Cap. 3 Regresar

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Estaba más que agotada, su último día lo había pasado recorriendo museos históricos y uno que otro restaurante reconocido, a la hora de volver a su casa tuvo que hacer otra maleta más.

En estos momentos lo único que deseaba es entrar, arrojar donde sea sus cosas y lanzarse a su cama, para luego caer en los brazos de Morfeo.

No se había dado cuenta cuanto tiempo llevaba dormida en uno de los asientos del avión hasta que escucho a la azafata que su vuelo aterrizaba dentro de minutos. Al bajar en el aeropuerto bostezo y tomó un taxi directo a su casa, de cierta manera extraña aquel lugar hogareño y lleno de tranquilidad, ya que era una de las casas alejadas de la ciudad y cerca de un lago, era amplia, de dos pisos, contaba con más de cinco recamaras, una amplia cocina junto al gran comedor, dos baños (uno en cada piso) y la sala tan grande que se extendía hasta la puerta, era más que perfecta....

Al llegar fruncio el ceño al ver que tenía las luces prendidas, recordaba claramente que las había dejado apagadas y estaba segura que su amigo no sería tan tonto como para entrar en su ausencia, de ser así tendría que darle una buena paliza.

Busco sus llaves en su bolso de mano y se dispuso a abrir la puerta, se sobresalto un tanto al no conseguir su objetivo, la llave por más girada que fuese no lograba abrir la cerradura, desconcertada empezó a forzajear un poco abrumada, seguio intentando por varios minutos hasta que se dio por vencida.

Se le ocurrió entrar por la pared de emergencia (como lo llamaba su padre) haciendo suposiciones de lo que pudo haber pasado con su puerta. Se acercó al patio trasero y busco una roca implantada en la pared, una vez que la encontró empezó a presionará y en poco segundos se giró, dándole pasó a su casa.

Dejó caer su bolso, impresionada por lo que veía, atemorizada por la conclusión que había echo su cerebro. Todo era desconocido para ella, los muebles nuevos y modernos, cuadros que no reconocía, equipos electrónicos totalmente desconocidos para ella, dejó todo y empezó a correr directo a la habitación de sus padres donde había muebles nuevos y varias cajas, el clóset abierto.

— ¿Qué... sucede a-aquí? — Se preguntó mientras se restregaba la cara.

Nada de eso era su suyo, pero estaba más que segura que esa era su casa. ¿Entonces....?

Tomó nuevamente su bolso y busco su teléfono celular para encontrar el número de su mejor amigo, y llamar.

—... Se encuentra fuera de servicio

— No p-puede ser.... — Susurro dejando caer su bolso y la mano con la sostenía el celular. ¿Porque su amigo no le contestaba? No entendía nada y no sabía que hacer, una vaga idea se alojaba en su cabeza, pero no quería admitirla.

— ... bien, entonces iré mañana mismo. — Se escuchaba una voz desde la puerta.

Aquella persona que entraba se acercaba poco a poco hasta estar al frente de Izumo.

— ¡¿Qué haces aquí?! — Grito un exasperado Rin Okumura, señalandola sin poderselo creer, mientras que la pelilila se encontraba de igual o peor manera sin entender que hacía, ahí, el futbolista estúpido. — ¡¿Acaso me sigues?! ¡¿No tuviste suficiente en Taiwán?! ¡¿Qué quieres?! ... ¡¿Al menos me estas escuchando, cejas?! — Grito más fuerte lo último al ver que su acompañante no abría la boca. — ¡Contesta!

La pelilila reaccionó y fruncio de sobremanera su entrecejo.

— ¡¿SE PUEDE SABER QUE ESTAS HACIENDO, TÚ, EN MI CASA, PEDAZO DE IMBÉCIL?! — Grito totalmente enfadada haciendo que el peliazul se cubriera sus oídos.

— ¡Tú, estas en MI casa! — Aclaró, despectivamente.

— ¡NO LO ES!

— ¡SI LO ES!

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