☠ Capítulo 26 ☠

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Ximena

Había pasado una semana desde lo sucedido con Rodrigo y a penas le estaban dando el alta, Omar por el contrario unos días después ya andaba de pie caminando por toda la casa, dando órdenes y viendo a Rodrigo constantemente. Mi esposo aún seguía inconciente, así que me lo llevaría a casa en un vehículo como en el que nos habían traído, completamente equipado con todo lo que necesitaban. Al llegar a casa unos paramédicos lo bajaron en la camilla y con ayuda de los muchos de la casa lo llevaron a dentro y acomodaron en una habitación de la planta baja.

—Gracias, muchachos —les dije y todos después de asentir se fueron.

Me acerqué a Rodrigo y pasé una mano por su cabello, el doctor dijo que esto era un coma temporal, que despertaría en cualquier momento, que lo habían hecho para que se recuperará más rápido pues sus leciones habían sido muy serias, pero no me gustaba que estuviera así, quería verlo despierto, preguntarle cómo se sentía, pero debía darle tiempo. Sólo eso, tiempo. Luego de besar su frente, salí de la habitación y fui a ver a mis hijos, estaban jugando en el jardín, León con su pelota y Leonardo con sus juguetes, mi bebé al verme extendió sus brazos para que lo cargara y lo hice.

—Hola mi amor —besé su frente—. ¿Tienes hambre? —asintió, lo puse en el piso y cargué a Leonardo, antes de entrar le di las gracias al muchacho que los estaba cuidando y él se retiró.

—Mami, ¿taotito? —no había día en que León no preguntara por su papá y la verdad es que ya no sabía qué hacer para explicarle lo que le estaba pasando.

—Amor, papá está dormido —hizo un puchero y se fue a la sala. Cerré los ojos un momento y respiré hondo.

Mientras Rodrigo no despertara, las cosas en casa se pondrían difíciles con León.




—¡No quielo! —gritó con la poca fuerza que le quedaba ya—. Tatoito.

—Amor, tienes que usar tu inhalador —negó.

—Pá —empezó a llorar y se sentó en el piso, yo me senté a su lado.

—Déjame darte tu medicina y te llevaré a ver a tu papá —me vio y asintió. Puse el inhalador en su boca y presione tres veces este.

—Pá —dijo después de un rato, cuando su respiración ya estaba bien.

—No vuelvas a hacer esto León, ¿entendido? —asintió—. Bien, ni siquiera debería llevarte y al contrario debería castigarte, pero lo voy a hacer sólo porque sé que extrañas mucho a tu papá, así que  vamos antes que me arrepienta.

Nos pusimos de pie y fuimos a la habitación dónde se encontraba Rodrigo, al entrar cargué a León y lo puse en la cama de hospital para que pudiera ver a su papá.

—Tatoito —hizo el intento de subir en el pecho de su papá como solía hacer cuando Rodrigo dormía, pero lo detuve.

—No —me vio asustado—. Quédate a su lado, papá está enfermo —hizo un puchero.

—Tatoito, epieta —recostó su cabecita en el brazo de su papá—. Tatoito —empezó a llorar y se me hizo imposible no hacerlo yo también, me dolía tanto ver a mi esposo así y a mi hijo sufriendo por él.

Mi celular empezó a sonar, lo saqué de mi bolsillo y respondí sin ver quién era.

—¿Bueno? —me limpié unas lágrimas.

—Ximena, ¿pasó algo con Rodrigo? —era Rogelio.

Él no había podido verlo muy seguido pues estaba preparando lo del negocio con Manuel y Sebastián.

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