CAPITULO I

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La lista de sus errores era ciertamente muy larga. A través de los años y durante mucho tiempo pareció ir de error en error, equivocándose y nunca aprendiendo. El primero de todos había sido no distinguir la maldad de su padre desde el inicio, el más reciente estaba apenas comenzando. No podía dejar de recriminarse por lo que hacía, estaba volviendo a ensuciarse las manos y no podía detenerse porque, aunque no quisiera admitirlo, de este error no se arrepentía y volvía a cometerlo cada noche con una necesidad más imperiosa quemándole por dentro. ¿En qué momento había perdido de vista el camino correcto y se había vuelto tan débil? Intentó recordar la última vez que cometió un error tan grande, quizás ese fuera el de Yu Dao, aunque si bien sus razones eran correctas, sus acciones distaron mucho de serlo, casi había comenzado una guerra de dimensiones descomunales sólo por no poder pensar más claramente y darse cuenta que hablar era la solución para todo. Pero ahora no podía hablar con nadie al respecto, llevaba el secreto de su error como una cicatriz interior, desgarrándolo y pidiéndole más. Porque quería más. Era tan malo siendo bueno.

Tres años pasaron desde el fin de la guerra, los planes de Ciudad República tomaban formas cada vez más concretas, sus amigos tenían vidas prósperas aportando grandes cosas al nuevo mundo que estaban creando, su tío era feliz en Ba Sing Se y él aún no se acostumbraba a las tensiones de su nuevo cargo. Ser el Señor del Fuego lo llenaba tanto de gratificaciones como de frustraciones y estrés. Y había encontrado una forma de manejarlo.

Solía sentirse solo en ese gran palacio así que cada cierta cantidad de meses enviaba halcones a sus amigos para que lo visitaran y ellos aceptaban gustosos, no podían estar separados demasiado tiempo, se extrañaban mucho. Aunque había encontrado a su madre y ahora tenía una hermana pequeña, no habían querido retornar a la capital de la Nación del Fuego, el palacio deprimía a Ursa. Zuko había vuelto a hablar con Mai hace unos meses y pensaba que en poco tiempo podrían retomar su relación de buena forma, pasaban tiempo juntos y ella iba a visitarlo a menudo, eso lo hacía sentirse aún más culpable ¿Habría un límite, dejaría de sentirse mal en algún momento o después de cierto punto su cuerpo no resistiría la culpa y estallaría? Lamentablemente estaba dispuesto a averiguarlo, a llevarlo todo hasta el límite sólo porque no iba a renunciar a algo que lo hacía sentir tan vivo.

Todo comenzó con una de esas cartas que tanto le gustaba enviar, en ellas invitaba al viejo equipo avatar a reunirse en su gran y formidable palacio. Habían estado mucho tiempo separados, debieron declinar un par de ofertas de visita porque estaban todos muy ocupados en sus asuntos, lo que realmente frustró al Señor del Fuego y lo sumió en una irritación progresiva, pero en cuanto pudieron aceptaron la invitación y se fueron rumbo a la Nación del Fuego cuando el invierno de ese año estaba comenzando y prometía ser crudo. Zuko los recibió en su imponente palacio junto a Suki y Ty Lee, que aún trabajaban como sus guardaespaldas, ellos llegaron todos juntos sobre Appa, el que lamió al Señor del Fuego alegremente en cuanto lo vio y Momo se acurrucó en su hombro. Aang saltó hacia su amigo abrazándole con fuerza, Sokka y Katara lo imitaron. Mientras todos se saludaban se escucharon quejas y maldiciones provenientes del bisonte. Se voltearon y pudieron ver cómo una pálida Toph se abría paso a patadas entre los bolsos y cosas atadas a la montura. Se veía realmente afectada.

-Estúpido bisonte, maldita sea ¿Por qué teníamos que volar? ¡Podía venir perfectamente por mí misma! –Le lanzó una patada a un saco de dormir y lo arrojó lejos, luego bajó del animal y se llevó una mano a la boca, intentando no vomitar, afirmándose de Appa.

-¡Mi saco! –Gritó Sokka corriendo a buscarlo.

-¿Qué le pasa? –Preguntó Suki mirando a Toph con preocupación.

QUEMANDONOS (toph y zuko)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora