Cada noche, cuando las estrellas salen a bailar en el cielo y la luna ilumina mi habitación con su suave resplandor, siento tu ausencia pesando sobre mi pecho como una losa. Extrañarte se ha convertido en un hábito, en una parte inherente de mi existencia, como el latido constante de mi corazón.
Recuerdo tus abrazos cálidos, que me envolvían en un refugio seguro contra el mundo exterior. Recuerdo tus besos suaves, que eran como destellos de luz en medio de la oscuridad. Recuerdo tus palabras amorosas, que llenaban mi alma de alegría y esperanza.
Pero ahora, todo eso es solo un recuerdo lejano, un eco distante de lo que una vez fue. Te has ido, dejándome con un vacío que parece imposible de llenar. Intento llenar ese espacio con las rutinas diarias, con el trabajo, con las distracciones, pero siempre hay un hueco en mi corazón que clama tu nombre.
Extrañarte es como perder una parte de mí misma, como caminar por la vida con un pedazo de mi alma arrancada. Cada día se convierte en una lucha para seguir adelante, para encontrar sentido en un mundo que ahora parece desprovisto de color y significado.
Pero a pesar del dolor, a pesar de la tristeza, sé que no puedo dejar de extrañarte. Porque extrañarte es también recordar los momentos felices que compartimos juntas, es revivir los instantes de amor y complicidad que atesoro en lo más profundo de mi ser.
Y aunque estés lejos, aunque el tiempo y la distancia nos separen, quiero que sepas que siempre llevaré tu amor conmigo, como un faro que me guía en medio de la tormenta. Porque incluso en la distancia, incluso en la ausencia, nuestro amor sigue ardiendo con la misma intensidad que el primer día.
Así que cada noche, cuando las estrellas salen a bailar en el cielo y la luna ilumina mi habitación con su suave resplandor, cerraré los ojos y te buscaré en mis sueños, esperando el día en que la distancia sea solo un recuerdo lejano y pueda tenerte de nuevo entre mis brazos.
Johanna Gómez.