"Dos" - Carlota

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Empieza a oscurecer y parece que la lluvia no está dispuesta a retirarse por las próximas horas.

Una adolescente demasiado ordinaria a la vista deambula por las calles húmedas mientras se abraza a sí misma preguntándose por milésima vez en el día si ha tomado la decisión correcta.

Han pasado más de tres semanas desde que mantuvo una acalorada discusión con la señora Constanza en la hora del almuerzo. Aún puede sentir aquella ira en sus venas que la hizo actuar tan impulsivamente, llegando a lanzar un cubierto con tanta agilidad que éste terminó en el hombro derecho de aquella señora mayor y saliendo de la mansión corriendo hasta que sus pies no se lo permitieron más.

Tres semanas, más de veinticuatro días y quién sabe cuántas horas desde que dejó el único lugar que podría llamar hogar habían pasado y ahora simplemente se sentía perdida y sin rumbo, a pesar de ser consciente del mundo y de todo lo que la rodea, en estos momentos no tenía una sola idea de cómo continuar con su vida o específicamente qué hacer con ella.

Sus pensamientos sobre el futuro, buscar ayuda o simplemente regresar a "casa" le hacían tanto ruido en su mente que no la dejaban razonar en paz, con el paso de los días los ruidos en su estómago fueron los que le ganaban, y después de las dos primeras semanas su propio aroma corporal la sacaba de su propia mente.

Consideró que podía aguantar cualquier cosa, pero los gruñidos en su estómago y los espasmos en el mismo no eran una de ellas.

Tenía hambre, un hambre atroz y dolorosa, tan cruel que le producía vómitos.

Y de pronto también tuvo frío, había salido de casa sin nada más que lo que llevaba encima y algún alma caritativa en algún punto de la noche le había obsequiado un suéter que estaba demasiado andrajoso como para hacer desaparecer el temblor en su cuerpo.

Casi mecánicamente doblo la esquina de la calle por la que caminaba y se encontró a sí misma en el callejón trasero de un restaurante de comida rápida.

Aspiro una gran bocanada de aire y el aroma a base de pizza y queso derretido inundó sus fosas nasales, su estómago volvió a producir ruidos extraños y sin pensarlo dos veces se dirigió al contenedor de basura del fondo. Comenzó a hurgar buscando algo que pudiese callar a su estómago, momentáneamente ideas sobre vergüenza y auto condescendencia amenazaban con implantarse en su cabeza pero el hambre le pudo más.

Se encontraba tan concentrada en su tarea que no reparó en aquel hombre que la siguió con la mirada desde que había entrado en aquel callejón oscuro hasta que sintió un aliento pútrido tan cerca de su nuca que su piel se erizo del miedo.

Unas manos rasposas rodearon sus hombros y al hombre no le costó mucho voltear su pequeño cuerpo hasta que quedaron frente a frente, le sonrío maliciosamente mientras la miraba de arriba abajo con unos ojos que rallaban en la psicosis.

Tenía unos enormes dientes amarillos, la piel de su cara lucía vieja y descuidada y en la mano derecha sostenía una vieja navaja suiza.

—Si gritas te mueres— le dijo con una voz rasposa y sus rostros estaban tan cerca que la chica pudo notar un horrible aliento a alcohol, no logró hacer nada más que quedarse estática del miedo—Ahora vacía tus bolsillos y dame todo lo que tengas.

La cara burlona y agresiva del hombre cambió de una fracción de segundo al notar como su víctima comenzó a reír de una manera frenética y antinatural. Su consternación fue tanta que la soltó y dio dos pasos atrás.

— ¿Qué chingados te pasa? No hagas ruido o te irá peor.

Pero aquellas palabras no inmutaron a la menor que seguía riéndose como maníaca a tal punto de perder todas sus fuerzas y caer de rodillas al asfalto, ahora llorando y riendo a partes iguales.

Sus ojos estaban fijos en el suelo y cuándo volteó a ver al hombre desconcertado que estaba parado frente a ella le dijo mofándose;

—Mi cena me está esperando en aquel contenedor de basura— su voz sonaba burlona y divertida— ¿De verdad crees que tengo algo que puedas arrebatarme?

Volvió su mirada al suelo y lo único que escucho después de segundos de silencio y antes de la tragedia fue la voz del hombre diciendo: —Sí que lo tienes.

Lo próximo que sintió fue el peso del hombre tirándola al suelo y cayendo sobre sus caderas, la navaja yacía sobre su estómago amenazando con clavarse en su piel mientras que sentía como una mano invadía su cuerpo y una asquerosa lengua se removía sobre la piel de su cuello.

La voz de Constanza se reprodujo automáticamente en su cabeza como un casete y se recordó a sí misma lo último que le dijo antes de lanzarle aquel cubierto a la hora del almuerzo

"No quiero ser una maldita heroína de ficción"

Manos jalando su cabello.

"¡Quiero una vida normal!"

Un cuerpo desconocido frotando contra el suyo

"Ya no quiero preocuparme por los demás, por salvar a los demás"

Dedos torpes tratando de despojarla de sus pantalones.

"¡NECESITO SALVARME A MI MISMA!"

Aquella última voz interior la hizo salir de su ensimismamiento y con una agilidad sobrehumana pateó la entrepierna del hombre y aprovechando su descuido por el dolor le arrebato el arma blanca de sus manos.

La rabia, el enojo y la vergüenza que había estado creciendo en su pecho desde que huyó de casa se hicieron presentes y dando un grito de guerra y llena de valentía no dudo un segundo para clavar aquella navaja en el hombro del hombre. Una vez comenzó le fue difícil parar, le siguió el pecho, el cuello y la cara.

Todo quedó en silencio y lo único que la rodeaba eran sonidos guturales y la lluvia golpeando contra el pavimento.

—Creo que me quedaré con esto.

Le dijo al cuerpo en el suelo mientras guardaba la navaja entre sus ropas. Trató de sonar valiente y burlona como antes, pero no lo logró, había herido a una persona, había matado a una persona, algo se rompió en su interior y no estaba segura de poder repararlo algún día.

Las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos, así que reunió todas las fuerzas que le quedaban y corrió sin detenerse como hace semanas atrás, pero esta vez sí que sabía a dónde ir.

La posibilidad de ser lluvia - ARISTEMOWhere stories live. Discover now