IV

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Yo quería probar sus labios, pues aún no los había besado, y me provocaban esos pedazos de carnes rosaditos que adornaban su rostro.
Mi deseo no demoró mucho en cumplirse, subió su cabeza y me besó apasionadamente.
Movía su dedo ahí abajo cada vez más rápido, llegué al punto máximo de mi excitación y me vine.
Bajó sus pantalones.
Pude sentir su pene descubierto contra mi pelvis, se sentía más grande y el rose era más delicioso por la humedad que nos producía el agua.
Abrió mis piernas, tomó su pene con la mano y acomodó entre el agujero de mi vagina, listo para entrar en mí.
Pero alguien tocó la puerta.
¡Era mamá! No sé como había pasado el tiempo tan rápido, ya era hora en la que todos despertarían.
— Mamá: Jossy, ¿eres tú?
— Jossy: Sí mamá, ya salgo.
— Mamá: Apúrate hija, que voy tarde al trabajo.
Estábamos asustados, con mi mamá tras la puerta, no sabíamos como hacer para que no nos viera salir juntos y no se diera cuenta de lo que sucedía, pues ambos estábamos mojados y desnudos.
Rápidamente, se puso sus pantalones, yo tomé la toalla y me cubrí.
— Mamá: Hija, voy a entrar.
El pánico me invadió y no sabíamos que hacer.
— Jossy: Mamá, espera un poco estoy haciendo mis necesidades.
Por el momento se calmó, pero seguía tras la puerta.

Los Hijos de mi padrastro. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora