Episodio 5

10.8K 1.5K 463
                                    

GIA

La reacción de mi cuerpo es inmediata. De un rápido salto impulsado por mis brazos me pongo de pie, y dos segundos más tarde ya he sacado la pistola del cajón. Por desgracia, él también tiene la suya. Y me está apuntando.

—¿Quién coño eres? ¿Cómo me has encontrado?

—Esperaba una reacción así, tienes una personalidad demasiado explosiva —habla con mucha tranquilidad para estar sentado en la cama, con un porro en una mano y un arma en la otra.

—Te he preguntado quién eres —insisto entre dientes al mismo tiempo que cargo la pistola—. No pienso volver a repetirlo.

—Eres consciente de que yo también te estoy apuntando a ti, ¿verdad?

—No tengo miedo a morir, ¿lo tienes tú? —cuestiono con la respiración acelerada, la adrenalina recorriendo mis venas y la mala hostia a punto de estallar por los cuatro costados.

Aguarda en silencio unos segundos, su mirada quiere decirme algo que ahora mismo no soy capaz de analizar correctamente por el estado de alteración en el que me encuentro. Hay algo en él que... me resulta familiar.

—Vale, tranquila, voy a bajarla —dice mientras su mano desciende poco a poco, extiendo la mía para que me entregue su arma y él lo hace sin mucha convicción.

—Es la tercera vez que te pregunto quién eres. —Río con nerviosismo negando con la cabeza, puedo notar la ira invadiéndome.

—Me llamo Hannibal.

—Hannibal —pronuncio en voz alta y él asiente, como si esperase que algo hiciese clic en mi cerebro.

Un rápido flash atraviesa mi cabeza entonces, luces de neón, lluvia intensa y mucho frío. Estaba cansada, no paraba de correr y un niño venía tras de mí. Me caí, el suelo estaba encharcado y me hice cortes en las palmas de las manos.

—¡Corre, ya vienen! —exclamó él mientras me ayudaba a ponerme en pie.

Lo seguí porque lo conocía, solo éramos dos críos pero... Sí, lo conocía.

—Te conozco.

—Claro que me conoces, Gia. —Una pequeña sonrisa alumbra su rostro.

—Pero no... —Niego con la cabeza al mismo tiempo que bajo el arma y aprieto los parpados queriendo recordar más.

—Es normal que me hayas olvidado, solo teníamos diez años.

—Orfanato de Belfast —digo entonces como si acabase de iluminarse una bombilla en mi cabeza—. Hannibal el lapiceros. —Me llevo las manos a la boca y estallo en una carcajada fruto de la emoción, el desconcierto y la incredulidad.

—Vaya, eso sí que lo recuerdas. —Ríe conmigo y entonces me pongo de rodillas en el colchón, un poco más cerca de él.

—Joder, tío, le clavabas un puto lapicero a todo aquel que se metía conmigo.

Asiente sin borrar la sonrisa de su rostro y me ofrece su mano, la cual acepto dejándome llevar por un sentimiento nuevo para mí. Algo que nunca había experimentado.

—Espera, ¿cómo me has encontrado? Yo ni siquiera te recordaba.

—Nunca te perdí la pista —confiesa con un asentimiento en dirección a la televisión—. Cada atraco que salía en las noticias sabía si habías sido tú o no. Quise ir a buscarte en varias ocasiones, pero siempre llegaba tarde y la policía te había pillado, estabas en el correccional o ya te habías largado del país. Después sucedió lo de Alemania y... bueno. —Deja la frase en el aire y yo no necesito que lo diga, se está refiriendo a cuando me detuvieron por primera vez tras la mayoría de edad y me metieron en prisión durante cinco años.

Dirty glamourDonde viven las historias. Descúbrelo ahora