☠ Capítulo 47 ☠

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Rodrigo

Estaba sentado en una mecedora, con Luciano en mis brazos porque hacía un rato atrás se había despertado, le di de comer y se volvió a quedar dormido. Vi el reloj en mi muñeca 2:36am, me estaba muriendo de sueño y lo único que quería era dormir sin que otro de mis hijos se despertara y me impidiera hacer lo que tanto quería. Al comprobar que mi cachorrito se había quedado bien dormido, me puse de pie y lo llevé a su cuna, al lado de sus hermanos, lo cubrí con su colchita y me fui a la cama dispuesto a dormir en paz. Cerré los ojos, contento de al fin poder descansar, pero esa felicidad se fue a la mierda cuando unos segundos después mi celular empezó a sonar.

-Puta -masculle. Lo agarré y atendí la llamada-. Bueno.

-Rodrigo, tenemos un pedo -era Rogelio. Me senté y me pasé una mano por la cara.

-¿Qué pasó? -se escuchaba exaltado y preocupado.

-La policía nos cayó en uno de los laboratorios, precisamente en el que estaba la coca que íbamos a mandar a Estados Unidos -apreté el celular con fuerza.

Malditos hijos de puta, pensé que después de hacer que todos pensaran que estaba muerto al fin me iba a librar de ellos, pero no, siempre andaban detrás.

-Hay que deshacernos de todos los que estaban ahí, si alguno llega a decir que estoy vivo me joden la vida. Quiero que lo mandes a matar a todos.

-Pero Rodrigo...

-No. Nada de peros, los quiero a todos muertos, tengo cinco hijos ahora y lo que menos quiero es ser perseguido por la policía otra vez y terminar pudriéndome en una puta celda en el gabacho. Así que hazme ese favor y con lo del negocio, en la mañana vamos a buscar una solución, por ahora voy a descansar.

-Está bien -colgué.

Rogelio no parecía conforme con lo que le pedí, pero no me importaba, quizás era cruel matar a esa personas que trabajaron para nosotros, pero lo sentía mucho por ellos, mi familia iba primero que cualquier otra persona en el mundo. Quería ver crecer a mis hijos, envejecer al lado de mi esposa y para eso necesitaba estar libre. Si para que yo pudiera ser feliz con mi familia debían morir muchas personas, así iba a ser.

-¿Qué pasó? -Ximena abrió los ojos y me vio.

-Nada, mi amor -me acosté a su lado y la abracé-. Descansa mi vida, todo está bien. Como debe de ser.




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Rogelio y yo nos encontrábamos reunidos en mi casa, mientras él me aseguraba que ya todos aquellos que habían sido agarrados por la policía estaban muerto, yo no dejaba de pensar en cómo solucionar lo de la coca que la policía había incautado, necesitábamos pronto una solución o perderíamos ese negocio. Pero, ¿quién podría vendernos coca de nuestra misma calidad? Sería difícil o quizás imposible encontrar a alguien con un producto de calidad como el nuestro y si alguien lo tenía no nos ayudaría, estaba seguro de ello.

-¿Y si le pides ayuda a uno de los amigos de tu tío? -vi a Rogelio y luego de analizar sus palabras, negué.

-No me gusta deberle favores a los del acuerdo, no de este tipo. Aparte no quiero que luego se sientan con derecho sobre Culiacán, al menos nuestra parte -asintió y le dio una calada a su cigarro.

-Rodrigo -levanté la mirada, Ximena llevaba a uno de los niños en sus brazos-, Leandro no se quiere dormir -sonreí y estiré mis brazos. Se acercó a mí y me lo dio.

-¿Quieres que te duerma papá, cachorrito? -le di un beso en la frente se acomodó en mi pecho.

Me hacía muy feliz tener tres bebés en casa, era muy cansado, pero de igual forma me encantaba, más aún que la familia estuviera creciendo tanto y fueran puro cachorritos. Ximena se acercó y tomó un papel en el que había estado garabateando, al leerlo frunció el ceño.

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