Capítulo 4. Luchando por seguir cuerda

1 0 0
                                    

Mi celular sonaba en mi bolsa y no atendí hasta la tercer llamada, era mi amiga Tris, que al parecer estaba preocupadísima por mí y por eso me había enviado más de cincuenta mensajes.

—Estoy bien— le dije en el segundo en el que contestó la llamada, pero ella no dudo en empezar a gritarme a todo pulmón.

—¡¿Dónde carajos estabas?! ¡Te estuve llamando una infinidad de veces y te mandé como cien mensajes! ¡Estaba a cinco minutos de llamar a la puta policía para denunciar tu puto secuestro! — chilló a través del auricular.

Ella era mi plan de apoyo, si algo me pasaba podía denunciar mi desaparición y al menos intentar saber que me había pasado, pero en ocasiones como esa era que no amaba tanto mi plan B.

—Bien, mi cliente era un loco de mierda, no sé qué tenía en la cabeza pero estaba loco, de remate. Dijo que yo era su alma gemela y creo que me tatuó mientras dormía drogada o noqueada o no sé— le resumí lo mejor que pude mi mal y miré al conductor de reojo, que sonreía engreído suponiendo lo que había pasado y posiblemente satisfecho porque a alguien como a mí no le fuera tan bien.

—¡¿Qué?! Debes de dejar de trabajar, buscar un empleo digno en el que no pongas en peligro tu vida— empezaba nuevamente con sus sermones.

—Te cuento cuando este en casa, ¿te parece? Ya casi llego— no esperé a que me contestara y le colgué, metí el teléfono en la bolsa y rebusqué entre los billetes sueltos que tenía. Le agradecí al universo el que el tipo loco me hubiera pagado por adelantado a mi tarjeta, porque perder la enorme cantidad de dinero que me había ofrecido habría sido espantoso para mi cartera después de todo lo que había sucedido.

Llegué a mi pequeña casa y no miré a ninguna parte, me fui directo a mi cama y tomé el celular de entre mis cosas para llamar a Tris.

—Ya estoy en casa, entera y sana, más o menos, creo— le dije, sin saludar siquiera.

—Yo también, voy entrando— y colgó.

Suspiré, algo cansada, y me removí entre mis sabanas color melón. Escuché la puerta frontal abrirse y cerrarse, y unos pasos furiosos dirigirse hacia mí. Ya sentía su furia llegar a mí. Lo primero que sentí fueron un par de manos levantar la gigantesca playera que aún no me quitaba y un jadeo.

—¡¿Qué carajos es eso?! — sentí sus deditos tocar la piel de mi vientre, lo que me sorprendió porque no me causó ni un poco de dolor.

Abrí los ojos y alcancé a ver esa cara de espanto que pocas veces había visto en ella. Miré mi vientre y pude ver esa marca extraña en mi piel, una luna en su punto más angosto y un montón de estrellas, todo en purpura. No dolía, lo que era extraño para un tatuaje, lo sabía porque tenía uno en el muslo derecho en forma de un sol, porque me recordaba a mi mejor amigo de la infancia.

—¿Te duele?

—No— mi voz sonaba incrédula, porque ni yo me lo creía.

—Cuéntame todo lo que pasó— me dijo en una orden, a lo que no tuve de otra que obedecer al pie de la letra, diciéndole todo con lujo de detalle mientras ella iba a mi cocina por algo para comer, escuchándome a gritos, aunque estaba literalmente frente a la puerta de mi habitación.

—Así que escapé a toda velocidad lo mejor que pude— concluí mi relato justo cuando ella ingresaba con una bandeja cargada de cosas que no quise ni mirar.

—Debes dejar este trabajo ya, o terminará matándote, literalmente— me obligó a comer un bocado de melón al empujarlo sin ningún cuidado casi hasta mi estómago.

—Dime en que otro trabajo podría ganar desde dos mil fairas por noche, anda, te espero— la reté con la mirada y mastiqué otro bocado.

—Tienes razón, pero esto no es seguro...— su mirada estaba cargada de preocupación y resignación.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 28, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

DepressedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora