El psicólogo se quedó callado durante unos segundos. Como si él, tratase de analizar cada jugada y pieza que movería en el tablero de ajedrez.
El sol estaba casi oculto por las mismas nubes color gris. En realidad, el cielo estaba del mismo tono. Se podía apreciar que la lluvia comenzaría en unos minutos.
El psicólogo finalmente se levantó de su sillón, caminó hacia su cafetera y se sirvió una taza.
—¿Gustas una taza?— Ofreció.
—Si, muchas gracias.
Terminó de servir mi taza. Me la entregó y se sentó en su lugar. Permaneció de nuevo, callado y rodeado de un inmenso silencio.El silencio duró poco más de dos minutos. Casi terminaba su taza de café. En mi caso, la había terminado.
Dejó aquella taza encima de un pequeño plato que había enfrente de él, en una mesa que nos separaba.—Eso fue hace unos años. Pero, según lo que entiendo, fue un año después, casi, de que terminaran, ¿Cierto?— Preguntó.
—Exactamente.
—Fue en una fiesta. Que increíble coincidencia. Lo que no me queda claro es, ¿Qué sentiste tú?.
—Fue algo raro. Sentía que la amaba aún, pero, lo más extraño es que también amaba a otra persona, mi novia.
—¿Amabas a tu novia?.
—Claro que si.
—¿Pero...?.
—Desde que Alondra me mandó ese mensaje, pidiendo perdón, algo cambio dentro de mí. Con mi novia comencé a alejarme, y por lo tanto, dejé de quererla como antes.
—¿Cuándo terminaste con ella?.
—Unas semanas después de aquel suceso de la fiesta.
—Hiciste lo correcto. Pero, tu caso me interesa mucho, porque, en momentos, suelo llegar a la conclusión de que estabas obsesionado. Pero, brillantemente, por otros instantes, llego a creer que la amabas de verdad.
—Lo sé. Pienso lo mismo.
—Tengo una pregunta para ti, José.
—Dígame.
—¿Qué le hubieras dicho a ella mientras bailaban?.
—Lo más seguro es que le preguntaría acerca de su vida.
—¿Podrías imaginar el momento?.
—¿Cómo?.
—Vamos a recrear el suceso. Te daré unos minutos de silencio después de mi pregunta. Quiero que analices y que te imagines lo que hubiese pasado. Después de esos minutos, me contarás, ¿De acuerdo?.
—Claro. De acuerdo.
—Imagina que, después de bailar con tu amiga Karen, hubieses caminado a la mesa de Alondra, y la hubieras invitado a bailar, y ella, como amaba la música, te dijera que sí...Amándote esta noche:
Caminé hacia ella. Mis piernas no querían responderme en algunos pasos. Traté de tranquilizarme y por esa razón, mi respiración era profunda.
La mesa estaba vacía. Ella estaba sola. Era el momento adecuado.
Me iba acercando, cuando de pronto me invadió un pensamiento: ¿Y si me dice que no?.
En realidad buscaba arreglar las cosas. Darle un punto final a nuestra historia. O incluso, tres puntos suspensivos. Pues la hermosa historia que soñaba, aún podía escribirse.
Ella estaba ahí, con su hermoso vestido. No se percató de que la observaba. Sus ojos tan hermosos junto a su mirada tierna, habían hecho que mi corazón siempre creyeran en ellos.
Toqué su suave espalda que estaba descubierta. Esa suavidad hizo que se me erizara la piel.—¿Bailas conmigo?— Pregunté.
Ella sonrió. Me extendió su mano como si tratase de que le diera un beso.
—Por supuesto que sí.
Tomé su mano, esa que me transmitía los sentimientos. Que se conectaba con el latir de mi corazón.Sentí que el tiempo se alentaba. Las personas nos miraban. Éramos nuevamente nosotros. El Emperador estaba recuperando a su Emperatriz aunque solo fuese unos minutos. Un sueño.
Bailamos al ritmo de la canción. No logro identificarla, pero, por la forma de movernos lentamente, es romántica.
Miro hacia mi alrededor y me percato que somos la única pareja en la pista de baile. No hay más personas. Las mesas están vacías, al igual que todo el salón. Solo estamos ella y yo.—¿Cómo has estado sin mí?— Preguntó de una manera sarcástica.
—Te has de imaginar.
—¿Y si me dices que me extrañas?
—¿Y si te digo que estoy amándote esta noche?
—¿A qué te refieres José Luis?
—Durante tantas noches, antes de dormir, le pedí a Dios una oportunidad más. Solo quería tomarte una vez más de las manos, sonreírte y decirte que te amaría por una noche más— Suspiré— Le pedí que me dejara verte una vez más a los ojos. Que pudiera darte un beso.
—¿En realidad me necesitas?
—Ya no te necesito. Sin embargo, te necesité cuando te fuiste.
—Entonces, ¿No me amas?
—Eso es lo peor. A pesar de todo, te sigo amando.
—¿Te digo un secreto?— Me vió a los ojos— Yo también lo hago.Se acercó lentamente a mí. Ella trataba de besarme. Pude notar su intención a tiempo. Cuando sus labios estaban a escasos milímetros. Cuando su respiración brotaba por mi rostro. Entonces, cuando fue el momento adecuado, me alejé.
—¿Qué sucede?— Preguntó.
—Esto es lo que somos y siempre seremos. Dos amantes en secreto.
—Tienes razón.Ella me soltó. Se dio la vuelta y cuando estaba por marcharse, a tres metros de mí, me acerqué por sorpresa y la besé lentamente.
La pasión seguía entre nuestras venas. El amor, era nuestra sangre. Nuestro oxígeno.—Dejame amarte esta noche— Mencioné.
Román José.
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El Emperador y La Emperatriz
Novela JuvenilNo estoy seguro si será el amor de mi vida. Es más, no sé si fue amor lo que sentí por ella. Pero, desde su llegada marcó un cambio en mi ser. Su ternura me cautivó. Todo era de colores hasta que se marchó. Disfruta esta hermosa historia de amor qu...