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Taemin abre la puerta de la casa donde vivió tanto tiempo con Minho, se voltea y ve a Minho que se queda parado ahí en la puerta, como si no quisiera volver a entrar.

Igual que aquella vez.


Camina al costado del alto, que cada día parecía crecer más y más, y él que no podía alcanzarle. Él se voltea y Taemin voltea la mirada para adelante.

—¿Y ese morete? —pregunta Minho examinándole la cara sin disimulo—. No creo que te lo hayas hecho al golpearte con algo o que tu mamá lo haya hecho.

—¡No! Ella jamás haría algo así —la defiende tapando su morete con la mano, alargando la trompa, molesto porque él se diera cuenta de ello.

—¿Entonces? —Taemin voltea y mira la preocupación en los enormes ojos.

No podía esconderle lo que pasaba, Minho se daría cuenta, de todos modos.

—Unos chicos me molestan —listo, lo había tratado de esconder, pero Minho no era como su madre que iría a la dirección y hacer un alboroto ¿no?— ¿Me enseñarías un par de golpes? —le mira expectante y Minho rodaba los ojos.

—Bueno, pero si terminas por destrozarlos, yo no fui quien te enseñó ¿okey?

¡Lo sabía! Podía confiar en él, porque no era como su mamá y mucho menos le haría hacer pasar momentos ridículos delante de sus compañeros. Además, ella andaba muy ocupada con su trabajo, no quería estresarla más.

—¡En posición!

Taemin todo serio intenta imitar alguna posición vista en alguna película, cerrando sus puños con todas sus fuerzas. Es tan sólo que Minho termina riéndose y desordenándole el cabello, que se da cuenta de que es un chiste.

—Seguro cuando quiera defenderme, ellos se reirán como tú —se queja fastidiando en lo que lanza manotazos para deshacerse de esas manos que lo despeinan.

—Eso ya lo veremos —Minho parece ponerse serio—, ¡en posición!

Taemin es feliz cuando deja de reírse y con total seriedad le enseña a golpear de verdad, que incluso no tenía que cerrar los puños con tanta fuerza, y que debía golpear con todo su cuerpo, no sólo con su brazo.

—¿Cómo es que sabes pelear? —cuestiona en lo que se acerca al bus, igual Minho solía sólo despacharle de allí—, ¿también eras un brabucón de esos?

Minho ríe al escucharle, sujetando su maletín siguiéndole el paso, lo que se le hace extraño a Taemin.

—Tranquilo, tengo diligencias que hacer cerca de tu escuela, te acompaño —Taemin asiente y agradece cuando Minho le cede el único asiento libre—. Y no fui un brabucón, tuve que aprender a defenderme igual que tú y tomé clases de karate.

—¿¡A ti te molestaban!? —chilla sorprendido, porque Minho es tan alto y se ven sus brazos trabajados cuando a veces termina de correr y le acompaña a la estación de buses.

—No nací así —se defiende Minho rodando los ojos—, tonto.

Taemin ríe divertido por fastidiarle.

—Entonces esos golpes que me enseñaste ¿funcionarán? —pregunta mirando sus puños, presionándolos con fuerza, esperando que pudiera resultar si es que esta vez también se metían con él.

Culpable IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora