Aristóteles.
A pesar de luchar contra mí mismo por estas últimas semanas para no darle importancia al momento que compartí con Cuauhtémoc me es muy difícil no hacerlo cuando la soledad comienza a rodearme otra vez.
Por alguna razón he llegado a pensar que fue producto de mi imaginación, y volverme loco a esta edad y con esta vida no suena tan descabellado, de hecho por un momento me parece que sería lo más razonable ya que estar consciente de que fue real pero que desde entonces el mencionado no me ha dirigido la mirada duele. Y duele de una manera extraña, no es un dolor desgarrador ni algo que me impida seguir con mi vida cotidiana, pero sé que está ahí porque lo siento.
Me encuentro en mi habitación pensando en todo y en nada al mismo tiempo hasta que una idea cruza por mi mente y una vez que se instala en mi cerebro me es muy difícil sacarla de ahí.
Siento la necesidad de buscarlo por mi cuenta y hasta trato de convencerme a mí mismo de que tal vez él está esperando por mí, pero estas últimas semanas no ha dado ni un indicio de eso, así que creo que solo me estoy engañando a mí mismo.
Deseo con todas mis fuerzas que descifrar a las personas no me fuera tan difícil porque simplemente no quiero arruinarlo.
Me niego a renunciar a la única persona a la que ha parecido interesarle mi existencia, pero concluyo que realmente parece que el que ha renunciado primero es él.
Me estoy hartando un poco de esta situación así que prefiero salir a la cocina por más helado, nunca será suficiente, pero al abrir la puerta de mi habitación me quedo hecho piedra y mi corazón comienza a latir a una velocidad que podría considerarse peligrosa.
Del otro lado, en el pasillo, se encuentra Cuauhtémoc, me quedo viendo sus ojos sobre los míos un rato sin saber muy bien qué decir o cómo actuar.
— ¿Te vas a quedar ahí mirándome con cara de baboso o me vas a ayudar con esto?
Su voz suena burlona y me saca de mi ensimismamiento, dirijo mi mirada hacía sus manos, de nuevo a sus ojos y otra vez a sus manos, me siento confundido.
Lleva consigo un enorme pastel cubierto con chocolate y algunas fresas en el centro, es demasiado grande para dos personas.
Trato de contener mi sonrisa pero siento que no lo logro y la verdad no me importa, le abro paso dramáticamente hacia mi habitación y él entra con una energía que hace a mi corazón explotar de felicidad.
Toma lugar en mi cama y pone el pastel a un lado.
—No pude traer platos porque no soy malabarista —dice y se ríe de su propio chiste, tardo un poco en entenderlo y cuándo lo hago ya no tengo dudas de que estoy sonriéndole como un idiota.
—Pero traje un tenedor, si no te molesta compartir.
Me siento a su lado, sólo con el pastel entre ambos, y no sé de donde sale la valentía para preguntarle lo siguiente:
—Creí que había hecho algo mal, me has estado evitando todo este tiempo.
Volteo a mirarlo directamente y me encuentro con una mirada difícil de interpretar pero intuyo la disculpa que viene a continuación.
—Lo siento —dice y desvía su mirada al pastel —Yo... —antes de que pueda evitarlo mi mano actúa automáticamente y cuando me doy cuenta esta sobre su hombro.
—No te preocupes, esto de hacer amigos también es nuevo para mí.
Me sonríe y le sonrío, comenzamos a engullir aquella mezcla extraña de bizcocho reseco y ganache de chocolate quemado.
—Dios ¿Desde cuándo Mamapola cocina tan horrible? —digo y me arrepiento al instante, porque el chico a mi lado tiene las mejillas rosadas y se cubre la cara con sus manos.
—Lo siento, yo... sé que te escabulles todo el tiempo por dulces y helado y pan y pensé que si lo hacía por mí mismo esto reforzaría nuestra amistad, pero ahora tengo miedo de haberte envenenado—Me quedo perplejo porque podría esperar que luciera molesto por mi comentario tan desatinado y en su lugar parece que le divierte toda esta situación.
—No, no, discúlpame tú a mí —ahora no sé en dónde meterme y esconderme bajo mi cama hasta morir no me parece una idea para nada descabellada —de verdad lo siento, esta delicioso, las fresas son comestibles.
Sin pensarlo tomo una de estas y la meto a mi boca. Mientras estoy masticando un sabor agrio inunda todo mi paladar y comienzo a hacer gestos para nada agradables.
Cuahutemoc sale corriendo del cuarto y siento que ahora sí que la he cagado a niveles irreversibles, pero unos segundos después vuelve con un vaso con agua y me lo ofrece.
Cuándo el sabor horrible de aquella fresa vieja parece haberse esfumado, lo encuentro preguntándome si estoy bien con cara de preocupación, a lo que sólo puedo asentir antes de tomar otro enorme sorbo de agua.
—La próxima vez usaré duraznos —dice con un hilo de humor en su voz y yo intento usar la mejor imitación de cara de enojado que puedo.
—No habrá una próxima vez— le digo mientras río internamente al ver desaparecer su sonrisa y reemplazarla con una cara de niño regañado —Casi me asesinas aquí, la próxima vez yo cocino, eres un peligro para la sociedad.
Sus facciones se suavizan y da un pequeño golpe en mi hombro, nos reímos hasta que nuestros estómagos comienzan a doler y decidimos escaparnos a la cocina a robar helado y galletas.
La sonrisa en mi rostro no desaparece hasta muy entrada la noche, se siente bien tener un amigo.
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La posibilidad de ser lluvia - ARISTEMO
General FictionAristóteles esta acostumbrado a parecer invisible y este sería un gran súper poder si no se sintiera completamente desplazado y sólo. -Universo alterno. -Aris y Temo están próximos a cumplir 17. -Inspirado en "The umbrella academy" sin embarg...