XIV

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—Entonces, ¿aquí comienza lo complicado? —preguntó Teana asomando ligeramente la cabeza desde su escondite detrás de unos muros.

Los corredores subterráneos los habían llevado directamente al único puerto de Dióminia. Aunque había sido de gran ayuda para evitar a los Kul Elnianos, no era como si también les fuese a conseguir un barco con la misma discreción.

Por la inquietud de los mercaderes y comerciantes, Atem supuso, las noticias de que él estaba ahí y que, peor aún, estaba siendo buscado, ya se habían esparcido con rapidez.

—¿Están seguros de que quieren venir con nosotros? —quiso saber Yūgi con preocupación.

Teana sonrió amablemente.

—Agradezco tu consternación, Yūgi, pero como futura esposa del verdadero Faraón, no puedo abandonarlo en la batalla —contestó.

—Mi lealtad está con la familia Real —dijo el guardia Mahdi con solemnidad —. No podría dejar a la Princesa sola. Además, el rey pronto enviará soldados a apoyarnos. Solo me estoy adelantando.

Atem no pudo evitar sentirse conmovido, por lo que se acercó a Teana y tomó sus manos entre las suyas antes de sonreírle con el más sincero sentimiento que pudo encontrar hacia ella.

—Eres una buena amiga, Princesa Teana, nunca olvidaré esto.

—Sus sentimientos merecen ser premiados —comentó Mahad luego de haber estado un buen rato en silencio, Mana asintió ante el hecho.

—Y lo serán en cuanto termine todo esto —agregó Atem luego soltó las manos de su futura esposa y volvió la atención a los problemas —. Sin embargo, debemos pensar en alguna idea para obtener un transporte. Ahora el problema no es el dinero, sino el destino.

—Cierto. Dadas las circunstancias, dudo que alguien quiera llevarnos a Egipto sin sospechar nada —concordó Yūgi llevándose una mano al mentón y frunciendo el entrecejo —, ¿pero qué otra opción tenemos, hermano? ¿Robarlo?

—Es plena luz del día, sería más que obvio —objetó Mahad.

A lo que Mahdi dijo:

—Pero si no hacemos nada pronto, los Kul elnianos nos alcanzarán más temprano que tarde.

Atem se detuvo a pensar en sus opciones. Robar era una buena idea, el asunto es que llamarían mucho la atención y Bakura no tardaría en alcanzarlos. Por otro lado, no importa cuánto pagasen a alguien, los que comandaban los barcos normalmente no estaban afiliados a ningún reino y lo único que buscaban era ganancias. Mientras más ganancias alguien pudiera ofrecerles, mejor y Atem todavía no se sentía lo bastante seguro como para utilizar el nombre de la corona de Egipto con ese propósito.

Pero—

—Huh... Huele a tormenta —entonces la voz de Mana interrumpió el debate.

Mahad y él compartieron una mirada confundidos. No porque Mana tuviera la habilidad para saberlo —lo cual era bastante increíble de por sí —, sino porque no sabían con qué razón exacta lo había comentado.

—¿Mana? —llamó Teana al cabo de unos segundos.

Ella volvió hacia ellos. Hasta entonces, su vista había estado enfocada en el mar.

—Quiero decir, ¿no creen que puede ayudarnos? Si robamos un bote y nos siguen, la tormenta nos mantendría a la vanguardia si lo hacemos en el momento perfecto.

—Ciertamente —Mahad se llevó una mano al mentón —, no es una mala idea.

—¡Pero es peligroso! La tormenta podría arrastrarnos con ella —Mahdi se opuso.

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