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     —Y, ¿Qué pasó después?— Cuestionó el psicólogo.
     —Me di cuenta que no podía vivir dependiendo de Alondra. Mis amigos me apoyaron de nuevo a levantarme.
     —¿Y la olvidaste?.
     —Si... O, bueno, no.
     —Cuentame qué pasó.
     —Pues, en un par de semanas conocí a una chica y me volví su novio. Fue algo tonto, porque, ahí me di cuenta que solo quería a Alondra. Terminamos rápido.
     —¿Cómo te diste cuenta de que solo querías a Alondra?.
     —Pues...

    
     Después de unos días, me di cuenta que a pesar de que luchará por decirle la verdad, no me haría caso. Así que dejé de intentarlo.
     Sus amigos y ella, se extrañaron de mi cambio de actitud, pues, ya no estaba atrás de ella, siguiéndola a todos lados, para decirle lo que en realidad había pasado en el rally. Ese cambio que lleve a cabo, hizo que Alondra por fin se interesará en saber la verdad.
     En un receso se acercó a mí.

     —José Luis, ¿Podemos hablar?.
     —Claro, dime.
     —Me he comportado muy mal contigo, pero, ¿Podrías decirme que pasó?.
     —¿Ahora sí me vas a escuchar?.
     —Si.
     —Lo que pasó entre María y yo, fue planeado, te lo puedo asegurar.
     —¿Por qué lo dices?.
     —María minutos antes de que me besara, me preguntó cómo íbamos los dos. Supo que con un beso, arruinaría todo. Así que me besó.
     —Pero ella asegura que fuiste tú quien la besó... Bueno, ambos quisieron.
     —Esta bien, cree en ella.
     —Quería escuchar tu versión.
     —Bueno, te la contaré.
     Le conté cada detalle.
     —Es muy diferente lo que me cuentas a mi, a lo que me contaron.
     —¿Y en quién crees más?.
     —En una persona que sé que mirándola a los ojos sabré si es verdad lo que me dice.
     —¿Soy yo?.
     —Tus ojos no mienten... Estás diciendo la verdad.
     —Traté de decírtelo, pero no me escuchabas.
     —Lo sé, perdón.
     —No te preocupes.
     Hubo un pequeño silencio. Era momento de arrojar la bomba.
     —Tengo que contarte algo Alo.
     —Dime.
     —Hace dos semanas no me dirigías la palabra. Lloré como nunca.
     —Perdón...
     —Pero, me di cuenta de algo. Tú no me amas, pues, no te importa hacerme daño. Me di cuenta de eso, a los dos días, cuando deje de intentar explicarte todo... Me di el tiempo de conocer a más personas, y de hecho, ya tengo novia.
     —¡¿Qué?!... Am, me alegra— Dijo comprometida. La bomba que acababa de arrojar había dejado paralizada a aquella chica.
     En ese momento ella se dio cuenta que había perdido al emperador de su vida. El no hacerle caso, alejarse de él, había dejado una consecuencia... Que me diera cuenta que no era la única chica en este mundo, y que existían más personas.
     Lo más seguro es que ella se arrepintió de todo el tiempo perdido en su silencio. En su egoísmo.
     —Gracias, hoy vendrá a verme, ¿Quieres quedarte a conocerla?.
     —No podré, me tengo que ir a mi casa rápido.
     —Te entiendo.
     —Bueno, te veo mañana.
     Salió corriendo de aquel lugar.
     Entré a mi salón. Algo en mi corazón no estaba bien. Quería a mi novia, pero, solo amaba a una persona, y fue la chica a la cual le había dañado con la noticia. Pensé en todo. ¿Qué dirían mis amigos?, ¿Qué tenía que hacer?, No puedes estar con alguien cuando amas a otra persona aún.
    
     En la salida, me encontré con Alondra. Ella se notaba distinta, de seguro seguía herida por aquella acción mía.

     —Hola José Luis, ¿Aún no llega?.
     —¿Quién?.
     —Tu novia...
     —Ahh... No, aún no.
     —Bueno, yo ya me voy, solo me tenía que despedir de ti. ¿Amigos?.
     —Am...
     Un niño se acercó a despedirse. Moría del arrepentimiento. Ella no era la única persona que podía ver las verdades en las miradas. Podía observar que en su mirada había tristeza. Podía asegurar que había llorado durante un tiempo muy largo.
     —Bueno, ahora sí, ya me voy.
     —Cuidate mucho Alo.
     —Tú también.
     Nos dimos un beso en la mejilla.
     Miraba como lentamente se alejaba de mí. La niña por la cual había perdido la cabeza, la estaba perdiendo con cada paso que daba.
     Mi corazón latía rápido, no podía dejarla ir. Mi mente no estaba de acuerdo con seguirla, pues sabía que ya había sufrido mucho. Sin embargo, seguí a mi corazón.
     Sin pensarlo, corrí detrás de ella. Había perdido dos minutos de ventaja, así que me sería difícil alcanzarla.
     Justo a unos diez metros de su casa, pude notar que ella estaba saliendo para ir por su hermana.

     —¡Alondra!— Ella volteó a verme. Sonrió.
     —¿Qué haces acá?, ¿No deberías de estar con tu novia?.
     —Me llevó unos minutos entender que a la única chica que amo es a ti. La única que vale la pena y la espera, es a ti. Estamos a unos cuantos días de que nos separemos por los estudios, no quiero que estos días estemos como dos completos desconocidos.
     —Pero, tú tienes novia... Además, con todo el daño que te he hecho, deberías odiarme.
     —Sin embargo no lo hago. Te amo con toda el alma.
     —Por más que quiera ocultarlo, yo también te amo.
     Sonreímos. Nos abrazamos muy fuerte. Entendíamos que lo nuestro no debía de terminar así.
    

     —Tomaste muchas malas decisiones, como andar con alguien que no amabas.
     —Lo sé... Pero, ¿Hice lo correcto?.
     —¿A qué te refieres?— El psicólogo tomó un poco de agua.
     —Esa misma tarde terminé mi noviazgo. No quería lastimar a mi novia, pues solo amaba a Alondra.
     —Estuvo bien porque así, no le hiciste daño a tu novia, sin embargo, hiciste mal al estar con ella aún sabiendo que no la amabas.
     —Lo sé.
     —Y posterior a ello, ¿Qué pasó con ustedes?.
     —¿Con Alo?.
     —Si.
     —Levantamos el imperio por un momento más.

      

El Emperador y La EmperatrizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora