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『𝒚𝒐𝒖 𝒔𝒆𝒆𝒎 𝒕𝒐 𝒉𝒂𝒗𝒆 𝒂𝒍𝒘𝒂𝒚𝒔 𝒃𝒆𝒆𝒏 𝒈𝒐𝒐𝒅 𝒘𝒊𝒕𝒉 𝒌𝒊𝒅𝒔』

La campana de la librería sonó, moviéndose ligeramente mientras se abría la puerta. Dos zapatos con tacón negros sonaron mientras pisaban el suelo de mármol casi como si de la superficie más frágil se tratase. No levantó más la vista del libro, no necesitaba hacerlo. Siguió leyendo e ignorando a las demás personas que rondaban por el lugar mientras las pisadas de esa figura negra seguían sonando. Caminaba despacio, vacilando cada vez que apoyaba el pie contra el suelo. Era una especie de juego que tenían entre los dos: uno entraba en el lugar de otro con cuidado —el mismo que tiene un gato cuando inspecciona un terreno nuevo—, pasaban unos minutos lanzándose miradas indiscretas sin que el contrario le descubriera, el invasor se acercaba al otro y decía algo, podía ser una frase o tan solo una palabra, pero siempre significaba algo más y ambos sabían el qué: "pienso en ti", "te echo de menos", "cierra y vamos a la trastienda a ver qué pasa"... No había una finalidad para su juego, ni siquiera recordaban cuando empezaron a jugarlo, pero se había convertido en una especie de ritual para cuando se necesitaban.

Notó unos ojos posados en su figura y cerró el libro entre sus manos, hacía tiempo que había dejado de leerlo. Se acercó a unos cuantos no-clientes y les hizo salir de la librería rápidamente. Se giró y se quedó observando la espalda del intruso, cubierta por una chaqueta de cuero. Desvió la mirada y se dirigió a una estantería cercana, fingiendo que colocaba algunos libros que realmente debían estar en la mesa de donde los había cogido. Escuchó el tacón de los zapatos contrarios sonar más cerca suyo y un aliento en su nuca que le estremeció y le puso la piel de gallina. Una mano pálida y de dedos largos y huesudos recorrió su brazo, bajándolo hasta que el libro hubo caído al suelo y pudo juntar sus manos. La respiración de su nuca pasó a su oreja.

—¿Tienes vino? —la voz de Crowley sonaba rasposa mientras susurraba.

Soltó una risa y echó la cabeza hacia atrás, apoyándola en el hombro de su marido. Crowley aprovechó para dejar un beso en sus labios, desde hace relativamente poco habían empezado a darse muestras de afecto mutuamente y su demonio adoraba besarle; cada vez que tenía la oportunidad de hacerlo, lo hacía. Alguien normal diría que habían ido demasiado rápido, pero no estaban dispuestos a esperar ni un segundo más, seis mil años eran suficientes. Aziraphale dejó de darle a espalda a Crowley y le sujetó las mejillas para volver a besarlo una vez, dos veces, tres... Notaba el rostro del contrario enrojecerse más con cada beso. Parecía alguien serio y duro, pero a la hora de la verdad, Crowley era muy dulce y tierno, siempre tímido cuando se trataba de ellos dos, siempre cuidadoso en sus actos; le comprendía, después de tantos años amando en secreto a alguien, temía perderlo todo al hacer algo incorrecto.

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⏰ Última actualización: Apr 17, 2020 ⏰

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