Numero Dos.

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Este lugar ya lo conocía, pero nunca lo había visitado. Ese lugar que parece un hospital psiquiátrico abandonado, que original. Aun puedo oler la ampicilina y los antipsicóticos que estan regados por ahí, me imagino el llanto de las personas qu tenían pesadillas en las noches. Sin embargo, este lugar me encanta. Sobre todo las enredaderas que quedaron sujetas a las camillas y a las sillas de la sala de espera. Las puertas de madera quedan intactas, al igual que las ventanas, esto es hermoso.

Y yo ya lo sabia, esto era un sueño.

El aparecerá en cualquier momento, como siempre, sin decir una palabra o sonido alguno, solo llegara y golpeara, me escupirá la cara y volverá a golpear, es inevitable, soy un enfermo, me encanta eso, me encantan mis sueños. No se que pasa conmigo, estoy perdido en mi mismo, rogándome a mi mismo que el aparezca, estoy dentro de mi mente, perdido en una ilusión. Esto es un sueño lucido no tan lucido ya que parece que es el quien controla mis sueños y no yo.

Y ahí esta, a unos pasos detrás de mi, puedo sentirlo. Tengo por seguro que me golpeara por la espalda. Tiemblo, doy la media vuelta tiritando, ahí esta, sonriéndome.

Me toma del cuello  asfixiándome, me sonríe, no deja de hacerlo.
Estoy aturdido, cediendo ante su puño contra mi garganta. Siento el temblar de sus manos y sus venas saltadas de sus muñecas, parece que acaba de tomar su porción de heroína.

Estoy empezando a cerrar los ojos, pero no quiero hacerlo, quiero que me hable, que me diga algo. Suelta mi cuello y me deja caer, siento mi cuerpo caer y estellarse con el piso desbaratado del viejo hospital. Trato de recuperar el aire cuando pone su pie derecho sobre mi estomago, impidiéndome la respiración de nuevo, se que esto es un sueño, así que si dejara de respirar lo mas posible es que solo sucediera en mi sueño. O eso espero. Quita su pie de encima de mi y lo que hace es patearme el costado, creo que quedaran marcas de los estampados de estoperoles de sus botas en mi piel.

Me quedo ahí quejándome y el se pone en cuclillas hacia mi y se acerca a mi oído.

-Soy sublime para ti- me susurra, siento su suave voz como una caricia.

Quisiera entender lo que me dices. Se pone de nuevo de pie y se va.

Suena mi alarma, momento justo.

Hoy es mi cumpleaños, 17 años. Pareciera que fue ayer mi cumpleaños numero 15, fue un día pésimo, el pastel que horneo mamá era mas masa tostada que pan dulce.

El día es hermoso, el sol se asoma por mi enorme ventana, es un día soleado pero con aire fresco, como si estuviera nublado por el soplar del cielo, pero no hay ninguna nube que se asome.
Me miro al espejo, como es de costumbre, cada vez acomplejándome mas, recojo mi cabello en una coleta y me pongo mi ropa.

-Brindo por un año, por un año mas para que puedas tener voz y voto hijo- dice mi abuelo Fausto al levantar la copa.

Esta es otra cena familiar, en la que venimos a un restaurante elegante que es pagado por mis abuelos paternos. Visto de traje hoy, un color gris brilloso que me hace mirar sofisticado pero con estilo, mi pelo agarrado en una coleta, muy bien peinado y el reloj de colección que me regalo papá, al menos ahora podré ver cuanto tiempo pierdo al hacer una estupidez. Andrea me estaba acompañando, ella traía un vestido rojo corto hasta la rodilla, con encaje y un escote que le quedaba excelente, de hecho, se miraba hermosa.

No me gustaba para nada esto, pero no puedo decepcionar a mis padres. Hubiera preferido mil veces quedarme en casa y comer mucha pizza mientas veo series terribles que hay en la TV.

-¿Ahora no lo tengo?- digo dando un sorbo del vino que había pedido mi padre, no se nada de vinos, pero este esta muy bueno, era un vino tinto Chianti cosecha 1999.

Sublime.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora