Capítulo IV. Confío en ti

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Bajó los escalones con cierto temor, no sabía con exactitud lo que le diría a su amigo, solo tenía presente que necesitaba dejarle en claro que todo seguía igual entre ellos, que nada había cambiado porque le gustasen los chicos, que todo estaba bien y que lamentaba haberse enterado por su hermana, que hubiese preferido saberlo cuando él se sintiera preparado para contárselo, pero lo hecho, hecho estaba; y lo mejor era olvidar esos últimos días repletos de incertidumbre por su parte.

Esperó descubrirlo acostado encima de las sábanas, o en el sillón abrazando sus rodillas, quizá observando a la nada, pero jamás sospechó lo que encontró haciendo a Will en su sótano:

—¿Qué está sucediendo? —Olvidó todo, su mente se puso en blanco por un instante y solo procesó a Will en movimiento.

—Me voy con Dustin —respondió el otro metiendo en la pequeña maleta que llevaba consigo la última playera que había dejado encima de una silla.

Sintió una punzada en el pecho y la única acción que logró ordenar su mente a su cuerpo fue tomarlo de las muñecas sin importar la brusquedad.

—¿Por qué? —Rugió con los dientes apretados.

Merecía una explicación, no había hecho nada malo. No era su culpa, eso le había dicho, ¿ahora por qué se marchaba?

—Mi madre llamó, necesita que mañana regrese a casa. —Mintió con descaro y Mike pudo notarlo enseguida.

Claro que mentía, él los últimos días había utilizado a su madre en múltiples ocasiones como pretexto para no admitir lo que ocurría, reconocería aquella mentira a kilómetros.

—¿Por qué? —Insistió con rudeza cuando expulsó las palabras, no era tonto, quería la verdad, si es que existía una.

¿Tanto le dolió que se enterara de su secreto? ¿Se avergonzaba de ello? ¿Por qué lo hacía? Él era su mejor amigo y merecía una oportunidad para que descubriera que en realidad nada cambiaría en su relación. No lo trataría diferente, ni volvería a hacer comentarios estúpidos.

—Me estás lastimando —Fue lo único que sus labios pronunciaron, con total indiferencia y una expresión neutra.

—¡¿Por qué te marchas?! —Gritó, ni siquiera pensó en que arriba lo escucharían y podría meterse en problemas—. ¡¿Por qué te vas si aquí estás muy bien conmigo?!

Su pecho subía y bajaba con rapidez, su corazón latiendo sin control que sentía que en cualquier momento lo atravesaría, y en contraste a su estado, Will se mantenía sereno y ajeno a su histeria.

—Te digo que me sueltes —dijo a la vez que retrocedía unos pasos para desprenderse de su fuerte agarre, pero no logró más que lo siguiera y acercara su rostro al suyo.

Lo tenía a unos centímetros, y eso le hizo tragar saliva inconscientemente. Su mirada estaba puesta en la suya, fija y sin titubear, examinando cada pigmento verde de sus ojos, y eso poco a poco provocó que fuese cediendo.

—Dime, ¿por qué te vas? —Esta vez su voz salió sin fuerza, pero parecía más molesto, como si la rabia le impidiese gritar. Y eso era mucho peor.

—No hay una razón... —Su voz salió un tanto trémula, asustado porque incluso sentía que sus piernas en cualquier momento cederían y lo tirarían al suelo.

—No te creo. —Se acercó más a su rostro, intimidándolo, seguía siendo más alto y se aprovechó de ello.

Will desvió la mirada, no podía continuar manteniéndose inmutable si lo único que veía era su mirada y su ceño fruncido en disgusto. Y como adivinando su debilidad, Wheeler soltó una de sus muñecas para tomarlo de la barbilla y obligarlo a enfrentarlo.

—¿Por qué te vas? —Expulsó en tono de advertencia, ya que no pensaba volver a repetirlo, había sido suficiente, y sabía que Will estaba igual. Ambos en el límite.

—Me siento incómodo contigo... —dijo muy despacio, como si cada palabra quemara al salir de su garganta.

Mike no apartó la mirada en ningún momento, ni siquiera después de escucharlo, ni siquiera al transcurrir el primer minuto en completo silencio. Quería ver un destello de engaño, un atisbo que lo delatara, pero no había nada de eso. Esta vez habló en serio.

Y le hirió.

Los segundos que le siguieron a su descubrimiento pasaron como arrastrándose a sus pies, como negándose a abandonarlos. Gradualmente fue perdiendo la fuerza en sus brazos hasta que estos cayeron laxos a sus costados. Pero seguía mirándolo, no porque no le creyera, esta vez quería que le mintiera y le dijera que había sido una broma, que no hablaba en serio, que su madre lo estaba esperando y que deseaba pasar la última noche en casa de Dustin porque tenían un asunto pendiente, cualquier cosa era mejor, cualquier palabra, ni siquiera la escucharía con claridad, pero al menos así sabría que lo intentó. Que intentó sanar la herida que le abrió.

Will retrocedió un paso más, y esta vez Mike no lo siguió.

Buscó su maleta y subió con ella las escaleras.

Intentó tragarse el nudo que se formó en su garganta, intentó ignorar las ganas que tenía de llorar, y consciente que fracasaría, salió de prisa sin despedirse de la familia Wheeler, necesitaba alejarse lo más pronto posible de ahí.

En el sótano quedó un destrozado e irreconocible Mike. Cuando su amigo desapareció de su vista, entonces esta se fue nublando, y las lágrimas cedieron sin esfuerzo, empujadas por la gravedad, fluyendo por sus mejillas y humedeciendo su rostro.

Solo recordaba una ocasión en la que lloró así, y esa fue cuando creyó que Will estaba muerto. Pero ahora verlo partir, sabiendo que realmente le incomodaba, que su presencia era una molestia para él, era como una nueva especie de muerte.

Y no lo entendía, para él Will era la descripción perfecta de comodidad, a su lado podía ser él mismo, no temía hablar y soltar cualquier cosa que cruzara por su cabeza, porque el chico parecía que lo comprendía, y se sentía tan a gusto, con aquella sensación de estar en casa, podía cerrar los ojos sin preocupaciones al estar junto a él, porque confiaba en Will.

Había perdido a su mejor amigo, y lo peor era que no podía hacer nada al respecto.

Dreams will make you cryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora