CAPITULO 47

532 46 14
                                    

Marta

El humo nubló parcialmente mi vista y mis fosas nasales.
Entre lo ida que estaba en mi propio mundo, la balada que sonaba en la radio, y esa nube de humo resultante del cigarro, parecía estar en otra dimensión.

–¡Nat! –la voz de Alba me despertó del éxtasis de mi cabeza –que nos vas a intoxicar a todas, amor. Abre la ventanilla al menos.

El coche ya estaba lleno de esa masa de humo que expulsaba a cada calada, y Alba no dejaba de apartar la mirada de la carretera cada vez que la morena retiraba el exceso de ceniza sobre el pequeño cubículo metálico situado entre los dos asientos, comprobando que no quemaba ni ensuciaba la tapicería de su impoluto coche.

Nos acabaríamos matando.

–Pero si hace un frío que pela –se defendió como pudo.

Alba le dedicó una mirada alzando la ceja, y por lo tanto apartando de nuevo la vista de la carretera.

Menudas dos...

-–Y ahora por qué me miras así?

–Te está queriendo decir que no fumes y punto, Nat. –intervine meramente por un fin de supervivencia. Proponerse llegar viva a la discoteca, sin accidentes de por medio mientras las otras dos discutían, no era un objetivo fácil de logar.

Sin embargo la morena supo darse por vencida y, tras un suspiro, abrió lo mínimo la ventanilla para tirar lo que le quedaba de cigarro.

–Gracias. –dijo Alba propinandole un apretón en el muslo –por cierto, ¿te acuerdas de la chupa que me dejaste para mi última exposición?

–Sí, claro. Esa que aún no me has devuelto.

Volví a centrar mi atención en la música mientras ellas hablaban de temas triviales, metiéndome así de nuevo en mis pensamientos y tratando de calmar el tic de mi pierna subiendo y bajando.

La imposibilidad de aparcar ayudó a que todas nos desesperaramos un poco, un poco más, pero aún así la actitud fiestera y exagerada de las otras dos contrastaba demasiado con mi silenciosa postura.
No estaba de morros ni mucho menos, pero simplemente no me sentía del todo capaz para superar la noche sin llevarme algún chasco. De la parte que fuera.

La ráfaga invernal era desagradable, y aunque no pude más que ajustarme el gorro y agarrar ambos extremos de mi chaqueta de cuero para autoabrazarme, tardamos demasiado en llegar desde el coche a la discoteca.
Alba me agarró la mano según cruzamos la entrada, pues ya estaba desbordada de gente y mi mirada se perdía siguiendo el recorrido descontrolado de los focos.

–Alba, –grité su nombre sin dejar de seguir sus pasos, y ella volvió la cabeza para darme a entender que me había escuchado, pero luego continuó mirando al frente para no perder a Natalia –¿sabes quién va a estar esta noche?

Había esperado demasiado el momento de preguntarle y el ansia por saberlo iba a matarme antes de descubrirlo por mí misma, pues en vez de responderme, me señaló el pequeño grupo de gente que había sentado en unos pufs, rodeando la baja mesa rectangular llena de consumiciones. África y Damion hablaban con una pareja de rubios que juraría no haber visto en mi vida, Miki y Joan reían seguro con alguna de sus tonterías, y Sabela y Marilia, como no, mantenían esa actitud empalagosa que solo una con la otra podrían tener.

Sin querer me vi expulsando de golpe todo el aire que había contenido mientras repasaba el espacio para comprobar la ausencia de dicha rubia.

–¡Chicas! –la voz de Afri consiguió superar el volumen de la música, y las tres la miramos para seguir el gesto de su mano, que replicaba que nos acercaramos con efusividad –vosotras tres llegando tarde, ¿cómo ha podido ser? –su tono irónico fue evidente desde Torre del Mar.

Don't  ||  MARTIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora