LOS INVASORES

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LOS INVASORES

Relato Sideral

Por José Benhur Márquez Sánchez

Desde que la humanidad tuvo conciencia de pertenecer a un grupo, sea una tribu, un pueblo o una nación, surgieron los conflictos bélicos; primero por la supervivencia del grupo, luego por la ambición de un hombre de poseer mucho más que los demás ...

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Desde que la humanidad tuvo conciencia de pertenecer a un grupo, sea una tribu, un pueblo o una nación, surgieron los conflictos bélicos; primero por la supervivencia del grupo, luego por la ambición de un hombre de poseer mucho más que los demás o de las naciones por apropiarse de los recursos de otras naciones, las guerras han sido parte de la vida de los terrícolas.

Medio Oriente fue una región de poco interés para los demás países del mundo hasta finales del siglo XIX que se convirtió en un foco de atención muy importante debido a los yacimientos petrolíferos, el llamado "Oro negro".

A partir de entonces, el hombre fundó sociedades y tecnologías sustentadas en los hidrocarburos como cimientos del mundo moderno. Junto a esto, los gobernantes vieron a un enemigo en sus vecinos aunque los separaban miles de kilómetros, en lugar de a socios. Así, de forma silenciosa, iniciaba en los tiempos actuales una guerra no declarada por los recursos naturales.

Las potencias de la Tierra guardan en sus arsenales las armas más sofisticadas y poderosas del planeta; cada una capaz de borrar a una metrópoli entera. Muchas de ellas permanecen emplazadas en bases secretas dentro de silos fijos y móviles y dentro de submarinos nucleares, esperando como temibles bestias de destrucción masiva ser lanzadas al encuentro de los "enemigos". Los misiles balísticos e hipersónicos de mediano y largo alcance apuntan a los lugares estratégicos de sus rivales: a las ciudades pobladas, a los centros financieros e industriales, así como a las regiones productoras de alimentos. Las tres principales potencias mueven sus piezas ideológicas y desatan una era de convulsiones sociales en otros países.

Durante la primera mitad de la centuria veintiuno, el primer disparo de misil se dio en el estrecho de Ormuz sobre un portaviones norteamericano, matando a sus 6322 tripulantes. El conflicto se extiende más allá de la región por medio de las alianzas militares.

Las avanzadas de drones ablandan a las infanterías enemigas, preparando el terreno para las invasiones. Luego, a marcha veloz, cientos de tanques y convoyes con numerosos combatientes cruzan a los territorios aledaños mientras las fortalezas aéreas y los cazas de última generación buscan objetivos pre-programados a destruir.

La diplomacia ha fallado. Ultimátum a los delegados en las Naciones Unidas les obligan abandonar el país, sus visas son revocadas y designados como non gratos y enemigos. El organismo internacional queda tácitamente disuelto. La economía mundial se desmorona. Todo está dispuesto a una escalada bélica como jamás vio la humanidad. Días después, repentinamente, una lanzadera de un submarino libera su contenido expulsándolo en medio de ensordecedores rugidos y densas llamaradas. Los gases incandescentes impulsan el cuerpo cilíndrico acelerándolo a casi 15000 kilómetros por hora. El mortal proyectil de múltiples ojivas, de dos megatones cada una, vuela rasante evadiendo los escudos electrónicos del continente, se eleva y arroja las ojivas sobre tres ciudades importantes de los Estados Unidos. La respuesta norteamericana no se hace esperar; cuatro ciudades igual de importantes de la contraparte, al otro lado del mundo, son arrasadas. El mundo se vuelve un infierno.

Oculto a los ojos de los humanos, otra batalla se libra arriba en el espacio. Tres gigantescas astronaves nodrizas octagoniformes se baten en duelo con centenares de platos volantes y naves con forma de puros. Las batallas espaciales son resueltas casi instantáneamente a favor de las astronaves, cuando un poderoso pulso emanado por sus baterías destruye los sistemas de combate de los platos y de las naves en forma de puros. Un pacto intergaláctico prohíbe terminar con otras formas de vida, pero existen en la Tierra razas alienígenas que durante milenios adoptaron al planeta como un laboratorio, y experimentan con el comportamiento humano. Produjeron eventos impactantes que derivaron en el surgimiento de nuevos pueblos, o en la creación de líneas socio-ideológicas antagónicas. Estos alienígenas modificaron a las especies de la Tierra para hacerlas cumplir sus propósitos experimentales. Pero la alta cúpula del Consejo Galáctico dictaminó que tales experimentos debían cesar de inmediato. Envió a sus emisarios a través de los agujeros de gusano para dar cumplimiento al edicto.

Tras derrotar sin infligir daños a los tripulantes de los platos volantes y de las naves en forma de puros, las astronaves octagoniformes penetran en la atmósfera. En el momento que los sistemas autónomos de las grandes potencias se disponen a lanzar el arsenal nuclear sobreviviente, el mismo pulso que desactivó las armas de los platos volantes se desplaza curvándose en las capas estratosféricas, avería los artefactos de guerra terrestres inutilizándolos al instante. La guerra terrestre cesa al instante.

Jamás debían intervenir en los asuntos de otras civilizaciones, pero el caso de la Tierra era especial pues fue manipulada, y la única solución viable, según el Consejo Galáctico, era la intervención directa. En esta línea, las fuerzas extraterrestres se tomaron el planeta para tratar de deshacer los daños. Esparcieron en el aire, el agua y los alimentos moléculas desensambladoras que se encargarían de desmontar los genes de la agresión. Aunque completar el proceso de desintoxicación les llevaría el tiempo de la existencia de seis generaciones humanas.

Al cabo de dos generaciones, los terrícolas se sienten oprimidos y quieren romper el yugo impuesto por los invasores. Resuelven armarse y hacerles frente. Empiezan revueltas contra los ocupantes cuya sangre verde tiñe los suelos terráqueos. Debido a eso, miles de humanos son contenidos en prisiones y ninguno puede ser ejecutado (las fuerzas del Consejo Galáctico ni siquiera logran concebir algo así) a pesar de la gravedad de los crímenes. Durante la tercera generación, los científicos humanos descubren la manera de revertir los efectos de las moléculas desensambladoras, crean alimentos desprovistos de ellas, y filtran el agua que beben y el aire que respiran a niveles submoleculares. En la séptima generación, la mayoría de terrícolas son guerreros y construyen armamento con nuevas tecnologías capaz de bloquear los pulsos. En la octava generación remontan el espacio en veloces naves para hacer frente a las fortalezas octagoniformes. Es obvio, los extraterrestres de los platos volantes y de las naves en forma de puros están detrás de los adelantos tecnológicos.

Los ejércitos del Consejo Galáctico abandonan progresivamente la superficie del planeta ante la imposibilidad de sostener las posiciones de dominio, sin afectar la vida terrestre. Al cabo de una generación humana más, el último reducto de superficie vuelve a las astronaves nodrizas. Bien podrían exterminar toda vida en la Tierra ante el peligro de que la raza humana se haya transformado en una especie depredadora y colonizadora. Las crónicas de los experimentos con los humanos señalan que desde que el hombre surgió como criatura inteligente, habían sido contaminados con las moléculas, las cadenas de aminoácidos, los genes de la aberración: de la estirpe predadora.

Decidieron en el Consejo Galáctico permitirnos seguir creciendo como una especie, pero seríamos confinados en nuestro sistema solar, impedidos ir más lejos de la nube de Oort. Ellos nos devolvieron la autodeterminación para destruirnos. En tanto, a los grises de Maltaes y a los reptiloides de Arrkk, se les sancionaría por los experimentos ilegales.

Los científicos del Consejo Galáctico presagiaron que, a lo sumo en diez generaciones humanas, nos extinguiríamos, y... estamos al cabo de ese fatídico plazo y todo indica que no se equivocaron.

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⏰ Last updated: Jun 01, 2020 ⏰

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