Capítulo 10

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Su cabeza seguía reviviendo las horas anteriores. Sara llorando, eso era lo que más le dolía, no haber hecho nada para evitar aquellas lágrimas. Pero en verdad lo que más le dolía era saber que ella la causa de esas lágrimas, ella era la que la había hecho llorar, Sara lloraba por su culpa, y eso le dolía demasiado.

Tenía que arreglarlo con la mas pequeña, ella se merecía una explicación, se merecía saber la verdad.

Rápidamente tomó su móvil y le escribió un mensaje, esperó unos segundos, pero perdió toda esperanza al darse cuenta de que la tenía bloqueada. Gimió de la frustración mientras marcaba el número de la más pequeña, iba a intentar todos los medios posibles, no se iba a rendir.

- ¿En serio? ¿También tienes bloqueadas mis llamadas?- tiró su teléfono contra la cama- ¿Qué tengo que hacer para que me perdones?- mustió mientras se acostaba en la cama para observar el techo.

Una pequeña lágrima se deslizó por las mejillas de Leo ¿Por qué lloraba? No lo sabía, se suponía que ella no era la que tenía que estar llorando. Ella debería estar bien. Rápidamente se limpió la lágrima y miró su teléfono.

Daniel.

El la ayudaría, podía pedirle que le dijera dónde vive su hermana. Si, eso haría. Con algo de suerte conseguiría su ayuda.

Rápidamente tomo el teléfono entre sus manos y llamó al hermano de la fotógrafa mientras rezaba por que el si le contestara y estuviera dispuesto a colaborar.

- ¿Si?- al otro lado de la línea se escuchó la voz de un niño pequeño, Lucas.

- Lucas, soy la abogada Villar, Leo- el pequeño de ojos azules interrumpió a la abogada.

- Leo, tienes que venir. La tía ha venido llorando, tienes que ayudarla- suplicó el niño y en ese momento a la morena le invadió la culpa. Realmente le dolía saber que la fotógrafa estaba mal por su culpa- Papá, no. Estoy hablando con Leo- cuando escuchó eso volvió a la realidad.

- No se que mierdas le has hecho a mi hermana, pero será mejor que la dejes estar, no tenías bastante con joderle una vez, tenías que hacerlo dos veces- y tras decir eso, Daniel cortó la llamada.

- Mierda- maldijo dejándose caer en la cama. Ahora sí que no podía hacer nada. Ahora sí que la había perdido, la había perdido por segunda vez.

*****

- Oh, ya has llegado- dijo algo sorprendido Daniel desde el salón al oír abrirse la puerta- ¿Qué tal te lo has...- dejó de hablar cuando vio a su hermana entrar al salón con los ojos rojos y algunas lágrimas por las mejillas.

- Hola, tía- saludó el pequeño que acaba de parecer por la puerta de su habitación. Rápidamente Sara giró la cabeza para que su sobrino no la viera llorando, el no podía- ¿Tía?- preguntó al ver que ella no se acercaba para abrazarlo como normalmente hacía.

- Lucas, espera aquí unos minutos- el pequeño miró con el ceño fruncido a su padre que tomaba a Sara por el hombro y desaparecía por el pasillo. ¿Por qué se llevaba a su tía? ¿Había hecho algo malo?

¿Su tía estaba llorando? Se preguntó a sí mismo cuando la oyó sollozar. El no quería que su tía llorara, el la quería ver sonreír. Porque era muy buena persona y las buenas personas no merecían llorar, merecían sonreír siempre.

Mientras, en el habitación de Sara, Daniel trataba de calmar a su melliza, que solo sollozaba y decía imbécil una y otra vez.

Una vez la fotógrafa ya se calmó un poco el rubio aprovechó para preguntarle que le había pasado. Lo único que sabía era que se había ido a cenar con una amiga.

- Es una imbécil, una auténtica imbécil. La odio. Odio su cara, odio su maldito carácter, sus ojos, su sonrisa de chica buena- Sara suspiró apoyándose en la pared- Y me odio a mí misma por haber querido besarla y por pensar que había cambiado.

- No te entiendo ¿de quién me estás hablando?- Sara fijo la vista en los ojos de su hermano, recordando la sonrisa que le había regalado minutos atrás la abogada- Sara, ella otra vez no. Leo, no.

Tal vez se hubiera pasado, tal vez no tendría que haberle gritado ni haber actuado como una adolescente, pero tenía que ponerle fin a eso. No podía continuar esa cena, no cuando cada sonrisa que le regalaba la más mayor significaba estar al borde de un ataque al corazón. No cuando había llegado un punto en el que solo podía pensar en volver a besar aquellos labios.

Daniel escuchó su teléfono vibrar y suavemente se levantó de la cama para ver quien era. Al salir escuchó como su hijo hablar.

- Leo, tienes que venir. La tía ha venido llorando, tienes que ayudarla- escuchaba como suplicaba Lucas. Leo, el estaba hablando con Leo. Rápidamente caminó hasta donde estaba su hijo y le tomó el teléfono evitando hacerle daño- Papá, no. Estoy hablando con Leo- se quejó el más pequeño visiblemente afectado por no poder hablar más tiempo con la abogada.

- No se que mierdas le has hecho a mi hermana, pero será mejor que la dejes estar, no tenías bastante con joderle una vez, tenías que hacerlo dos veces- escupió las palabras con cierto odio hacia la abogada antes de colgar la llamada.

- ¿Por qué le has dicho eso a Leo?- dijo esto el más pequeño poniéndose de pie en el sofá y cruzándose de brazos- Ella tiene que venir a cuidar a de la tía.

- Mira hijo, Leo no puede ver a tu tía. Ella le hace daño.

- ¿Le pega?- preguntó el pequeño sin entender- Leo no le pegaría, ella la ve con ojos bonitos.

- No le pega, pero le hace daño- intentó explicar Daniel. Tal vez esto era demasiado complicado para que un niño lo entendiera.

- No, Leo no puede hacerle daño. Ella tenía voz de estar triste. Cuando los malos le hace daño a otra persona ríen, porque son malos, Leo no reía.

El rubio solo se quedó pensando en lo que su hijo le había dicho ¿Leo triste? ¿Por qué estaría Leo? A ella no le importaba nada, le daba igual Sara, después de todo solo había sido una mas en su lista, a no ser que...

Daniel miró hacia el pasillo donde se encontraba la habitación de su hermana.

- Serás tonta, hermanita- murmuró para si mismo.

Si lo que pensaba era cierto, tal vez, solo tal vez, podría echarle una mano a la Leo, pero más adelante porque ahora mismo lo mejor era que se mantuvieran alejadas por un tiempo, para evitar que se hicieran mas daño.

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Nos vemos la semana que viene. Espero que les haya gustado.

Destino, te odioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora