persona. Todo iba bien, hasta que la persona presentó la palma de su mano y disipó el aire.

Es uno de los nuestros, susurró anonadado.

El encapuchado se volteó, dirigiendo unos ojos de un color amatista a todos lados. Dmitri por suerte, se escondió tras unos cuantos arbustos.

El opresor, al no poder diferenciar a alguien, finalmente se dio a la fuga, dejando a Madison inconsciente en el suelo.

Dmitri esperó un poco más para ir hacia donde estaba la pelirroja y acarició su frente.

Está helada... Comentó el rubio.

Deslizó su brazo bajo la cabeza de la niña de manera pausada y calma, para poder tomar impulso y cargarla. Ya cuando estaba en sus brazos Dmitri la llevó dentro de su casa, específicamente a la sala donde se hallaba Muina.

— Cala, ¿qué es esto?— Se levantó preocupada de su asiento.

— Dame un mojito. — Habló dejando a Madison en el sofá.

La mayor lo miró perpleja.

— ¿Piensas embriagarte sin darme explicación alguna de qué le pasa a Madison?

— A las rocas...

Muina lo miró con suspicacia, captando el mensaje. Dirigió su mano derecha a su reloj de muñeca, ubicado en la contraria, para presionar un botón que le permitía adelantar o atrasar la hora, literalmente. Comenzó a desenroscar una especie de accionador y las manecillas del reloj de pared comenzaron a girar en sentido contrario atrasándose dos horas y media.

La dama lo miró enojada.

— ¿Qué te he dicho de intervenir en sucesos cuando retraso el tiempo?— Dejó su mano pausada.

— Que está mal, y que genera paradojas que podrían afectarnos gravemente.— Murmulló el rubio, cabizbajo.

— Aunque debo admitir que las pocas veces que intervienes son por razones mayores. —Comentó la mayor, volviendo a su asiento —, ¿Qué ocurrió?

— Es, es uno...— Tartamudeaba el chico, estaba muy nervioso.

— Cala... Habla.

— Es uno de los nuestros.

Soltó de golpe, dejando a la mujer estática por unos instantes.

— ¿A qué te refieres con eso?

— Es un elemental Arcadai, abuela.

Los ojos color ámbar de Muina se encontraban más abiertos que nunca. No era posible que existiera otro elemental, a excepción de ellos cuatro.

— Pásame el polvo que está en la lata de galletas que dice café.

Dmitri la miró confundido, le había costado entender. Sin embargo la mujer le señaló el recipiente y éste se lo alcanzó.

— ¿Qué es?

— Es una sustancia que repele cualquier conjuro o encantamiento...

Tras haber dado el polvo a la pelirroja en ese preciso instante la dama se dirigió al sótano, en búsqueda de todos los registros de nacimiento de la raza Arcadai, conocida por ser la única con dotes de manipulación elemental tanto en la realidad como en el mundo alterno.

Entre los archivadores, sacó una carpeta que tenía como portada "Generaciones Gamma". Comenzó a hojear las amarillentas páginas que se encontraban en la carpeta, buscando los documentos de tallado de P.P, en éstos aparecían los documentos de nacimiento de Bianca, Cassandra y Dmitri.

—Aquí no veo nada, ¿estás verdaderamente seguro que no es otro ente? — Se giró la mayor hacia su descendiente.

Dmitri asintió varias veces. Le era extraño que no apareciera nada en los expedientes, ya que cualquiera de los nacidos de la raza Arcadai estaba en esos registros.

— ¿Ya probaste en el pergamino? — Preguntó algo anonadado, masajeando sus sienes.

—No, la verdad no...— Murmulló la rubia ceniza, tomando un gran rollo de papel y estirándolo en un mesón. Se trataba de una especie de mapa de la región donde se veían varios elementos, los cuales representaban a cada ser místico viviente en el plano real.

Un ámbar, un rubí, un ópalo y una esmeralda eran los signos que daban la ubicación a tiempo real de Dmitri, Cassandra, Marbella y Bianca, y se diferenciaba de los demás entes, pues todos los Arcadai tenían una piedra preciosa específica.
Pero había una quinta piedra. Un amatista, que no correspondía a ninguno de los antes nombrados.

— ¿Qué? ¿Qué es esto? — Exclamó Muina señalando el mapa—, Acércalo un poco más, esto no puede estar pasando...

Dmitri asintió y deslizó sus dedos índice y medio en forma de cruz sobre el amatista, para culminar el acto con tres toques al centro de la piedra preciosa.

Instantáneamente, se hizo un gran acercamiento. Se podía divisar al objetivo en el famoso bosque embrujado de BayCold. Aún así, su rostro no se divisaba.

— T-Tiene su anillo.— Titubeó Muina, sumamente sorprendida. Parecía que iba a desmayarse en cualquier momento.

Más Allá Del BosqueWhere stories live. Discover now