CAPITULO VIII

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Tomaron un par de sillas de madera para sentarse cerca de una mesa. Él habló. Respiró profundamente y comenzó su relato sobre aquellos días que habían disfrutado tanto y que habían terminado por separarlos dolorosamente. Le contó todo lo que ella no sabía que él había vivido y pensado mientras esos fatídicos momentos transcurrían. Le contó también que el día en que Toph dejó la nación él volvió hasta el palacio y fue a la casa de Mai para romper con ella. La maestra tierra escuchó pacientemente cada palabra, a veces sentía ganas de llorar, a veces debía contenerse para no golpear a Zuko en la boca del estómago y que dejara de decir tantas cosas. Era ridículo para ella escucharlo, le dolía oír las palabras que se deslizaban por los labios del maestro fuego "me gustabas", "iba a decírtelo", sonaba lejano, una narración de alguna historia antigua perdida en el tiempo, como las leyendas que Zuko solía leerle. Su historia se había terminado.

El Señor del Fuego terminó de hablar y observó en silencio cómo Toph cerraba sus ojos inútiles con pesar. Después de un momento ella logró hablar.

-Gracias por decírmelo.

Y nada más. Zuko esperó alguna otra reacción o respuesta, pero ella no volvió a hablar, volteó su rostro hacia un lado, como si estuviera decidida a olvidar que él se encontraba ahí.

-¿Sólo eso? -Se atrevió a preguntar -Acabo de decírtelo todo ¿No tienes nada que decirme?

Ella volvió a dirigir su rostro hacia él conservando una expresión seria.

-No sé qué quieres que te diga.

-¡¿Qué?! -Se escandalizó Zuko. Había esperado tanto para poder aclarar las cosas, para decirle por fin todo lo confundido que estuvo y todo por lo que pasó. Aún después de esos años guardaba la secreta y ridícula esperanza de ser comprendido y perdonado sólo por darse a entender. Pero no funcionaba ¡Estaba perdiéndola otra vez!

Y sus ojos inútiles ni siquiera pretendían buscarlo.

-Es porque no me crees ¿verdad? -Dijo después de pensarlo -Quizás el material del piso no te deja sentirlo bien -Se levantó de su lugar y se arrodilló cerca de ella, tomó sus manos y las puso sobre su propio pecho -Si me tocas mientras lo digo podrás saber que no estoy mintiendo. Puedo decirlo todo otra vez.

Toph sintió que algo se comprimía dentro de ella.

-No es problema del suelo, Zuko. Sabría si me mientes sólo con oírte -Se soltó suavemente del agarre del maestro fuego y tomó el rostro de Zuko entre sus manos, acariciando la familiar textura de su cicatriz. Pudo sentir, para su sorpresa, que el cabello de Zuko estaba mucho más largo de lo que recordaba, quizás no había vuelto a cortárselo desde entonces -Te creo.

-¿Entonces por qué no dices nada? No sabes cómo me arrepiento, no te seguí y me arrepiento todos los días -Por la mente de Zuko pasaban las tardes solitarias luego de la partida de Toph, el increíble vacío que sentía en el interior, el odio que llegó a sentir por él mismo -Te extraño... Pero volviste, no puedes volver y dejarme otra vez solo. No puedes...

-Basta -Lo interrumpió Toph soltándolo y poniéndose de pie, estaba harta, no iba a dejar que todo comenzara otra vez, no era una tonta, no volvería a pasar por lo mismo -¿Aún no lo entiendes? ¡Piénsalo un poco! no me extrañas a mí, extrañas todo lo que has tomado de mí. Cuando estaba en este palacio siempre te acompañé, me preguntabas cosas y yo las respondía, te aconsejaba y te esperaba pacientemente todas las malditas noches, cuando Mai se iba sabías que estaría esperándote. ¡Y no es sólo eso! ¿Quién ha estado siempre apoyándote? -Toph estaba expresando todo lo que había pensado en esos años de separación, la realidad que ella había encontrado en sus recuerdos, el verdadero motivo de esa gran y elaborada mentira -¿Quién fue la única que te creyó cuando decidiste que ya habías sido un estúpido suficiente tiempo y quisiste ayudar a Aang? Cuando esa estúpida obra en la Isla Ember te mostró lo horrible que habías sido con tu tío ¿Quién te dijo que él aún te quería y que debías seguir haciendo lo correcto? ¿Quién te hizo notar las fallas que cometías con tus consejeros y con los rebeldes? ¡He corregido tus errores una y otra vez! -Zuko la miraba perplejo mientras las palabras de Toph traían vívidos recuerdos frenéticamente a su memoria, uno detrás de otro y lo golpeaban como látigos- Si yo no hubiese desarmado tus malditos tanques en Yu Dao ¡ahora estaríamos en guerra! ¿Y sabes qué es lo peor? ¡No sé si estaría apoyando al Reino Tierra o a ti! ¡A ti y a la maldita Nación del Fuego!

QUEMANDONOS (toph y zuko)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora