XIII

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Los días pasaron más rápido de lo esperado, y si bien tanto Yūgi como Atem habían mejorado en el manejo de la espada como en las artes mágicas, todavía faltaba mucho para que se considerasen expertos.

Por lo menos para Atem, si bien su talento era innato y podía controlar sus poderes a pequeña escala, era más difícil controlarlo desde que tenía al Rompecabezas como potenciador.

Por eso ahora se encontraba en el campo de entrenamiento, más temprano que los otros, pero no por ello menos eficaz.

—Príncipe —la voz de Mahad lo distrajo cuando se proponía a hacer un último intento en un hechizo que le estaba costando más de lo normal.

El sacerdote le sonrió con calma, como un hermano, lo que le daba la sensación de que había estado ya un rato esperando a que terminara.

Con el dorso de la muñeca, Atem se secó el imperceptible sudor de la frente.

—Buenos días —saludó —. Estaba practicando.

Mahad rió.

—No me digas. Sigues atorado en el hechizo de ayer, ¿verdad? Si no puedes lograrlo solo, deberías considerar pedir ayuda. Si no es a mí, puedes confiar en Mana incluso. La magia es algo que se instruye por una razón.

Atem frunció el entrecejo con una me dio sonrisa, dudando si lo que había dicho Mahad era una broma.

—¿Mana también? —preguntó curioso y, para ser sincero, algo escéptico —. Perdón si me equivoco, pero si mi memoria no me falla, sus hechizos siempre explotaban de alguna forma. Y hace dos días rompió el florero que debía permanecer íntegro. ¿Y no congeló a unos guardias ayer?

Bajo la luz del sol naciente, el sacerdote rió.

—Sí. Ciertamente eso pasó —contestó —, pero eso no quiere decir que no sea buena.

—Bueno, de que tiene talento, es un hecho que lo tiene.

Mahad sonrió y haciendo unos ademades, logró el hechizo que Atem había luchado tanto en ejecutar.

—Es cierto, si no fuera así, no creería que puede llegar a ser incluso más poderosa que yo.

Todavía asombrado por el gran mago que tenía en frente, Atem lo miró con incredulidad.

—¿Más poderosa que tú?

Mahad asintió y ambos tomaron asiento sobre la tierra seca del campo de entrenamiento.

—No es que Mana no pueda hacer los hechizos correctamente. Ella los conoce de atrás hacia adelante en teoría, pero cuando los pone en práctica, siempre se vuelve, en pocas palabras, incontrolable. Eso es porque los hechizos para magos en entrenamiento son en escala. Es decir, conforme avanzan en su práctica, más potente deben ir haciendo el hechizo. Sin embargo, en el caso de Mana, y ya lo he asegurado varias veces, es como intentar llenar toda una vasija de cerveza en un vaso, o peor aún, en una cuchara.

»Mientras que otros magos luchan por hacer su magia más poderosa y controlarla en ese estado, Mana debe luchar por equilibrarla. Por supuesto, esto debe mejorar antes de que herede la Sortija del Milenio de mí.

—¿Quieres decir que un hechizo de gran magnitud le saldría bien? —quiso saber.

—En teoría, sí —Mahad asintió mirando hacia el iluminado cielo —, pero creo que es obvio por qué no lo he probado. A su edad, ya tiene la misma fuerza en la magia que magos de nivel cercano al mío. Debe aprender a controlarlo pronto.

Atem no respondió, pero entendía lo que decía Mahad.

En otras palabras: eso podría salir muy bien..., o muy mal.

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