Sepia

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Brisa cubre en antiguos cánticos los polvorientos caminos que alguna vez recorrí con risas sin saber que se desvanecerían, siento que crecí rápido cual hierbajo que ve todo pasar rápido a su alrededor. El sol una vez mas se torna de color marrón claro y rosa, y la cámara enfoca el panorama de modo que puedo verme a mi mismo como la sombra, sin notar como el sonido de los huesos y piel alborotarse en el crecimiento. No recuerdo cada mano que tomé a lo largo del viaje ni cuantas veces miré a través de la ventana del autobús desde el amanecer al anochecer. Recuerdo cuando me hicieron sonrojar y luego reír, cuando la guerra en juego se volvió graciosa, cuando quedaba parte de mi sonrisa entre ustedes en el momento en que pensé que me sentiría cómodo luego de haber perdido una batalla conmigo mismo. Ese pilar al reír luego de alguna elocuencia bastante fuera de lugar y hilarante, en sus gustos que parecían ya mas avanzados en nosotros, las aventuras que logramos vivir. Experimentaba fuera del monacato el éxtasis del compartir, aun cuando el cristal giraba en la espiral. Levantamos armas cual mosqueteros preparados para enfrentar el siguiente nivel, noches enteras volviendo al tema aun al terminar la jornada. Las hojas del árbol aun oculto no escapa del ocaso del otoño, que renacería pronto en primavera. Confiamos mucho en la naturaleza y no en el labrado camino de nuestras mentes. El momento alcanzaba el ocaso, las risas solo son recuerdos en mi cabeza, como esas salidas a pleno calor que alguna vez llenaron el vacío del ocio de nuestra propia soledad. Los fragmentos de las hojas de un árbol que no cambiaba, que solo volvía a la tierra luego de cumplir su propósito en esta.

Es así como despierto del trance sentado en el asiento de atrás hacia la ventana del autobús, donde el cielo conecta con el mar y donde el frío reina de forma en que olvidé que todo era parte de un hermoso recuerdo, guardado como la foto que es, que busco arreglar cada día para que no sea desgastado en la inmensidad de las pesadillas e inseguridades que afligen mi espalda, olvidando que es lo que llevo encima. 

No temo a la oscuridad si aun tengo las fotos guardadas y los regalos envueltos. Las lagrimas que alguna vez dejé en esa mesa en la que solíamos hablar.  No temo al presente a pesar de no sentir de nuevo esa compañía, si aun se que puedo contar con ustedes y en el fondo de su corazón ustedes también. No temo al pasado ni me arrepiento de cada abrazo forzado que les dí antes de decir hasta pronto, es quizás la forma en la que grité al destino el por que dejó que la marea me arrastrara lejos de mi hogar, la ira invadió cada paso que me alejó de ustedes y de lo que alguna vez fue el ancla de mi barco. Las risas permanecen tatuadas en mi mente, las palabras, las frases, los momentos. 

La risa se escapa mientras subo hacia mi habitación, recostado en la inmensidad de mi cuarto aun con la mochila en la espalda; contemplo el techo y sonrío, se que algún día volveremos a caminar juntos mientras digo alguna estupidez para volver a romper el hielo.

MestiziaWhere stories live. Discover now