CAPÍTULO 36

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Marta

Era la décima vez que me miraba al espejo antes de salir de mi habitación.
No estaba nerviosa, simplemente no me lo esperaba. Mis intenciones hasta ahora eran cenar tranquilamente en casa y tomar las uvas las tres juntas antes de ir a la fiesta de Carlos.

Pero ver a Alba y a Nat empezando a ducharse y cambiarse a toda velocidad después de la cena, me hizo poner la alerta.
Ya se estaba convirtiendo en una especie de mala costumbre que no me contaran los planes al completo, y la cara de tonta que se me quedaba nunca pillaba por sorpresa a nadie.

Mi atuendo quizás no era lo más acertado de la noche, cada vez que me miraba me recordaba a que no hacía ni dos días que María se había colado en estos mismos pantalones y prácticamente me había arrancado la camisa. Bueno, no esta exactamente, después de la que se lió con la cremallera lo mínimo que pudimos hacer fue coger otra y abandonar la que casi nos lleva a la ruina en un ridículo probador de tienda.
Todavía estaba avergonzada por lo que pasó, pero eso justamente no era lo que debía preocuparme, pues yo pensaba que para cuando llegáramos a la fiesta, María ya llevaría allí toda la noche y su capacidad de visión sería lo suficientemente distorsionada como para ni si quiera reconocer la maldita camisa.

<Eso pensaba yo>

–¿Marta? –Alba entró en mi cuarto tras un par de toques en la puerta ya entreabierta.

Me aparté del espejo para mirarla y encontrarla totalmente arreglada y con el abrigo de plumas y las manoplas ya puestas.

–Venga, abrígate. Que no llegamos a las uvas –se quejó señalando mi aspecto.

–Pensaba que íbamos a tomarlas aquí... –a pesar de que fruncí el ceño en desacuerdo, Natalia apareció en ese momento detrás de Alba para rodearle los hombros por la espalda y apoyar la barbilla sobre su coronilla, gesto que me enterneció provocando que la arruga de mi frente se desvaneciera.

–¿No la has avisado? –se dirigió a la recién llegada subiendo los ojos para encontrar los suyos.

–No... –respondió a lo evidente– joder, era una sorpresa, no me miréis las dos así.

Bajé los ojos lo mínimo para devolver la mirada a la rubia, y darme cuenta de que lanzaba las mismas flechas que la mía.

–¿Qué sorpresa? –me estaban poniendo nerviosa con tanto secretismo, y no es que no me gustaran las sorpresas, todo lo contrarios, sin embargo con ellas nunca sabía si tener miedo o ilusión.

Vi como Natalia le hizo un gesto con la cabeza a la más bajita para que fuera ella quien arrancara, pues yo ya me había acercado a ellas histérica por saber qué tenían entre manos.

–Pues que...vamos a ir las cuatro a la Puerta del Sol, a comer allí las uvas –soltó por fin Alba con la sonrisa más bonita del mundo– montan una movida increíble, el año pasado estuvimos y fue genial, ya verás, te va a encantar– me aseguró asintiendo varias veces.

La verdad es que, sin querer pretenderlo, estaban haciéndome cumplir un pequeño sueño que tenía desde niña. Siempre que veía las campanadas sentada desde el salón de mi casa, me decía a mí misma que cualquier día estaría en medio de toda esa gente, y me convencía de ello. Yo veía familias, parejas, amigos, diferentes personas que a simple vista solo tenían algo en común. Todos sonreían, todos parecían felices y eso es lo que me provocaba querer  formar parte de eso. Ahora tenía la oportunidad de vivir un momento mágico, con personas mágicas y en un sitio mágico.

Me llevé las manos a la cara antes de abrir de nuevo los brazos para lanzarme a ellas.
Y es que podía parecer una tontería, pero para mi significaba más de lo que se imaginaban.

Don't  ||  MARTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora