Capítulo 3: Encuentros.

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Finalmente llegaba el día de mi titulación, me había preparado durante semanas y estaba todo listo para destacar en mi proyecto de titulo, no había dormido en dos días y mi cara no era la mejor, para que decir de mi olor, necesitaba una ducha antes de irme a presentar mi tesis. Tome el ultimo sorbo de café frío que quedaba en el mesón de trabajo, reuní mis cosas y las eché en mi bolso de cuero que me habían obsequiado, fue extraño ese día, porque cuando estábamos en el mall pasamos por una tienda donde habían muchos accesorios, ropa, zapatos y otras cosas que no me imaginaba en cuero, cobre y productos locales, fue amor a primera vista con ese bolso, lo vi y supe que tenía que ser mío hasta que vi su precio, que desilusión la mía, no podía costear algo así, mi madre que me conoce como nadie en el mundo miro mi cara de desilusión.

—Andrés, ¿quieres ese bolso cierto?

No podía ocultar mi deseo pero el precio, ¡demonios! Era demasiado, así que a regañadientes le dije que no, que no se preocupara.

—Vamos Andres, ese será mi regalo anticipado por tu titulación, que te parece?

—Mamá ¿como sabes que me irá bien? — mientras soltaba una risa algo nerviosa.

—Porque eres mi hijo y se que el fracaso en esto no es una opción

Fue ahí que lo note, de improviso, su rostro palideció, y quedo en silencio con la mirada fija en alguien que iba entrando en la tienda, de pronto aquel hilo que solo conocía de lasitud, repentinamente brilló y se tensó.

Miré a mi madre pero su rostro no era el que se supondría ante esa reacción del hilo que yo ya conocía, era una cara entre susto, enojo, una cara que nunca había visto en mi madre.

—¿Alicia? ¿Realmente eres tu? No puedo creer que nos encontremos aquí, acabo de llegar este mes a la ciudad y la primera persona que veo ¡eres tú! No lo puedo creer. 

Mientras se acercaba a paso firme a nosotros, me fue inevitable notar que su hilo también se activaba con cada paso que daba hacia nosotros.

—¿Carlos? Pero, ¿que haces aquí? , yo pensé que estarías viajando por el mundo, formando alguna de tus nuevas empresas, ¿no fue por eso que te fuiste en primer lugar?— mientras fruncía el ceño en un tono serio, por un momento sentí como si yo no existiera, el aire se cortaba con tijeras, pero los hilos no mienten y  podía escuchar como el tambor de sus corazones se sincronizaba, todo era muy extraño y no entendía nada.

—Hola mi nombre es Andrés — interrumpí de improviso colocándome entre mi madre y este tipo al que nunca había visto pero notaba algo familiar en el, una sensación extraña que me tenía algo incómodo .

—Mucho gusto Andrés, soy Carlos, un antiguo amigo de tu madre, no puedo creerlo tienes un hijo Alicia, quien lo diría, pero díganme que es lo que están mirando, ¿les gustó algo?—

—Si, mi madre me regalará ese bolso de hecho. 

—Veo que tienes buen gusto Andrés , ese bolso lo diseñé yo, y es único, como todo lo que ves en mi tienda— mientras alzaba los brazos mostrando la magnitud de su tienda.

—¿En serio es tu tienda? Tienes cosas hermosas, pero muy caras—  con una sonrisa le dije.

—Andrés, nos vamos, es tarde y tu papá esta por llegar a casa, sabes que me gusta esperarlo ahí cuando llega. 

—Deberas, lo había olvidado, oka, otro día regresaré por ese bolso entonces, y mis felicitaciones por tus diseños, ¿sabes? Yo me recibo de diseño esta semana que viene así que que quizá y venga a pedirte trabajo— y solté una carcajada.

—Andres nos vamos— soltó seca y seria mi madre, molesta por algo que no entendía bien que era. Pero, seguramente tenía que ver con sus hilos, sentía que se tensaban y soltaban agitados pero era extraño, y la posibilidad de que mi madre sintiera algo por alguien que no era mi padre era imposible.

—Andres, en honor a tu madre, déjame regalarte esto— dijo tomando el bolso del mostrador, y pasándome lo. —Elegiste un camino difícil amigo mío pero si eres bueno, aquí siempre tendrás una oportunidad para mostrarte. Alicia, fue un gusto verte después de tanto tiempo—.

Mi madre no respondió nada, solo salió de la tienda y yo corriendo tras ella con el bolso en las manos.

Para cuando llegamos a la casa, la sentía incómoda, algo pasaba pero, ¿como le explicaba que veía esos hilos que unían a la gente? No era una posibilidad, así que solo me limite a preguntar por quién era y de donde se conocían.

—Y, mamá… que genial la tienda de tu amigo, me gusto mucho y seria genial poder trabajar ahí, ¿te imaginas?

En eso, ella comenzó a llorar, y solo me dijo: —No quiero que regreses nunca a esa tienda, ni mucho menos que hables con ese tipo renuevo, ¿me escuchaste?

—Pero, mamá ¿qué pasa?

—No te lo repetiré, no quiero que lo vuelvas a ver. 

Al segundo, llegó mi padre, y la conversación terminó ahí, no me atrevía a seguir preguntando que podía haber pasado, solo noté que desde ese día su hilo ya no era el mismo, algo había cambiado en el.

Semanas más tarde, me recibí de diseñador, y con el título en mano, solo podía pensar en cuanto me gustaría trabajar en esa tienda, pero no podía hacerle eso a mi madre… ¿o si?

El chico que veía los hilos rojosWhere stories live. Discover now