DESDE EL ESPACIO PROFUNDO

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DESDE EL ESPACIO PROFUNDO

Relato Sideral

Por José Benhur Márquez Sánchez

Aquella diminuta luz centellaba cada cierta cantidad de segundos, como la respiración de una criatura viviente en estado de letargo, refulgente en medio de una perenne oscuridad

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Aquella diminuta luz centellaba cada cierta cantidad de segundos, como la respiración de una criatura viviente en estado de letargo, refulgente en medio de una perenne oscuridad. Únicamente el rojo parpadear existía, pretendiendo inundar la inmensa cavidad desde el tablero de la consola. Luego, despertando del sueño electrónico que cursaba ya varios cientos de millones de unidades de tiempo, con un sordo ronquido reverberante, la roja luz del tablero tomó el control y comenzó a dar vida a los demás sistemas. Poco a poco la oscuridad imperante dio paso a la blanca luminosidad.

La extensa cavidad metálica se hallaba concurrida de decenas de contenedores oblongos de cristal, en cuyos interiores una exigua atmósfera mantenía en suspensión animada a las formas de vida. Una multitud de nimias luces amarillas y verdes se prendieron en las cabeceras de los contenedores, y el gas de la atmósfera interna alcanzó la presión requerida. El sueño de los viajeros concluía finalmente.

Una vez ambientada la sala y los contenedores se irguieran adoptando una inclinación de cuarenta y cinco grados, las tapaderas de cristal se removieron instantáneamente.

Dryf abrió los ojos almendrados y observó su entorno. Había un poco de confusión aun en su mente, pero esto era normal tras los procesos de reanimación celular. En muchos segundos, o en pocos minutos, todas sus funciones vitales se pondrían a tono, y se reestablecerían las conexiones sinápticas, devolviéndole los recuerdos. Aunque a él le bastaron diez segundos, asistido por la IA, para recordar la misión.

Pronto abandonó el resguardo del contenedor, así como los otros treinta integrantes del grupo, y, como una especie de autómatas, se dirigieron a los asientos reclinables situados delante de luengas consolas pobladas de controles impresos en delgadas láminas trasparentes.

Dryf mentalizó una orden que Drazma, uno de sus subalternos, obedeció. Los largos dedos grises de Drazma se acercaron a la consola y se movieron de un modo preconcebido, sobre uno de los diseños impresos. Las paredes metálicas de la cavidad se tornaron traslúcidas, y los tripulantes pudieron ver un estrellado universo. Los lejanos soles se desplazaban vertiginosamente en sentido contrario al movimiento de la nave, mientras la forma redonda de un planeta gaseoso crecía paulatinamente delante de ellos.

La misión no era el planeta gaseoso, sino uno más cercano al sol del sistema, un mundo rocoso clase Media, al otro lado del cinturón de asteroides.

El comandante recordó aquella antiquísima misión, cuando hace mucho tiempo, él y su tripulación visitaron el cuarto planeta —también clase Media en aquel entonces— y esparcieron los Constructos, o elementos vitales, en sectores debidamente preparados para la siembra. Los Constructos serían activados por los Reactores Atmosféricos un cuarto de milenio luego de su partida. Una vez activados, estas estructuras interactuarían con el carbono o cualquier otro elemento capaz de generar moléculas orgánicas. Después, se convertirían en proteínas que al irse aglutinando darían origen a organismos más complejos.

Concluida la siembra, dejaron la órbita del pequeño mundo y navegaron hacia el tercer planeta, pasándolo de largo al verificar que estaba en la fase primaria tardía, es decir, con una corteza inestable, con transformaciones tectónicas severas debido a la mucha actividad volcánica.

Mucho tiempo después regresaron.

A la orden del comandante, Drakkar, navegante en jefe, dirigió la nave laboratorio a través del cinturón de rocas espaciales y trazó la trayectoria hacia el cuarto planeta.

El científico maestro de abordo, denominado Dromk, examinó los dispositivos rastreadores y telemétricos, y mentalmente comunicó al comandante Dryf que la cosecha había fallado. Por razones desconocidas, en un período entre la siembra y la verificación actual, las condiciones del mediano planeta decayeron drásticamente. Su atmósfera, aunque conservaba su elemento primario, el CO2, se perdió casi por completo. Tras analizar exhaustivamente, descubrieron que la energía cuántica de su núcleo se disipó sustancialmente, disminuyendo la fuerza gravitatoria, y, en consecuencia, parte de la atmósfera escapó al espacio. Y finalmente el centro magmático acabó por enfriarse en un alto grado. Ondas electromagnéticas solares de distintos niveles penetraron la delgada atmósfera, esterilizando la poca vida establecida. La biósfera tan solo duró unos cuantos millones de unidades de tiempo antes de sucumbir, interrumpiendo la evolución de los Constructos.

Ellos hubiesen sido sacudidos por la frustración, pero dentro de su código genético a base de hidrógeno no existían andamios emocionales. Además, sabían que el ochenta por ciento de los mundos sembrados fallarían; estaba dentro de lo previsto en la Tabla de Shmutik.

La astronave científica en forma de un alargado guijarro se dirigió rumbo al tercer planeta, como efecto de los informes proporcionados por los dispositivos telemétricos que lo señalaban como un potencial receptor de Constructos.

Se estacionaron a varias unidades astrales y en el poco tiempo que duró la estancia, edificaron un satélite que giraría en torno al planeta rocoso, para adecuar su campo gravitacional y evitar que el núcleo se enfriara como en el cuarto planeta. El satélite artificial se iría alejando a medida que el núcleo fuera perdiendo actividad cuántica, fuerza gravitatoria y calor. En un cierto instante, cuando el núcleo estuviera en su punto más débil, el satélite artificial volvería violentamente a su órbita primaria, reactivando la energía cuántica del núcleo, dejando a cero el contador de pérdida gravitacional.

Los grises, de contextura desgarbada, dejaron el tercer planeta y, transcurridos varios millones de unidades de tiempo, volverían para constatar los resultados de la nueva cosecha.

La órbita del tempestuoso mundo gaseoso fue dejada. Los motores imprimen velocidad a la astronave científica y, en pocos intervalos de tiempo, los instrumentos de medición se enfocarían en el tercer planeta.

Los grises no muestran satisfacción alguna al revelar los medidores un estado de éxito del ciento por cien. Las especies sembradas desarrollaron y evolucionaron adaptadas a las condiciones de su mundo. Los Constructos lograron evolucionar de las condiciones primigenias de dióxido de carbono a una atmósfera compuesta en su mayoría por oxígeno.

Los análisis determinan también que otras especies no nativas, especies interestelares, están cohabitando el mundo, pero en menor escala.

Los dispositivos de recolección de datos sustraen toda la información recopilada por el satélite artificial desde su construcción. El sistema autónomo ha recogido y resumido en un millón de Terainfos toda la historia de la evolución.

La alargada nave pasa a una distancia aproximada de sesenta veces la distancia entre el satélite artificial y el planeta.

Como la misión ha terminado por ahora en este sistema, los tripulantes regresan a las cápsulas de animación suspendida, para seguir la agenda en otros distantes sistemas de la galaxia. Su misión: continuar sembrando formas de vidas, recopilar y analizar sus progresos.

La alongada nave avanza y va perdiéndose rápidamente entre las caliginosas profundidades del espacio, lejos del sistema solar. 

Relatos Siderales y UtopíaWhere stories live. Discover now