REVOLUCIÓN 7.0

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REVOLUCIÓN 7.0

Relato de Utopía Cibernética

Por José Benhur Márquez Sánchez

Por José Benhur Márquez Sánchez

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Aquellos viejos robots, los que antes había en las grandes y modernas fábricas, brazos mecatrónicos de plástico y metal, con chips de Silicon Valley; de monótonos movimientos y gobernados por rudimentarios ordenadores; hace quince décadas fueron suplantados por verdaderas máquinas antropomorfas, los conocidos como androides.

Nadie imaginó que, luego de la revolución 5.0 —también conocida como la Revolución de las Inteligencias Artificiales, o IAS—, la nueva revolución —la 6.0— traería consigo la revolución de los hombres. La guerra social y armada, tras la cual surgió una nueva sociedad; al principio, esperanzadora y llena de prosperidad. Pero como en toda revolución humana, la nueva sociedad se degeneró. La ambición y la corrupción la devoraron como un cáncer, y la tornaron decadente.

En el comienzo de la nueva sociedad, a cada familia de trabajadores se le asignaba un "Shintai". El Shintai, se encargó del sustento del trabajador y de sus familiares consanguíneos, de darle las comodidades y lujos al que todo ser humano tenía derecho por nacimiento y de por vida, según La Carta Magna de la Nueva Industria. Así pues, el Shintai hacía lo que todo humano hizo alguna vez: Trabajar.

Los humanos pudieron disfrutar de sus vidas plenamente: ir donde quisieron, dormir y comer tanto como pudieron. Pero el paraíso no duró mucho; los gobernantes de la Nueva Industria pensaron que, por derecho propio, debían tener más que los demás. Decidieron entonces cambiar un poco la ley según sus propósitos: cada trabajador debería dar mantenimiento apropiado y oportuno a su Shintai, de tal manera que este durara lo mismo que la vida natural del propietario, y si el androide se estropeaba antes del tiempo, debía ser sustituido por uno en óptimas condiciones lo más pronto posible, a fin de seguir gozando el trabajador de los beneficios. Pero los planes de los gobernantes de la Nueva Industria se extendieron mucho más: los siguientes Shintai, después de los gratuitos entregados por ley a cada familia, debían retribuir al Estado Industrial el cuarenta por ciento de su producción. Y de ese punto en adelante, cada avería, cada reparación implicaría un porcentaje menos de los beneficios del trabajador, y una ganancia adicional para la Nueva Industria. Como los hombres perdieron las habilidades de confeccionar y reparar, dejaron que los Shintai duraran hasta donde sus fuerzas electrónicas les permitieron. Desde hace un tiempo todas las unidades andróicas comenzaron a tener fallas continuamente. Y al cabo de varios decenios, el paraíso se derrumbó, dando paso a la era oscura, la era de la marginación, la era de los olvidados.

El viento cruzaba frío entre las casuchas de las favelas. Las negras melenas de Fabio se agitaban como la alta hierba de las tierras marginales. Cada mañana, a las cinco, bajaba por la barrosa cuesta hasta la fuente de agua, y llenaba los baldes de latón, que luego traía enganchados en los extremos de un palo sobres sus hombros y nuca. Caminaba alrededor de dos horas, una de ida y otra de regreso. A sus trece años, ya estaba acostumbrado a la faena pesada. Pero a él le habría gustado vivir como los niños de Ciudad Alta. Ciudad Alta, era un lugar al que su familia o nadie de la comunidad soñarían llegar. En principio porque allá vivían solo los poseedores de Shintai, mientras ellos no tenían ni un simple televisor de flexicristal de 32 pulgadas, o una estufa de absorción solar; y segundo, pertenecía a los desterrados y olvidados. Los de allá arriba vivían cómodamente sin hacer nada, mientras a ellos no les quedaba mucho tiempo para buscar ser felices, pues debían aferrase a la tierra y arrancarle el sustento diario. Todos en su familia, como todos los demás de la favela, trabajaban muchas horas sembrando en las pocas tierras productivas existentes. Realmente eran muy pocas. Las mejores las tenían las ciudades industrializadas como Ciudad Alta, Ciudad Cristal y otras muchas.

Relatos Siderales y UtopíaWhere stories live. Discover now