Prólogo.

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Como mi luz en la oscuridad, él era claridad en la penumbra. Como un sueño hecho realidad, una risa en medio del llanto, esperanza daba a mi vida. Casi como una muerta que vuelve a levantarse, una ciega que ha vuelto a ver. Como quien ve el sol o siente las gotas de la lluvia en su piel por primera vez. Un arcoiris de sentimientos, donde hasta el más doloroso era felicidad. Porque lo sentía por él, con él y él sería la solución. Así era como lo amaba, era una viajera en busca de su voz.

¿Cuánto debe una persona sufrir, para finalmente ser feliz? ¿Cuántas cosas malas había hecho para pagarlas de esta manera? Todo en lo que creía y había confiado alguna vez se alejaba como viento en una tormenta. Las lágrimas ya no podían contener a tanta tristeza. Respirar se volvía difícil, el nudo en mi garganta parecía quererme ahogar. Cada célula en mí ardía de desesperación. El vacío se volvía desgarrante. Mi ansia de venganza sobrepasaba sus límites.

Mi cuerpo entero estaba en llamas por dentro. Mis ojos no veían más que aquella traumática escena, se repetía una y mil veces.

Los rayos del sol alcanzaban mi rostro pero yo no podía sentirlos. Un invierno eterno había ocupado mi corazón, haciendo la capa de hielo que ahora lo recorría más ancha con cada minuto.
La única señal de que seguía viva eran las lágrimas cayendo una por una, marcando un trazo de humedad en mis mejillas. Incoloras. Como todo a mi alrededor.

¿Cuándo me volví tan sensible? ¿En qué momento dejé mis defensas y me entregué de esta manera? Es cierto, probablemente es mi castigo por desobedecer las reglas.
Tal vez... sólo tal vez... esta es mi maldición.

AlyssaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora