EL VIAJE

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XVI


Se había quedado con la boca abierta y los ojos tan grandes como platos, mirando con detenimiento la escena que evidenciaba la relación de Kanda y Allen, una que iba mas allá de la laboral. Trago saliva y no pudo evitar sentir, siguiendo la sorpresa muy de cerca, un gran nudo en la garganta.

–¡Lo siento mucho!- se disculpo sin demora con las mejillas arreboladas de carmín, cerró la puerta en un intento desesperado por mantener castos sus ojos y tras esta sintió el corazón brincarle descontroladamente.

Si en algún momento la habitación había sido calida y acogedora en este preciso momento era todo lo contrario, con un frió gélido que acompañaba la creciente furia de Kanda a la vez que el tiempo parecía congelado, ya que nadie se animaba a hacer algún movimiento, seguían con la vista fija en la puerta.

Allen se reincorporo, con el animo caído y algo mas, aquella inesperada visita le había cortado la inspiración en mas de una forma y Kanda parecía terriblemente molesto. De espaldas a él recogió su ropa y comenzó a cubrir su delgado cuerpo. Pronto su olfato capto el inequívoco olor del tabaco y aun así continuo cubriéndose.

–Será mejor que hable con ella.- quería arrancarse el cabello de un solo tirón ¿cómo se supone que explicaría que estaba teniendo sexo con Kanda en su oficina? No le iba a decir algo así y hablar sobre el tema con alguien mas era algo bochornoso.

¿Acaso iría y le diría "Kanda me estaba dando por detrás, pero no te preocupes, juro que estoy acostumbrado y que ya no me duele tanto como ayer"?

No, definitivamente no diría algo así. Resignado a que no lograría encontrar las palabras adecuadas para explicar aquello, decidió salir, esperando que a su cerebro llegará alguna idea como caída del cielo para justificar aquello.

Iba a ir detrás de ella con la no tan firme convicción de excusar su comportamiento y justificar lo visto cuando Kanda le tomo de la mano y lo jalo hacia él.

–Déjala sola.- Comento Kanda al darse cuenta de lo fructuoso que había sido que esa niña viese aquello. De esa forma se había dado cuenta quien era el dueño de ese enano y si sabía lo que le convenía, seguramente, dejaría a Allen en paz.

–Pero...-intento argüir Allen cuando Kanda le callo con su boca.

Kanda se despego de Allen y le abrazo posesivamente contra si, mientras clavaba su rostro en la hendidura entre su cuello y hombro, aspirando profundamente aquel aroma dulce que le asqueaba y deseaba.

Inmóvil, sin saber que hacer ante la repentina e inesperada acción de Kanda no pudo hacer mas que devolver el abrazo, rodeando con sus finos brazos la ancha espalda de este. Ya sabía que Kanda no era la clase de persona que le abrazaría con dulzura y le consolaría con alentadoras palabras al oído, sabia que debía encontrar el consuelo en su silencio, en bruscas caricias y en su huraña personalidad, eso lo tenía mas que claro pero este no le había cuestionado en ningún momento sobre su pasado, ni la razón de su fobia, por un lado le agradecía eso por que le evitaba hablar de algo que le incomodaba pero ahora que sabia que Kanda formaba parte de su vida quería hacerlo participe en la suya de modo mas activo.

Y aunque el oriental no le cuestionara nada quería confiar en él y contárselo, después de todo había mas que atracción en esa relación...

–Yo..-era amargo tan solo recordar-...fui encerrado por mis padres cuando era muy pequeño, me dejaron solo en un pequeño cuarto sin nada mas que la ropa que llevaba encima en ese entonces.- sonrió amargamente al recordarlos, en su infancia ellos habían sido su mundo, todo lo que conocía y amaba. Sin embargo fueron los primeros en abandonarle y darle la espalda.

Office BoyWhere stories live. Discover now