Capítulo Uno II

196 6 2
                                    

Un abruto sonido me sacó de mi trance. Aunque la puerta estaba abierta, alguien estaba tocando. Volteé mi cabeza y me sentí incrédula.

-¿Eres la compañera de cuarto de Lucy Karovha? -preguntó.

-En efecto, ¿necesitas algo...? Alaric ¿verdad? -Por supuesto que estaba en lo cierto. La verdadera pregunta aquí era ¿qué hacía Alaric Verner en mi habitación?

-En efecto -respondió con una media sonrisa-. He venido a buscar algo que me pidió.

Asentí despacio con la cabeza, dando así mi permiso para su entrada. Acto seguido, volví a dirigir mi vista hacia el lago, ya no había nadie allí.

-¿Has encontrado algo interesante? -Escuché en mi oído. Sobresaltada, dí un paso al costado. Miré al lugar de donde provenía la voz.

-¿Disculpa? -Alaric me miró divertido. Antes de que me moviera, había estado posicionado detrás mío y susurrado en mi oreja. ¿Se estaba volviendo loco? Mi cara se encontraba roja, lo cual parecía gustarle aún más.

-He encontrado lo que quería, ya tengo que irme.

Pues, por mí mejor si se hubiera esfumado muchísimo antes, o si directamente jamás hubiera entrado a este cuarto.

-Ajá... -le dije indiferente, poniéndome firme una vez más. Me rehusaba a dejar que alguien como él me inquietara. No le permitiría esa satisfacción.

Comenzó a caminar hacia la puerta, algo fastidiado. Yo gano esta vez, pensé. Pude sentir una pequeña sonrisa formándose en mi cara, hasta que él paró de caminar.

-Ahora que recuerdo, no sé tu nombre -dijo luego de volverse hacia mí.

-¿Es mi nombre tan importante?

-Claro. Eres amiga de Lucy -Dio un paso adelante-. Los amigos de mis amigos son mis amigos... ¿verdad?

En respuesta, dí uno hacia atrás. Rogaba que no siguiera acercándose, mis dedos ya tocaban el marco de la ventana.

-En realidad se dice "los enemigos de mis enemigos son mis amigos".

-Mi frase también podría aplicarse.

Dudé un segundo.

-Me llamo Aida.

-Aida... -murmuró. Parecía estar probando el sonido de mi nombre entre sus labios, como un niño con un juguete nuevo- Tengo el presentimiento de que deberé recordarlo.

-Usualmente si preguntas el nombre de alguien es para eso, haz lo te parezca -respondí algo testaruda. No era mi intención ser así, salía involuntariamente. Ese chico me sacaba de mis cabales, aunque no llegaba a comprender por qué. Simplemente desprendía un aura que no me gustaba.

-¿Difícil de persuadir? -dijo con una sonrisa- Me gustan los desafíos.

Vacilé un instante. Él se acerco un poco más, tanto que sólo unos pocos centímetros nos separaban. ¿Por qué no podía dejar de mirarlo? Esos penetrantes ojos azules parecían envolver todo mi ser, era incapaz de moverme.

-Y-yo...-balbuceé.

-Sobre todo si eres tú -agregó como para sí mismo, mientras tomaba un mechón de mi cabello entre sus dedos. Pero esta vez, su expresión era distinta. Su cara se veía ahora sombría, con una a penas distinguible sonrisa formándose. Me sentía como la presa de algún animal, indefensa y débil. Como si alguien me hubiera hipnotizado y drenado cada gota de voluntad de mí. Su cara, tan hermosa y aterradora a la vez, me daba escalofríos. ¿Qué pretendía hacer conmigo este... este demonio? Esa era la palabra para describirlo. Alaric Verner, demonio del engaño.

Aún sostenía el mechón entre sus dedos, aunque ahora se los llevaba cerca de su nariz para sentir su aroma, lo cual me hizo estremecer.

No, no me había vuelto una de sus fans y dejaría que me hiciese lo que quisiera. Era solamente, que por primera vez, tenía miedo. Ni en mis más remotos sueños hubiera podido imaginar un rostro como ese.
¿Quién eres realmente?

De repente, algo encajó. Sin pensarlo, me paré derecha frente a él y lo observé una vez más.

-Yo... te conozco -dije en un susurro que parecía una pregunta. ¿Lo conocía? Estaba segura de que lo había visto en otro lugar, hacía ya mucho tiempo.

Justo igual que con Admes.

Los ojos del chico se abrieron en sorpresa y su semblante volvió a ser el de antes. Se apartó de mí con una sonrisa, tomó el cuaderno que había venido a buscar, dio media vuelta y se marchó por la puerta.

Inconscientemente caminé con prisa hasta ella, buscando el lado por donde se habría ido. Pero ahora, ya solo veía su espalda alejándose. Bajé mi mirada y luego la subí de nuevo. Alaric Verner, eres extraño, pensé para mí misma.

Más extrañas todavía eran las ganas incontrolables que tenía de correr a seguirlo. Cosa que no haría.

En vez de eso, me dirigiría al comedor. No había comido en varias horas y mi estómago me lo estaba recordando.

Además, necesitaba calmarme.

Bajé las escaleras hacia el salón de comida mientras pensaba. ¿Por qué cada vez que veía a esos muchachos estos sentimientos me abrumaban como nunca? La necesidad de buscar algo... una pieza faltante en mí.

Al llegar al destino le dí una ojeada general al lugar, planeando dónde me sentaría. La mayoría de las mesas estaban vacías, lo cual me facilitaría el trabajo. Fui hasta el buffet y me serví el menú del día sin muchas ganas. Esa ensalada de rúcula con pollo no me convencía para nada, pero comida era comida.

Me decidí por una mesa al lado del gran ventanal, tenía una vista más amplia y cercana del lago que la ventana de mi habitación. Mientras comenzaba a rebanar el ave asada que estaba en mi plato, pensé en Lucy. Ya era un buen rato desde la última vez que la veía, si no se encontraba en compañía de su ídolo mayor -un gran patán- no sabía dónde podía estar. Normalmente, me habría buscado para cenar juntas, que no era el caso.

-Mmm... Lucy, eres una traidora -farfullé a medias, con el pedazo de pollo siendo masticado en mi boca y mi vista hacia afuera.

-No deberías hablar si estas comiendo -Escuché a mi lado. Volteé la cabeza y encontré a Admes sentado en una mesa que seguía a la mía.-Es descortés.

AlyssaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora