II

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Había muchas historias flotando en las tabernas, historias de todo tipo, algunas aterradoras, otras misteriosas, la mayoría hablaban de las continuas guerras y otras más sobre lo peligroso e infestado que estaban los mares por los piratas; muchas de esas historias lo nombraban pero a Thor no le importaba, él sólo quería escuchar aquellas que hablaban de sirenas y, en los últimos días había una muy popular que lo obligó a volver al pueblo donde nació.

—Vaya que es una sorpresa tenerte por aquí.
—¿Por qué? ¿No puedo visitar a mi hermano favorito?
—Soy tú único hermano.
—Exacto, ahora ven y dame un abrazo.

Thor llevaba años sin visitar su tierra natal, prefería estar navegando y seguir infringiendo las leyes por doquier, seguir sembrando terror y, de vez en cuando, parar en algún puerto para beber y perderse en algún burdel. No es que no amara al único miembro de su familia, era más bien el hecho de que ambos prefirieron tomar caminos diferentes.

Encontró a su hermano saliendo de la pequeña escuela a la que alguna vez él asistió, llevaba consigo un maletín con papeles a punto de desbordarse y lucía tan alegre como la última vez que lo vio.

—Cuanto tiempo sin verte— dijo su hermano abrazando a Thor y golpeando su espalda mientras este hacía lo mismo.— Mi pequeño hermano, mírate, te ves más grande y viejo que yo.
—Si claro, lo dice el que tiene ampollas en la cara — Thor soltó una carcajada y dio una última palmada a la espalda de su hermano antes de soltarlo.— Te ves bien, Balder.
—Igual tú. ¿Qué te trae por aquí? Presiento que esta no es una visita familiar.
—Estoy de paso, ¿te gustaría beber algo conmigo antes de que me vaya?

—Tan rápido y ya anuncias tu partida— Balder bufó fingiendo molestia para terminar el gesto con una sonrisa torcida.
—Oh vamos, será como en los viejos tiempos.
—No por favor, me doblas en tamaño y esta vez no podría arrastrarte hasta la cama, lo más que conseguiría sería dejarte tirado en algún charco.
—Yo no lo recuerdo así — Thor alzó una ceja mirando a Balder socarrón avanzar frente a él.— ¿Entonces?
—Sí, sí, vamos a...
—La vieja taberna.
—Esa misma —Balder sonrió cuando Thor lo interrumpió y alcanzó.— Me alegra verte.
—A mi también, hermano.



La taberna más famosa del pueblo, resultaba ser tan sólo una casita vieja y lúgubre, donde los hombres borrachos se amontonaban afuera de sus escalones, la mayoría de sus mesas y bancos estaban marcados por cuchillos que alguna vez fueron clavados por tontos juegos o riñas absurdas. El hombre que atendía la barra era el mismo viejo de siempre, Thor lo recordaba sin menos arrugas y con más cabello negro y no gris; eso sí, había una joven de cabello castaño, que nunca había visto, atendiendo las mesas, era bonita, pero no tanto como para distraerlo.

Ambos decidieron sentarse en la barra, como antes lo hacían, evitando así cualquier conflicto que se generara tras de ellos.

—Sabes, he estado escuchando muchas historias locas e interesantes — comenzó Thor a hablar después de dar un sorbo a su tarro de cerveza.— Vaya... sigue siendo la mejor cerveza.
—Así es hermano — Balder sonrió y asintió con la cabeza para aprobar las palabras de Thor.— Yo también he estado escuchando historias en el muelle, dicen que un barco español fue hundido cerca de las costas inglesas.
—Ah si, el navío del Rey, fue pan comido. Esos españoles se creen dueños del mar.

—Así que sí fuiste tú.
—¿Quién más?
—Eres un bárbaro.
—No, soy un pirata.
—Y él peor de todos.

Ambos se miraron con seriedad para romper en carcajadas que hicieron que los ebrios despertaran en sus lugares mientras los hermanos reían sin reparo.

—¿Has pensado en dejar eso?
—No, no lo he pensado, es mi forma de vivir.
—Ah, tienes razón, yo no podría dejar de investigar.
—¿Te sigues llenando de libros? — Thor sonrió a su hermano y cambió su expresión a una de completa seriedad.— Sobre eso, ¿qué me dices de las sirenas? ¿Crees que existan?

—¿Perdón?
—Ya sabes, las criaturas con cuerpo de humano y pez, esas que viven en las profundidades del mar.
—¿No me digas que te has obsesionado con otras historias absurdas? En primera, las sirenas no existen y en segunda, ese cuento de que fui salvado por una sirena lo inventé para mi hijo.
—Espera... ¿Tú eres el náufrago del que todos hablan?

—Eh... Sí, soy yo.
—¿Entonces no es real?
—¿Cómo podría serlo? — Balder dio un sorbo muy audible a su cerveza mientras Thor le dedicaba una mirada entrecerrada e inquisitiva, sospechando de sus palabras y, reafirmándole a Balder que su hermano ya estaba obsesionado con algo nuevo.— Soy un hombre de ciencia Thor, lo único que quería hacer era que mi hijo se durmiera.
—Ya veo —Thor desvío su mirada al viejo cantinero, se frotó la barba y regresó rápidamente la mirada a Balder, acercándose a él y mirándolo con los ojos muy abiertos.— Yo sí vi una, era hermosa y voy a encontrarla.
—Ahora persigues mitos.
—Es real, Balder, muy real.

Thor se levantó de su banco, dio un par de palmadas a Balder en la espalda y se dispuso a salir de la taberna; no había nada más que hacer en el pueblo, al parecer el rumor lo inventó su hermano aunque él no era de ese tipo de hombres y Thor lo sabía muy bien.

—¿Ya te vas? ¿Ni siquiera vas a conocer a mi esposa e hijo?
—Lo siento hermano, tengo que reunir a mis hombres para zarpar; hay mucho mar por recorrer— Thor se giró y sonrió.
—Bien, espero que vuelvas a visitarme — Balder le regresó el gesto y alzó su tarro en el aire para despedirse de su hermano, sabía que no lo volvería ver en años.
—Lo haré, lo prometo.

Thor salió de la taberna y su sonrisa desapareció al igual que la de Balder sentado en la barra, años sin verse y su encuentro terminó más pronto de lo esperado. Hubo algo que a Thor no le gustó, Balder ocultaba algo, algo que Thor deseaba encontrar.


El rumor que había escuchado Thor era muy simple. Un pescador tonto e inexperto se aventuró a pescar en medio de una tormenta, el mar furioso lo arrastró y alejó de las playas, lo llevó a mar abierto y ahí lo abandonó.

El pescador se rindió en el quinto día, no tenía ni agua para beber ni comida para saciar su hambre; su bote quedó atrapado entre piedras, sin remos, sin velas, sin nada que le fuera útil para volver.

El pobre hombre moribundo estaba deseoso por recibir a la muerte con un cuchillo en la mano derecha, apretando con su filo la demacrada piel de su muñeca izquierda, ahí su suerte cambió.

El canto más dulce que jamás se había escuchado, llegó a sus oídos para detenerlo, venía del fondo del mar, de entre la espuma y las olas, venía de una criatura que salió del agua salada para dejarlo sin aliento. Era una sirena, de ojos color esmeralda, de piel blanca y tersa, de cabello negro como la noche y, con una cola larga adornada con escamas verdes y doradas brillando con intensidad bajo los rayos del sol que danzaban en la superficie.

Ella fue su salvación, cantó para él, pescó para él y lo regresó a tierra firme. El rumor decía que la sirena se enamoró del hombre por ser un desvalido náufrago, por ser ingenuo y joven, por ser el primero en no enredarse con su canto así que lo perdonó y no lo ahogó como a otros pobres desafortunados que se toparon con ella.

La sirena era una tonta por no ahogar al pescador pero, el pescador fue aún más tonto por no capturarla y hacerla suya.

Las horribles quemaduras y ampollas medio sanadas que Balder tenía en su rostro, le decían a Thor que él era el pescador inútil y tonto de la historia.

Fangi. Tesoro Esmeralda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora